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Will se encontraba bien, sacando lo amarillo que estaba, el montón de cables conectados a sus venas, las profundas ojeras violáceas y los horribles nervios que tenía por la cirugía de mañana, estaba perfectamente.

– Carly vino a medio día y cuando le pregunté por tercera vez lo que me iban a hacer mañana solo sonrió, me cambió el suero y me dijo que había un 95% de probabilidades de sobrevivir y que no tenía de qué preocuparme– comentó mirando a Mérida quien lo escuchaba con atención–. Pero yo leí hace un rato que la tasa de supervivencia está sobre el 70%. ¡70!

– Relájate– le dijo con una sonrisa tranquilizadora–. No vas a morir.

– ¿Cómo lo sabes?

– Porque cuando éramos pequeños y viste ese documental de tortugas me gritaste que ibas a vivir 200 años igual que ellas.

Will soltó una risotada pero de inmediato se dobló de dolor. Mérida lo contempló con tristeza, cuanto odiaba verlo así.

– Es verdad, todavía me quedan 34 años de vida– dijo con una gran sonrisa.

Liz intervino.

– ¿Qué? Eso ni siquiera se acerca al número que es– rió.

– Cállate, Liz– Will la señaló con el dedo–. Estoy sedado, a duras penas y puedo diferenciarlas entre sí; no me pidas que haga una operación grande en mi cabeza.

– Uff, grandísima que es– resopló ella.

– Al menos y puedes diferenciarnos– comentó Mérida mirando fijamente a Roger quien rodó los ojos.

Will los miró a todos con la confusión plasmada en toda su pálida cara.

– ¿Me perdí de algo?– preguntó.

– No, para nada– Mérida se levantó y besó su frente con cuidado–. Tienes que descansar.

– ¿Ya te vas?

– Sí, tiene un nuevo amigo esperándola abajo– contestó Rufus quien miraba por la ventana.

– Vendré mañana temprano– prometió desde la puerta mientras salía.

– ¡Por la sombrita!– gritó su hermano.

Jax estaba arrecostado en la motocicleta con las piernas cruzadas fumando un cigarrillo mientras esperaba a Mérida. La vio salir y le llamó la atención su manera de caminar, parecía tan segura de sí como nadie más, era como si el mundo a su alrededor le perteneciera enteramente. Ella no se movía entre la gente, la gente se hacía a un lado para abrirle paso. Usaba una camisa azul turquí de mangas cortas, era holgada pero quedaba bien con el jean ajustado que traía, y los zapatos no eran la gran cosa, solo unos tenis blancos. Era simple, básica... Ah pero cuando mirabas su cara era una historia distinta, parecía que odiaba a todo el mundo y todo le era repulsivo; definitivamente ella sería ese tipo de personas que caen mal a primera vista, y para qué engañarse, cuando la conocías también te caía mal. Por lo menos a Jax le caía mal.

– ¿Por qué me ves como si hubiera matado a tu hámster?– le preguntó ella cuando se acercó lo suficiente.

– Hay que irnos, tenemos que empezar a pensar en cómo vamos a sacar a tu hermana de esa cárcel– empezó a decir–. Tengo unos colegas en esta ciudad, podemos reunirnos en una bodega que...

Mérida levantó la mano y frunció el ceño.

– Permíteme interrumpirte, pero no pienso reunirme con alguien más de tu círculo y mucho menos en una bodega. Si vamos a hacer esto será a mi manera, y bajo mis términos.

El Fin (Completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora