102.- Tentar la suerte.

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*Miranda POV*
El calor abrasador de las llamas a mis pies había desaparecido, pero aun dolía, tuve que cerrar los ojos para dejar escapar unas cuentas lagrimas que me había provocado el dolor. No podía ponerme de pie aunque quisiera. Gire la cara e intente entornar la vista, solo veía una llamarada naranja y una silueta negra golpear la llamarada, no entendía la escena, hasta que la vista se me aclaro un poco. Patrick intentaba apagar una llamarada que no cedía, pero la llamarada emanaba del cuerpo inmóvil de Alec, de su espalda para ser exacta. El corazón se me encogió y quise moverme, pero mi cuerpo no obedeció. Dio su último esfuerzo para sacarme y mantenerme con vida y ahora no sabía si estaba muerto. Tendí una mano con dificultad hacia él.
—Alec...—susurre esperanzada a que me escuchara pero no hubo respuesta y deje que las lágrimas rodaran. Sentí unos cálidos brazos levantarme y un maderoso olor me lleno las fosas nasales.
—Hey cariño, estoy aquí. —dijo tío Michael acunándome en su regazo como cuando era una niña, como cuando nos fuimos de donde me tenían secuestrada, de donde vi morir a mi padre.
—Tío...Alec...—articule ambas palabras en tono de súplica y casi sin poder hablar. Me sentía como una niña que acababa de tener una pesadilla en medio de la noche y necesitaba ser consolada y abrazada hasta quedarse dormida. Para mi mala suerte esto no era una pesadilla era la horrible realidad que nos estaba consumiendo. Tío Michael dirigió una mirada mortificada hacia donde estaba Alec y volvió a mirarme, para poner algunos de mis cabellos tras mi oreja.
—Shhh, estarán bien. Debes de mantenerte despierta ¿de acuerdo, cariño? —dijo mientras depositaba un beso en mi frente y me entregaba a los brazos de alguien más.
—Ha sido una noche difícil—dijo Patrick pretendiendo sonar divertido, ahora el me acunaba.
—Dime que estará bien...—musite, sintiendo como el aire comenzaba a faltarme y la inconsciencia comenzaba a arrastrarme. Me sentí más ansiosa cuando pude escuchar como tío Michael hablaba en voz alta para que todos escucháramos.
—Henry Wilson ¿tienes una puta idea de cuál es la manera más dolorosa de morir? —dijo tío Michael amenazador, cuando actuaba así, hasta a mí me hacía temblar. — ¿Y tú Benson? —pregunto ahora a Tania, que no respondió solo miraba hacia donde estaba Alec tirado. Grecia se había acercado a él y negaba con la cabeza, no sabía que pasaba y eso solo hacía que mi mecanismo que contrarrestaba las lágrimas dejara de funcionar. —Bien como ninguno de los dos sabe, haremos una práctica—Marco camino hacia tío Michael y le entrego un portafolio que brillaba con las llamaradas que se extendían por toda la bodega. Estábamos a unos metros de ahí se podían sentir las ondas de calor. Tío Michael hizo un ademan con dos dedos pidiendo que acercaran a Henry. Nuestros hombres obedecieron, lo obligaron a abrir la boca dándole un par de golpes. —Trágala hijo de perra—Henry forcejeaba negándose a tragar lo que sea que tío Michael le dio, pero volvieron a obligarlo. Repitieron el proceso con Tania y justo cuando Tania la trago tío Michael levanto la mano donde tenía su reloj de mano a la altura de sus ojos, observando en silencio, transcurrió un largo minuto, y digo un largo minuto porque para mí era una odisea continuar despierta. Tania y Henry que se encontraban de rodillas comenzaron a retorcerse. —Bien, es tiempo ¿saben cómo le llamamos a estas pequeñas píldoras que acaban de tragarse? —Se retorcieron todavía más emitiendo gritos ahogados desgarradores. —No, no saben. Porque fueron diseñadas para eliminarlos. ¿Qué les parece si la llamamos...mátame? —continuo diciendo tío Michael mientras los observaba e indicaba que los pusieran de pie. Cayeron varias veces y la última vez nuestros hombres se vieron obligados a sostenerlos—Mátame, porque desearan morir antes de que la pastilla haga efecto completo. El dolor que experimentaran los llevara a desear la muerte. —susurro tío Michael de manera tenebrosa. Los rostros de Henry y Tania estaban deformados por el dolor. De esos lamentos que te desgarran el oído. Después de otro largo minuto en el que comenzaron a escupir sangre. —Quiero que caminen hacia la bodega en llamas—les dijo a ambos, nuestros hombres los soltaron y cayeron, los levantaron una vez más y comenzaron a caminar de manera muy torpe escupiendo sangre a su paso. Escuche un disparo, tío Michael les había disparado, tres disparos más sonaron, uno en cada pierna. Cayeron al piso por el dolor, pero su agonía aun no terminaba— ¡De pie! —espeto tío Michael, la escena era tan brutal, cruda y escandalosa que hasta a mí me dio miedo. Los hombres de tío Michael se acercaron a empujarlos a la bodega en llamas, se desplomaron en el marco de la puerta que cayó encima de ellos y comenzó a arder. Aun después de su agonía gracias a la píldora que tío Michael los había hecho tragar, podía escuchar los desgarradores gritos con los que probablemente tendría pesadillas por algún tiempo. Tío Michael no solo quería asegurarse de que sufrieran si no de que murieran también. La bodega término de derrumbarse fue entonces cuando perdí la consciencia, cerré los ojos escuchando como un helicóptero descendía. Sintiendo como una ventisca de aire helado me congelaba la cara gracias al mar de lágrimas lloradas. Y el corazón se me encogía, mientras mi cabeza solo proyectaba la imagen de un Alec inconsciente probablemente muerto. — ¡Miranda, no! te necesito despierta—fue lo último que pude escuchar de la voz de Patrick que hablaba frustrado.
