1. Testamento

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—Lo que necesito es una madre subrogada.

El sol bañaba a Zhang Yixing cuando se levantó de la butaca de cuero en el despacho de su abogado. Se detuvo junto a la ventana y contempló el mar que acariciaba la costa de Georgia aquel día de principios de diciembre.

Nunca podría vivir apartado del mar.

—Lo que necesitas es una mercenaria sin instintos maternales.

—Exactamente.

Yixing tenía miedo de que Jake House estuviera en lo cierto. