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La mañana del domingo tuvo incluso más accidentados que la noche del sábado. Verán, al parecer Roger y Mérida iban en serio con quién debía felicitar primero a Liz, así que el rubio temprano por la mañana agarró las llaves de las puertas y cerró la de Mérida de tal manera que no pudiera salir antes que él. La pelinegra por su parte, no tardó más de quince minutos en notar lo de la puerta, en ese momento ella se estaba bañando y no escuchó nada. Tenía que salir de esa habitación y felicitar a su hermana de primera, así que tenía dos opciones, o tumbaba la puerta a golpes o saltaba por la ventana, tras meditar si era más cara una puerta nueva o un yeso en el brazo, Mérida optó por la segunda opción, las heridas después de un tiempo sanarían. Cuando se lanzó los arbustos amortiguaron su caída pero aún así entró a la casa llena de arañazos y hojas. Roger al verla casi escupe el jugo que estaba tomando.

– ¿Saltaste por la ventana?– preguntó asombrado, no pensó que se arriesgaría tanto.

– ¿Tú qué crees, tarado?– Mérida se pasó la mano por el cabello y se sacudió soltando unas cuantas ramitas y hojas–. Por cierto, te ves horrible hoy.

– Creo que estamos empatados.

Roger depósito el vaso lentamente en el mesón y se preparó para la carrera que venía, Mérida no esperó y salió corriendo hacia las escaleras, el rubio estaba más cerca, pero ella era rápida así que cuando lo alcanzó lo agarró por un pie y el chico cayó de boca, por poco y terminaba comiéndose un escalón. El resto del trayecto fue un tira y afloja que terminó por despertar a todos. Roger abrió con fuerza la habitación de Liz y gritó:

– ¡Feliz cumpleaños!

Pero Liz no estaba ahí, Mérida se burló y corrió a la habitación de Will, abrió la puerta con una sonrisa vencedora en el rostro y justo cuando iba a hablar, Roger la derribó como si se tratara de un partido de fútbol americano.

– ¡Feliz cumpleaños, Liz!– gritó Mérida a duras penas, Roger no se quedaba quieto–. Suéltame, animal.

Una Liz adormilada y con el cabello corto hecho un desastre salió de la habitación y los observó revolcarse en el suelo del pasillo.

– Gracias chicos, pero Will ya me había felicitado.

En ese momento ambos se detuvieron y levantaron la cabeza hacia la chica con cara de really nigga?

– Agh, tiene que ser una broma– murmuró Roger derrotado levantándose.

– ¿No están muy viejos como para pelear por quién felicita primero a Liz?– cuestionó Will asomando la cabeza, él era el que peor se veía sin duda alguna, apenas y podía mantener el ojo izquierdo abierto de lo morado e hinchado que estaba.

– ¿No estás muy viejo como para ponerte a pelear con adolescentes de diecisiete?– preguntó Mérida usando el mismo tono.

– ¿Qué es todo ese alboroto?– ambos padres salieron de su habitación y miraron con horror a Will.

– ¡William!– su madre salió corriendo y lo examinó por todos lados– ¿Qué pasó?

– Me choqué contra un poste.

– ¿Es que nunca te puedes quedar quieto?– exclamó la mujer a punto de llorar– ¿Ni siquiera en el cumpleaños de tus hermanas?

– Tranquila mamá, duele más de lo que parece.

– ¿Y a ustedes dos qué les pasó?– preguntó el hombre de bigote señalando los brazos y piernas de Mérida y la cara de Roger.

– Es que íbamos en fila cuando nos chocamos contra el poste– contestó Mérida divertida, ella fue la única que se rió de su propio chiste–. Ay, estuvo bueno...

El Fin (Completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora