Lo primero que Mérida hizo cuando regresó de Australia fue ir al cementerio. Era de mañana, el sol se escondía entre las nubes negras y una suave brisa helada movía las hojas caídas de los árboles por el camino de asfalto. Hacía frío por lo que se guardó las manos en la chaqueta y caminó a la entrada del lugar. Parecía película de terror, no le sorprendería si en cualquier momento aparecía La Llorona tomandose un cafecito.
Un vendedores de flores la recibió.
– ¿Te gusta alguno?– preguntó él refiriéndose a los ramos, eso era lo único colorido en muchos kilómetros a la redonda.
Ella observó un par y asintió con una sonrisa.
– Sí, pero no quiero un ramo completo, después parezco novia plantada– dijo ella sin borrar la sonrisa, el hombre moreno de unos cuarenta y tantos soltó una risa y asintió–. Quiero tres flores solamente.
– Claro, ¿cuáles?
– Las más caras que tengas.
Él hizo una mueca.
– ¿Las más raras?
– Caras.
El hombre asintió confundido. Las personas que venían al cementerio normalmente pedían las más baratas y casi siempre eran las artificiales para no tener que comprar flores nuevamente cuando regresaran al año siguiente.
Él le entregó una dalia roja, una azucena y un iris azul.
Mérida ni siquiera preguntó él precio, cuando las recibió sólo le dio el billete más grande que tenía y le agradeció.
– Señorita, el cambio– le recordó él extendiéndole los billetes.
Ella hizo un ademán con la mano mientras seguía caminando.
– ¡Todo suyo!– gritó mientras se despedía con la mano–. ¡Vaya y tómese un whisky por mí que la vida es una y nadie sabe cuándo vamos a estar nosotros recibiendo las flores en lugar de darlas!
Mérida caminó entre lápidas y flores marchitas durante unos minutos hasta que dio con el lugar donde yacían sus difuntos abuelos, al estar ante ellas se hincó en una rodilla y tomó una profunda respiración. No había pisado ese lugar desde fue el entierro. Agradecía el detalle tan característico que diferenciaba esas lápidas de las demás, y era el hecho de que no eran lápidas, eran dos manzanos, uno más grande que el otro; el abuelo mismo había pedido plantarlo para su esposa ya que esa era su fruta favorita, y años después cuando él murió de cáncer de pulmón, sus dos hijos y nietos plantaron otro idéntico a un lado, para que así ambos pudieran estar juntos por siempre. "Vida entre la muerte", así llamó Liz a los manzanos en una ocasión.
– Hola– con la llema de los dedos acarició la corteza de uno de los árboles–. No tardaré mucho...solo vine a agradecerles nuevamente por sacarme de la oscuridad en la que estaba metida. Ya hice lo mismo con la tía Esther cuando estuve en Sidney, fuimos todos a visitarla al cementerio... fue muy conmovedor, nunca había visto a Beck llorar– se detuvo porque ella también había empezado a llorar–. Joder, lloro como una magdalena, pero no es a propósito, ¿sí? Es solo que... los extraño mucho.
Colocó la dalia al arbol de su abuelo y la azucena al de su abuela y se levantó secándose las mejillas con cuidado de no dañar la flor restante.
– Gracias, de verdad. Los quiero.
Se alejó y caminó hacia lo más profundo y antiguo del cementerio. Allí el ambiente era aún más frío todavía. Al fondo vio una gran estatua de piedra con hermosos detalles en marmol negro de un ángel llorando sobre una tumba gigantesca del mismo material. Era muy antigua, lo sabía por el moho que tenía en la base y los pequeños detalles llenos de tierra y polvo. Si mal no recordaba su madre le había dicho una vez que era la tumba de un antiguo sacerdote muy querido en la ciudad que en su tiempo fue muy generoso con las personas de pocos recursos, pero que al morir de tuberculosis, la gente del pueblo había reunido para pagarle la tumba más hermosa de todas; pero esa historia no era cierta, adentro nunca hubo un cuerpo de ningún sacerdote, Mérida lo supo un año atrás, cuando con ayuda de Liz estuvo a punto de empezar a cavar en el bosque junto al cementerio un lugar para enterrar el cuerpo de Jax y hallaron medió abierta la tapa de la tumba más hermosa de todas.
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El Fin (Completa)
ActionMérida y Roger terminaron su relación de un segundo a otro. Muchas personas dirían que tras la ruptura ambos se volvieron personas totalmente diferentes, y claro, no se equivocaron del todo, pero el motivo por el cual cambiaron va mucho más allá de...