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Roger clínicamente tenía el cúbito fracturado, quemaduras de primer grado en parte del cuello y torso, y numerosas contusiones, pero para él eso no era nada y ya quería irse a su apartamento a tocar guitarra.

– ¡Que no te puedes ir todavía!– repitió Liz con fuerza por el altavoz.

– ¡Se supone que debería estar trabajando en este hospital, no aquí acostado comiendo gelatina como los pacientes a los que atiendo!– exclamó él, irritado.

– ¡Pues de malas!

– Quiero mi guitarra y mi batería– Roger estaba que lloraba como un niño pequeño.

– Mañana podrás ir a casa y dentro de dos meses podrás volver a tocar sin problemas– prometió Liz.

– Dos meses... ¿Saben qué? Mejor ya mátenme.

– Relájate, pareces una abuela neurótica– Will apareció con Mérida quien llevaba dos helados.

– Te llamo luego, Liz.

– Oye no, espera...

Y colgó.

– ¿Ey, por qué le colgaste?– Will hizo a un lado a Roger y se acostó en la cama con confianza, luego encendió la televisión.

– Toma, los helados hacen todo mejor– Mérida dijo eso de una manera tan adorable que a Roger le dieron ganas de abrazarla y no soltarla nunca.

Tomó el helado y notó que eran sus dos sabores favoritos, levantó la cabeza y la observó extrañado.

– ¿Cómo sabes que son mis sabores preferidos?

– El día de tu cita con Min camino a tu apartamento entramos a una heladería y tu pediste esos sabores– contestó ella con tranquilidad sentándose en una silla que había al lado.

– Es cierto, gracias.

– De nada.

– Esta noche no nos podemos quedar– informó Will mientras hacía zapping, su expresión era tranquila hasta que vio que estaban dando Rápidos y Furiosos 6 y se inclinó bruscamente hacia adelante de la emoción–. Mérida y yo tenemos clases mañana temprano y para compensarte vamos a quedarnos contigo toda la tarde de hoy.

– Oh, que bien– soltó con sarcasmo, Mérida frunció el ceño.

– Si no quieres que estemos aquí solo dilo– zanjó ella con voz dura.

Roger solo quería irse a casa.

– No es eso... es solo que...

– ¿Solo que qué?– Mérida se levantó de la silla y miró a Roger a los ojos.

– ¡No quiero estar aquí, no soporto este lugar!– exclamó él.

– ¿Y crees que yo sí?– se alejó y caminó por la habitación de un lado a otro–. Tampoco me gusta estar aquí, estos lugares me enferman.

– ¿Pueden callarse? Intento ver la película– ambos se giraron hacia Will con rabia.

– ¡Cállate!– exclamaron al mismo tiempo asustando al castaño.

– Uy perdón, sigan en lo suyo...

– Si tanto detestas estar aquí metida, ¿por qué vienes, ah?– Roger se bajó de la cama y la encaró.

– ¿Será porque gelatina es muy buena?– repuso Mérida sarcástica alzando los brazos al aire. – ¡Vengo a visitarte a ti para que no estés solo!

– ¡Nunca te lo pedí!

– ¡Tampoco me pediste que te sacara de ese maldito hotel en llamas y aun así lo hice!– gritó furiosa.

El Fin (Completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora