107.- Volver a casa.

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*Tiempo después*
Las arcadas no se detenían, y ya me dolían los músculos del estómago. Llevaba toda la mañana vomitando, corriendo de la cama al baño y cada vez que lo hacía Alec acudía detrás de mí. Pero cerraba la puerta para que no me viera arquearme y no de placer, si no por el esfuerzo de mi cuerpo al vomitar. Esta era la quinta vez que devolvía el estómago.
—Miranda, nena, déjame pasar—pidió Alec tierno del otro lado de la puerta, tocando con sus nudillos ligeramente la puerta.
—No, vete. No quiero que me veas así—dije arqueándome de nuevo sintiendo como el líquido amargo subía estrepitosamente por mi garganta.
—Nena es la quinta vez que haces esto, empiezo a preocuparme—dijo muy suave, tan suave que sus palabras me acariciaron el oído. Y de repente me dieron ganas de llorar.
—Estoy bien, el pescado de la comida  debió haber estado en mal estado—dije sosteniéndome en el retrete.
—Quizá, pero necesito llevarte a un médico. Déjame pasar cariño—musito de nuevo. Me levante del piso y fui directo al espejo. Me veía horrible, tan blanca como el papel, con unas ojeras horribles como si no hubiese dormido días. Me cepille los dientes por quinta ocasión en menos de dos horas y eche algo de agua en mi cara. Me hice toda la melena de cabello despeinado hacia un lado y abrí la puerta. Alec seguía recargado en el marco de la puerta.
—No vuelvas a hacer eso—me dijo serio, mientras pasaba uno de sus brazos por mi cintura y me acercaba a su pecho, para besar mi coronilla y acariciar mi espalda.
—No es lindo que me veas vomitar.
—No digo que tenga que ser lindo, quiero estar ahí, acariciando tu espalda y sosteniendo tu cabello, te he visto en peor estado—dijo divertido, logrando que levantara el rostro y lo mirara con una falsa mirada de desaprobación.
—Aquí viene de nuevo—dije inclinándome hacía enfrente, llevando una mano a cubrir mi boca y comenzando a correr al baño, Alec me siguió muy de cerca y esta vez logro entrar, me incline en el retrete y comencé a vomitar de nuevo, Alec se acercó, sostuvo mi cabello y acaricio mi espalda para que me relajara. Era el momento más incómodo, aunque él lo hizo parecer tierno e incluso lindo.
Media hora después estaba recostada en la cama, con las extremidades de trapo, sudando frio y adolorida del abdomen, tenía un vaso de zumo de naranja en la mano y me lo estaba bebiendo lentamente y a traguitos.
—Por aquí por favor doctor—decía Alec guiando a un hombre hasta que estuvo mirándome desde el marco de puerta.
—Buenos días señorita—saludo el caballero que estaba entrando por el marco de la puerta de nuestra habitación. Hablaba inglés pero tenía ese característico acento ruso. Di un pequeño trago a mi vaso de zumo de naranja y lo deje en la mesita de noche, para acomodarme las mantas.
—Nena, este es el doctor Petrov, ha venido a revisarte—dijo Alec acercándose a mi besando mi frente, y pasando el brazo por mis hombros. Asentí sin decir nada dedicándole una mirada educada.
—Si me disculpa señorita, voy a acercarme—Alec retrocedió algunos pasos, sin perderme de vista y el doctor comenzó a acercarse con varios utensilios que traía en un maletín negro de piel.
Después de medir mi presión, checarme el pulso, revisar a tientas mi estómago y haber revisado mis ojos con una lamparita de una luz intensa. Comenzó a guardar sus utensilios, mientras suspiraba y sonreía muy levemente.
— ¿Y bien, doctor Petrov? —pregunto Alec ansioso, caminando de nuevo hacia mí.
—Поздравляю, вы беременны—el doctor hablo en un perfecto ruso, pero yo no había puesto atención suficiente a sus palabras, así que, aunque supiera hablar ruso, no pude descifrar lo que había dicho, pero al parecer Alec si, abrió los ojos como platos y pregunto titubeante.
— ¿Esta seguro doctor? —pregunto ilusionado con una sonrisa preciosa formándose en sus labios.
—Muy seguro, aproximadamente cuatro semanas, quizá seis...—afirmo el doctor, dirigiéndose a la que era la salida.
—De cualquier forma recomiendo que se haga una revisión exhaustiva en cuanto estos síntomas pasen, que se mantenga hidratada y que coma cosas ligeras.
—Claro que si doctor, como usted diga—dijo Alec agitando la mano del doctor Petrov a modo de despedida y se acercó a mí, se sentó a mi lado, y me atrajo hacia él. No sabía si estaba muriendo y por eso no entendía que se alegrara por mis evidentes malestares. Se separó de mí y llevo su mano a mi vientre, se inclinó sobre él y comenzó a hablar.
—Así que, tu estas provocando que tu mami se sienta mal, pequeño bebé—dijo Alec ilusionado, acariciándome el vientre, deposito un beso sobre este y subió la mirada de nuevo para tomar mi cara entre sus manos, una mano en cada mejilla.
—Alec...—dije hablando temerosa— ¿De qué hablas? ¿Será que...? ¿Estoy emba...?—no pude terminar la frase. Los recuerdos de mi primer embarazo se agolparon en mi mente y el terror me inundo, no quería pasar por esa pérdida de nuevo. Era una herida que aún se encontraba abierta, y que me plantaba en mí, miedos que me devastaban, que me hacían querer llorar de tener la sensación de volver a experimentar algo como eso.
—Estamos embarazados cariño—dijo cariñoso depositando un dulce, dulce beso en mis labios. Sus ojos brillaban y su sonrisa era irrefutable, de verdad quería ser papá. Y yo de verdad quería que formáramos una familia. Pero tenía miedo, mucho miedo.
Una lágrima corrió por mi mejilla, la limpie de inmediato. Pero no tanto como para que Alec no la notara. Y casi como si hubiese leído mi mente, hablo acercándose a mí, podía sentir su aliento golpeando mi nariz y mis labios.
—Sé que tienes miedo nena. Pero esta vez estoy contigo y no dejare que nada malo les pase, a ninguno de los dos ¿de acuerdo? —pregunto esperando una respuesta. Y al notar la ausencia de esta volvió a hablar.
—Estamos juntos en esto nena. Estoy aquí. Contigo. Para siempre. No iré a ningún lado, mi sitio está a tu lado. Para ti, por ti...hoy y siempre...—y me derretí, me derretí por completo. Estaba totalmente consciente de que una de las cualidades que me habían enamorado de Alec, era su habilidad para usar las palabras, en el momento correcto, las palabras adecuadas.
—Y ahora este pequeño...—musite comenzando a sonreír, llevando mi mano a mi vientre y acariciándolo. La mano de Alec se posó sobre la mía y me hablo mirándome a los ojos.
—Claro que si—musito tierno, mientras besaba de nuevo mis labios.
—Ahora duerme, necesitas recuperar fuerzas nena—dijo recostándome en la almohada. Y mi cerebro comenzaba a proyectar una imagen de un Alec sonriente jugando con un pequeño niño. Una escena encantadora y me quede dormida en su pecho, con una sonrisa y con esperanzas renovadas.
(...)
— ¿Seguros que no quieren saber cuál es el sexo de sus bebés?—pregunto la doctora rusa muy emocionada, que pasaba el aparato por todo mi vientre que estaba ya muy hinchado, había estado comiendo demasiado y sentía que para los meses que tenía estaba demasiado gorda. Y era frustrante, había perdido las curvas y el envidiado vientre plano que tanto me había costado.
—No, queremos que sea sorpresa—contestamos Alec y yo de manera simultánea.
—Bueno, es que yo debería de decirles, que si fijan su atención aquí, podrán darse cuenta de que...
— ¡SHHHHH! —emitimos Alec y yo. —Queremos que sea sorpresa doctora. —la doctora sonrió complacida y comenzó a limpiar el gel de mi vientre. La melodía de llamada sonó en el celular de Alec y se alejó un poco para poder contestar.
—Bien, señorita Anderson. Tiene veinte semanas de embarazo. Mismas instrucciones, no olvide tomar su ácido fólico, sus vitaminas, comer bien, dormir bien y sobre todo guardar reposo. —dijo anotando en una pequeña receta médica, baje de la camilla acolchada en la que estaba, bajándome la hermosa blusa floreada de maternidad. Traía puestas unas valerinas, y un suéter a juego. No podía usar tacones casi desde que inicio el embarazo la doctora me los había prohibido. Sin mencionar que cada vez que nos presentábamos a consulta, nos preguntaba si queríamos saber el sexo de nuestros bebés, aun cuando nos había preguntado tantas veces y nuestra respuesta había sido la misma.
—Te recetare una crema para las estrías y otra para refrescar los pies y las piernas—dijo terminando de escribir, firmando la receta médica y extendiéndomela
Escuche el picaporte de la puerta abrirse y dirigí mi mirada hacia haya, era Alec, estaba sonriendo.
— ¿Todo bien doctora Smirnov? —pregunto poniéndose detrás de mí silla, pasando sus manos por mis hombros.
—Todo bien Alec, mismas indicaciones—afirmo la doctora, Alec me dio la mano ayudando a levantarme. Nos despedimos de la doctora y salimos al pasillo. Alec me detuvo antes de seguir caminando y se posó frente a mí, tomando mis manos.
— ¿Qué sucede? —pregunte curiosa, mirando el agarre de nuestras manos para después subir la mirada a su rostro.
—Podemos volver, volveremos amor—dijo esperanzado abrazándome. Automáticamente supe de que hablaba y mi corazón brinco de felicidad. Volveríamos a casa...

PREFIERO MORIR ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora