Capítulo 3

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A pesar de no tener ni la menor idea de dónde quería ir, seguí sus pasos a través del parking hasta que noté como nos acercábamos cada vez más a una pick-up de los ochenta blanca. Tenía una fina capa de polvo y algunas rascadas en el lateral izquierdo del morro que solo confirmaban lo que yo ya me temía.

━ Oh no. No, no, no, no. ¿Te crees que tengo instinto suicida? Ni muerta dejo que me lleves a ningún sitio subida en eso. Algún bus habrá que nos lleve donde sea que quieras ir. ━ negué repetidamente con la cabeza frenándome en seco.

Ella se giró hacia mi mirándome con un gesto claro de ofensa mientras se apoyaba en el capó del vehículo. Pero eso no fue suficiente para que sintiese ni un mínimo de arrepentimiento por mis palabras.

━ ¿Por qué no? ━ quiso saber indignada.

━ ¿Cómo que por qué no? Ya eras un peligro al volante montada en una bicicleta. Que no te haya visto conducir no significa que tu madre no me haya contado lo que ha pasado. ¿Cómo has podido tener ya tres accidentes? ━ ni siquiera le di tiempo para responderme. ━ No, en serio. Kenberg es un pueblo pequeño. No es que haya un tráfico horrible que provoquen que acabes estrellándote contra la pared de la iglesia, contra un árbol o que le arranques el retrovisor a otro coche.

Su boca se desencajó al ver que sabía parte de sus trapos sucios a pesar de que hubiese habido una pausa en el tiempo entre nosotras. 

La señora Grinwell no perdía la oportunidad de contarme como le iba a Lucy siempre que la veía tomándose un té con mi madre en casa; y la mujer no escatimaba en detalles. Algo que ahora mismo le agradecía en sobremanera.

Lucy se cruzó de brazos buscando las palabras para responderme pero la indignación rezumaba en su rostro. Sabía que le había pillado y no tenía pinta de querer negarlo, lo cual ya era un avance. Ladeó ligeramente la cabeza y acabó levantando una de sus manos hasta la altura de su pecho con el índice en alto.

━ Primero. No es mi culpa que estemos rodeadas de bosque y que desde la universidad hasta Kenberg haya una carretera por la que se te puedan cruzar conejos entre muchos otros animales y ya ni te cuento dentro del pueblo. No pienso ser yo quien los mate. Segundo... ━ el dedo corazón acompañó al que ya estaba extendido. ━ En Kenberg pasa mucho más de lo que parece a simple vista. Sobre todo si hay alguna fiesta. Y tercero. No soy yo, es esta camioneta que cada vez esta peor y estoy harta de llevarla al taller...

El sonido del motor de un Jeep Wrangler negro captó su atención deteniendo su interesantísimo intento por excusarse. Por lo que mis ojos verdes se dirigieron hacia el vehículo que estaba aparcando a apenas unos metros de distancia, pero no fue hasta que las puertas se abrieron cuando entendí el motivo por el que seguir hablando había dejado de ser una prioridad para ella.

Cuatro personas salieron de ese coche y la única que no encajaba en ese grupo era la chica que se estaba riendo mientras sus hombros eran rodeados por el brazo del chico rubio que caminaba junto a ella.

Su vestido coqueto junto al maletín de mano que parecía más un bolso y que sostenía en uno de sus brazos hacía que pareciese salida de la serie de Pequeñas Mentirosas. Quien juraría que era su novio y los otros dos, llevaban vaqueros oscuros conjuntados con unas camisetas grises y blancas, completando el estilo con unas cazadoras negras. No era un aspecto siniestro, ni gótico. Era más bien...macarra pero sin tener los pantalones rasgados y nombres de bandas de música impresos en las camisetas. Era sutil.

El rubio parecía ser mucho más simpático que sus dos amigos, al menos por tal y como iba hablando con la chica con una sonrisa. Pero los otros dos que iban tras ellos hacia las puertas de la residencia no tenían pinta de ser igual de sociables.

Blinded ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora