El resto del fin de semana me lo pasé estudiando anclada al escritorio y con el portatil abierto a un lado para que Josh me hiciese compañía. Ese chico tenía el cielo ganado. Verle seguir con su vida a través de aquella pequeña cámara se convirtió en mi reality show favorito, pero acrecentó más las ganas que tenía de poder volverle a ver en carne y hueso. Sin embargo, no cumplí lo que prometí que haría. El cuaderno que en un principio guardé en el último cajón del escritorio, no cayó en el olvido. Su recuerdo se convirtió en una tortura ente la que mis manos cayeron sacándolo de su escondite y durante los pocos momentos en los que estuve completamente sola, mis ojos fueron devorando cada una de sus páginas. Podría haberlo hecho también estando en llamada con Josh. Habría podido pasar por otra de mis tantas libretas de apuntes, pero no lo era, y eso me hacía sentir culpable.
Ethan no había sido dotado del arte de la caligrafía. No tenía la mejor letra, pero su trazo era limpio y fácil de entender. Las hojas no gozaban de cuadrículas o líneas y aun así cada frase estaba escrita impecablemente recta; una debajo de la otra. Lo que había en ese cuaderno no eran apuntes hechos con un bolígrafo negro, sino un libro resumido en ochenta páginas. No obstante, lo que más me sorprendió fueron los bocetos que acompañaban a las descripciones para reforzarlas de una forma más gráfica. Había decenas de ellos. Estaban tan bien hecho que parecían haber sido impresos y en mi cabeza se sembró una duda.
¿Cómo era posible que la misma persona que se negaba a estudiar, tuviese toda una estantería llena de libros convertidos en cuadernos?
La respuesta era sencilla. Era imposible que fuesen suyos, pero eso era solo una suposición. La verdadera respuesta a esa pregunta estaba a un metro de distancia, en la puerta que había al otro lado del pasillo. Pero no iba a ser tan fácil. Llamando a su puerta no habría ganado nada. Ethan hablaba, pero casi todas las palabras que salían de su boca eran humo. Hablaba de cosas superficiales pero no de él; al menos no seriamente. Y después de la última vez que nombré a sus padres, era más que evidente que no le gustaba que se inmiscuyesen en su vida. Así que al final el cuaderno volvió a su cajón y esa duda abrió una nueva puerta a mi curiosidad.
La mañana siguiente amaneció como cualquier otra desde que había llegado a la KPU. Había asistido ya a dos de las clases optativas que había elegido este año y que por suerte no coincidían con las suyas porque no hubo ni rastro de él. Solo me quedaba asistir a la primera prueba de nivel del profesor Shepherd, que iba a ser en el laboratorio C. En este caso no iba a ser una prueba conjunta. No iba a tener que lidiar con él porque el único objetivo era demostrar las habilidades técnicas que teníamos individualmente, pero todas mis esperanzas de ese día estaban en verle entrar por la puerta. Quería comprobar si lo que sospechaba sobre ese cuaderno era verdad. Si fallaba en esa prueba o en cualquier otra... Si fallaba en todas... Significaría que su nota había sido comprada.
Subí las escaleras del primer piso de la facultad de Biología y me recogí los cabellos en una coleta alta mientras cruzaba el pasillo hasta llegar al aula.
Estaban ya casi todos allí. El profesor Shepherd estaba sentado en su escritorio revisando un periódico. Cada mesa de laboratorio tenía seis taburetes, tres a cada lado, y cada uno de los taburetes que podía ser ocupado por un alumno, tenían sobre la mesa un set quirúrgico, una lupa de aumento adherida a la superficie de mármol, y un...huevo. Todos parecían haberse sentado por parejas, el uno en frente del otro, así que busqué a Ethan con la mirada pero descarté la idea de que estuviese incluso antes de llegar a la última mesa. Si llegó tarde el primer día, el reto de días seguiría la misma rutina. De modo que me senté en una mesa que tuviese el asiento de enfrente libre por si tenía la decencia de hacer acto de presencia y dejé la mochila en el suelo.
De hecho, no fue hasta que el profesor estuvo a punto de cerrar la puerta que Ethan lo impidió para entrar dentro antes de que empezase a explicar en qué consistía la prueba.
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Blinded ©
Fiksi RemajaDicen que el amor es ciego... Que bastan sesenta segundos para ser consumida por sus llamas y acabar siendo esclava de la incertidumbre. Pero nadie me avisó de que esa venda caería lentamente sobre mis ojos y me convertiría en su marioneta. Una que...