Habían pasado días desde que me hice esa pregunta y todavía no había conseguido darle una respuesta.
Pero hoy tampoco iba a ser el día que lo hiciese, y menos si lo empezaba teniendo que aguantar el excesivo control que mi madre ejercía sobre mí. Esa mujer tenía la estresante necesidad de querer saber todo lo que hacía cada minuto y cada segundo. Lidiar con ello por mensaje era tolerable, pero cuando me llamaba... Sus constantes preguntas acababan poniéndome de mal humor. Estaba rozando mi completa independencia y ella parecía no ser capaz de aceptar que podía sobrevivir sin asegurase a cada momento de que seguía respirando.
Lo único que realmente debería causarle interés era saber si había conseguido o no el trabajo. Thomas me había llamado recientemente para decirme que me contrataba, así que esa era la buena noticia. Solo iba a tener que trabajar de lunes a miércoles de dos del mediodía a seis de la tarde. Así que no iba a cobrar mucho, pero era mejor que nada. Mi padre pareció ser quien más se alegrase por la noticia; como si fuese el primer trabajo de mi vida. En general, mis padres eran un caso perdido, pero había aprendido a lidiar con ellos con los años y en cierta manera apreciaba que se preocupasen por mí. Solo tenían que dosificar mejor era preocupación.
En cuanto colgué la llamada, bajé hasta el hall de la residencia para entrar en la sala común para ir directa a las máquinas expendedoras. Solo había una cosa que pudiese controlar mi mal humor y no era otra cosa que el chocolate. Revisé rápidamente las chocolatinas y otros snacks entre los que podía elegir pero al final me decanté por la vieja confiable. Dos paquetes de Twix.
Durante estos días había descubierto dónde estaba la biblioteca. Era la típica de época renacentista. Techos altos. Estanterías infinitas. Pasillos que separaban diferentes secciones dependiendo de la disciplina o la temática. Incluso tenían novelas de diversos géneros, pero ni siquiera eso me llevaba a preferir estudiar allí. Al menos no hoy. Subí las escaleras y en cuanto llegué a mi puerta ya tenía una de las chocolatinas en la boca. El dosier que había recogido del despacho del profesor Shepherd adornaba mi escritorio y el libro de Ortopedia seguía tal y como lo dejé. Me senté en la silla, eché la cabeza hacia atrás y cerré los ojos permitiéndome unos segundos en los que saboreando el dulce sabor de la crujiente barrita. Lo único que me apetecía hacer hoy era esto. Nada. Hasta me había puesto ropa cómoda; unos leggings y una camiseta de Josh que me había llevado y que me quedaba bastante ancha. Pero ese resumen no iba a hacerse solo, de modo que abrí de nuevo los ojos, sujeté lo que quedaba de la barrita con los dientes y me recogí el pelo para atarlo con un coletero.
Según lo que había apuntado en los post-its de la pared, solo tenía que resumir dos temas más. Cogí la chocolatina con la izquierda y el subrayador con la derecha, y empecé a leer el párrafo por el que me había quedado.
Una frase. No pude leer más porque escuché cómo se abría abruptamente la puerta de mi dormitorio. Primero mis padres y ahora esto. ¿Es que nadie me iba a dejar acabar de estudiar tranquila? Me giré dispuesta a mandar a Lucy al mismísimo infierno pero no era ella quien me había interrumpido, sino el propio diablo. Durante estos días nos habíamos comportado en clase como completos desconocidos. Él no quería estudiar y yo era lo único de lo que me interesaba hablar. No íbamos a llegar nunca a un acuerdo así que no iba a perder el tiempo pidiéndoselo.
━ ¿Te has vuelto a equivocar de habitación? ━ pregunté tratando de aportar un poco de luz a su pequeña laguna mental.
━ Que graciosa estas hoy... ━ respondió mientras se tumbaba sobre mi cama acomodándose la almohada.
Pero al ver el paquete de Twix que había sobre el escritorio, los cogió y yo extendí la mano rápidamente para quitárselo.
━ ¿A qué has venido, Ethan?
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Blinded ©
Teen FictionDicen que el amor es ciego... Que bastan sesenta segundos para ser consumida por sus llamas y acabar siendo esclava de la incertidumbre. Pero nadie me avisó de que esa venda caería lentamente sobre mis ojos y me convertiría en su marioneta. Una que...