*Patrick POV*
Nos había costado trabajo rastrearlos como para que ahora estuvieran los dos inconscientes, y con los signos vitales débiles según Andrew, que había venido en el helicóptero.
—Ambos perdieron mucha sangre, me sorprende que sus corazones sigan latiendo, débilmente, pero siguen haciéndolo. —dijo Andrew revisando ambos cuerpos inmóviles.
—Las quemaduras que sufrió Miranda en los pies, son superficiales, le provocara sensibilidad, pero sanaran, cicatrizaran y no habrá cicatriz de relieve, solo unas cuantas manchas—dijo mientras examinaba las quemaduras, me acerque para observar su delicada piel estaba enrojecida y parecía que si el más mínimo roce le dolería.
—Las de Alec en cambio, son otro nivel. —dijo Andrew de manera preocupada sopesando y tocando con cuidado la espalda de Alec, retiraba con mucho cuidado los restos de lo que fue una camisa. —Puedo decir casi asegurando, sin mencionar la falta de luz y el movimiento constante del helicóptero, que las de Alec son quemaduras de segundo grado en la mayor parte de la espalda y de tercer grado solo en algunas partes. Necesito revisarlo a fondo para saber si necesitara injertos de piel. —me incline ahora hacia el lado donde estaba recostado Alec boca abajo. Su espalda estaba al rojo vivo, tenía serias quemaduras, incluso verlas provocaba dolor, en algunos lugares hacían relieve, tenía una bala en una pierna y la otra estaba llena de raspones hasta donde yo alcanzaba a ver, tenía una parte de la cara ensangrentada, el pómulo amoratado y con una pequeña abierta, el labio roto. Verlos inconscientes ahí juntos era una escena desgarradora. Michael se limitaba a tomar afectuoso la mano de Miranda mientras la veía con un amor tan grande que ni siquiera podía imaginarme como se pondría si ella no pasaba la noche.
— ¿Qué me dices de las heridas de bala? —le pregunte a Andrew.
—Alec ha perdido mucha más sangre que Miranda, curiosamente es la misma pierna la que tiene la herida de bala. —dijo sin mirarme mientras iba con el piloto. Me quede aquí sentado, deseando llegar ya al hospital, no quería tentar la suerte ni tampoco su suerte para seguir vivos. Sentí como el helicóptero comenzó a descender. Cuando por fin estuvo sobre tierra, bajamos Michael y yo primero, note que estábamos en la azotea del hospital, las luces de la ciudad estaban en todo su esplendor y el tráfico de la calle se escuchaba tan tranquilo, lo más tranquilo que se puede estar en la ciudad de Nueva York. Unos paramédicos y enfermeros se acercaron para ayudarle a Andrew a bajar las camillas.
—Llamare a Leila, debe de estar preocupada y Grecia no debe de tardar en llegar. —dijo Michael intentando ocultar la preocupación en el tono de voz, siempre había sido un hombre tan firme como el roble, pero su firmeza esta noche estaba siendo dominada por la preocupación y la angustia de perder a Miranda. El helicóptero comenzó a ascender, las camillas estaban entrando en el elevador, yo caminaba aun lado de los enfermeros y Michael un poco más atrás. Un momento solo un momento camine por inercia desconectándome del mundo, rogando al cielo que los mantuviera con vida, cuando mis ojos captaron que los enfermeros se movían alarmados y comenzaban a hablar y caminar más rápido.
—Doctor, está teniendo un paro, su pulso callo, está demasiado débil, casi no lo siento—dijo el enfermero pulsando el botón del elevador, que casi de inmediato se abrió.
—Lo siento Michael tendrán que ir por la entrada de servicio, tenemos que ir al quirófano de inmediato si quieren que impida que muera. — los colores se me fueron del rostro, vi como las puertas del elevador se cerraban y Andrew movía los labios, me obligue a bajar las escaleras, detrás de un apresurado Michael, estaba muriendo y lo único que podíamos hacer era esperar noticias.

PREFIERO MORIR ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora