Capítulo 22

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Los siguientes días habían sido como volver a la monotonía que temporalmente había hecho a un lado. Despertarme, arreglarme, ir a clase, comer, ir a la biblioteca, estudiar, cenar, hablar con Josh por FaceTime, dormir y repetir. Trabajaba de lunes a miércoles, así que, al no pasarme por allí no vi a ninguno de los que consideraba ya mis amigos. Literalmente fue como si nunca hubiese conocido a nadie, como volver a cuando solo me importaba sacarle partido a las clases. Aunque el vacío más notorio fue el de Ethan. No coincidí con él en las aulas, ni en los pasillos de la residencia, ni en la faculta, ni tampoco en cualquier otra parte del campus. Se había evaporado. Y de repente, de la forma más absurda posible, me di cuenta de que lo que hasta ahora había sido toda mi vida se había convertido en algo insulso. Lo que me había estado llenando como persona, ahora me dejaba a medias. 

No quería dedicarme a estudiar y perderme todo lo que el mundo me ofrecía. Si solo pensaba en el futuro y en lo que no tenía conmigo, me olvidaría de vivir un presente que nunca volvería.

Cuarenta y ocho horas me habían mostrado que a veces nos aterra salirnos del camino y enfrentarnos a lo desconocido. Pero cuando rompemos el molde que nos definía y miramos hacia atrás, nos percatamos de lo cobardes que habíamos sido todos esos años. 

Parte de mí le pertenecía a Kenberg, a este pequeño y extraño pueblo.

Siempre había dicho que este año iba a ser un capítulo de mi vida que acabaría cerrando y haciendo como que no había existido, pero no podía estar más ciega. Estamos hechos de experiencias y recuerdos. Cada minuto de cada día nos va moldeando alimentándonos de lo bueno y lo malo hasta que cuando nos vemos reflejados en el espejo, nos encontramos con una nueva versión de nosotros mismo. Negarnos al cambio era algo no solo imposible, sino también estúpido. Y pasase lo que pasase este año, quería que formase parte de mi historia hasta que llegase el momento de poner el último punto del epílogo.

Me eché ligeramente hacia delante sobre el escritorio y ayudándome de la imagen que obtenía de mis labios a través del espejo que estaba apoyado en la superficie, los teñí con un gloss rosado. El toque que completaba el conjunto elegido para esta noche. Me había decorado las orejas con unos pendientes dorados con forma de hoja de arce y usando el rizador de pelo que Lucy me había dejado, le había dado más forma a las ondas de mis cabellos. Me había perfilado los ojos con el delineador para que resaltasen un poco, y para finalizar, le di un toque de color a mis mejillas con un colorete color coral.

No estaba dentro de mi zona de confort cuando usaba tanto maquillaje. De normal con un poco de sombra ya tenía suficiente, pero esta iba a ser la primera vez que viese a los padres de Candice. Una cena a la que asistiría sola.

Casi a en el último momento, Joshua encontró las palabras para decirme que no iba a poder venir. Tenía que presentar un trabajo el lunes y no podía perder horas de trabajo en un viaje que le robaría demasiado tiempo. ¿Y quién era yo para quejarme por que priorizase los estudios a estar conmigo? Yo era la psicópata que no soltaba los libros ni aunque estuviesen ardiendo. 

"Te prometo que iré a verte antes de que las calles empiecen a llenarse de decoraciones  navideñas. Te echo muchísimo de menos."

Me dijo para recompensarme, pero fue la frase final la que no sonó tal y como esperaba. Era como si el tiempo fuese hacia atrás y no hacia delante. Cuanto más tiempo pasaba desde que nos vimos, menos sentía esa exasperante necesidad por verle. Se suponía que debía de ser al revés, y me asustaba pensar que si no le veía pronto el amor que sentía por él se perdería en la distancia. Que lo que fuese que Ethan removía en mi interior, ganaría la batalla contra la relación que mantenía desde hacía dos años. Que un "nada", ganaría a un "todo".

Guardé el gloss en la bolsa de aseo y me detuve para observarme detenidamente. Estaba lista. Llevaba una blusa roja sin mangas y una falda del mismo color con un poco de vuelo que me llegaba a la mitad del muslo. Ninguna arruga a la vista. Era como llevar un vestido, y el color de ambas prendas resaltaba la palidez de mi piel y la densidad oscura que era mi pelo. Me faltaba elegir los zapatos pero, bajo mi punto de vista, estaba perfecta.

Blinded ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora