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– Tienes que hacerlo.

– No.

– ¡Por favor!

– Que no.

– ¡Roger, es sólo un poquito de corrector!– exclamó Mérida nuevamente al borde de la desesperación–. ¡No cuenta como maquillaje!

– Sí cuenta– intervino Will, Mérida se giró a verlo con furia.

– ¡No me estás ayudando!

La cita de hoy de Roger no era una cita común y corriente con una chica cualquiera, era LA CITA con Enya Rose. Su familia era una de las fundadoras de la universidad y hoy había una fiesta privada a la que debía asistir y su cita debía ir presentable para la ocasión.

– A ver Roger– Mérida tomó una profunda bocanada de aire y cerró los ojos un momento–. Esta es una fiesta importante a la que asistirán las personas más importantes de la ciudad, por lo cual tienes que ir bien presentado y eso incluye arreglar un poco esa cara de zombie.

– Tengo esta cara de zombie porque he trabajado como un animal y no he dormido casi nada– dijo Roger–. Y lo último que quiero hacer hoy es maquillarme para un quinceañero.

– ¡No es un quinceañero!– vociferó Mérida.

– No me pienso poner eso en la cara– repitió por enésima vez.

– ¡Bien!– exclamó Mérida finalmente, luego se detuvo y señaló a Roger con el dedo–. Pero te vas a peinar esas mechas y te pondrás el traje.

– Hecho.

Roger cumplió su palabra y se puso el traje negro que Will le había decidido prestar, pero al momento de peinarse estaba teniendo serias dudas, él nunca se peinaba y menos de manera elegante. Mérida golpeó la puerta y entró a la habitación, al verlo se quedó boquiabierta. Estaba vestido completamente de negro y tenía los últimos dos botones de la camisa abiertos, por lo cual se podía ver perfectamente su cadena plateada y parte de su pecho. El blazer seguía en el mismo lugar donde Will lo había dejado.

La chica hizo a un lado sus ganas de abrirle más la camisa y se acercó a él apurada.

– ¿Por qué te tardas tanto?– le preguntó.

Roger señaló su cabello rebelde con expresión preocupada. En ese momento Will entró a la habitación, vio el problema, salió rápido y regresó con un pequeño maletín repleto de cosas para el cabello.

– ¿Qué es eso?– le preguntó Mérida a su hermano.

– Mi botiquín personal de emergencias.

– Ah...– Mérida se rascó la barbilla mientras observaba el montón de cosas que Will sacaba.

Peine, cepillo de cerdas delgadas y gruesas, secador, plancha, rizador, fijador...

– Tengo miedo– susurró Roger aterrado al ver todas esas cosas en la cama ordenadas justo como si fueran los implementos de una operación.

– Solo déjame hacer mi magia y luego no querrás volver a hacerte más nunca ese peinado de choza que traes.

– Mérida, no me dejes– pidió Roger.

– Me quedo si me dejas maquillarte las ojeras– propuso ella con una sonrisa.

– Ñah, entonces vete. Ya sabes dónde está la puerta.

– Eso pensé... bye, chicos.

– Nos vemos querida pulga.

Will estaba más que feliz de que Mérida le dejara a Roger para hacer lo que él quisiera. Su cabello era largo y rebelde y extrañamente suave así que tenía muchísimas opciones. Tras pensarlo bastante peinó el cabello del rubio de una manera bastante clásica, con mucho gel y paciencia Will consiguió peinarlo todo hacia atrás, aunque luego hizo una línea divisoria a un lado para que no pareciera un proxeneta.

El Fin (Completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora