Capítulo 9

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Amanecí al día siguiente como si nada hubiese ocurrido la noche anterior.

Una toalla húmeda reposaba sobre la cama. La radio estaba sonando con los últimos hits del momento y mis manos estaban terminando del abrochar el ultimo botón de la blusa que había elegido llevar hoy. Lucir escote nunca había sido lo mío, así que tan solo dejé abierto solo el del cuello. Tampoco es que hubiese sido dotada de unos prominentes pechos que enseñar, así que yo diría que mi forma de ser iba acorde con mi físico.

Por otro lado, la música siempre había formado una parte de mi vida ya fuese directa o indirectamente. Me daba la energía cada vez que salía a correr, menguaba mi tristeza y maximizaba mis alegrías. Pero sobre todo, me impulsaba a desprenderme de mis nervios para afrontar cualquier reto; aunque este caso se tratase simplemente de ir a clase. Lo que debía ser mera monotonía, para mí volvía a ser nuevo. Lo único que me entusiasmaba era el saber que el Doctor Shepherd iba a ser quien impartiese mi primera clase. La definición de virtuoso se quedaba corta para describirle.

Desde el momento en el que me había levantado de la cama, había conseguido ducharme y secarme el pelo en tiempo récord. Eso me concedió cuarenta minutos para vestirme con toda la tranquilidad del mundo; incluso aproveché para cubrirme un poco las ojeras e hidratarme los labios con cacao. 

A primera hora tenía Cirugía Aplicada, de modo que cogí el libro y lo metí en la mochila. Pero mientras mi cabeza estaba ocupada intentando que no me olvidase de nada, mis caderas también lo estaban moviéndose libremente al compás de una de las canciones de Ariana Grande. Cogí el cepillo de pelo y canté el estribillo como si fuese un micrófono, pero evitando que un solo sonido saliese de mi boca. Siempre había sido demasiado vergonzosa como para cantar en voz alta. Las únicas veces que lo había hecho habían sido durante mis clases de piano y solo cantaba en susurros. Así que estaba lejos de poder llegar a las notas a las que llegaba Ariana.

Llené la mochila con todo lo necesario y tras ponerme una coletero en la muñeca para poder amarrarme el pelo durante las horas de laboratorio, aproveché para mirar qué hora era. Demasiado tarde. Iba a tener que salir ya si quería llegar a clase quince minutos antes para coger un buen sitio. Cogí las llaves que reposaban sobre la cómoda que había junto a la puerta y la abrí poniendo un pie fuera.

Espera.

Mis neuronas sumaron dos más dos y milagrosamente recordé lo más obvio.

La música.

Retrocedí sobre mis propios pasos y me acerqué rápidamente a la radio para apagarla. Algún día perdería la cabeza si no fuese porque la tenía pegada al cuerpo. Cerré la puerta con llave, me giré para atravesar el pasillo, pero de pronto mis pies se congelaron antes de que pudiesen siquiera empezar a moverse.

A apenas un metro de mí, que era la anchura del pasillo, se encontraba Ethan sujetando la puerta que había tras él para terminar de cerrarla. Llevaba unos vaqueros ajustados negros y una camiseta blanca que contrastaba con el color de su pelo. Con esos mechones negros y deshechos que hacían que me preguntase si era esa la forma en la que su cabello se quedaba al despertar; perfectamente imperfectos.

Se guardó el llavero en el bolsillo trasero de pantalón y al girarse una de sus cejas se alzó, pero no parecía ser por su sorpresa, sino por la que debía estar reflejando mi rostro.

Alguien tenía que haberme lanzado un mal de ojo, una maldición o algo por el estilo porque de todas las habitaciones que había en la residencia, no podía ser que la suya fuese justo la que estaba frente a la mía.

Si hubiese sido cualquier otra persona le habría dado los buenos días, pero no era eso lo que Ethan merecía. No después de cómo se desarrollaron las cosas en la fiesta. No le odiaba, pero cuanto menos le viese sería mejor por mi propio bien. Desvié la mirada antes de que mi mente osase recordar lo que era tenerle más cerca y me encaminé hacia las escaleras que daban al piso inferior. Había pruebas psicológicas que abalaban que los seres humanos somos capaces de bloquear recuerdos en nuestra mente, así que anhelaba bloquear de mi vida su mera existencia.

Blinded ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora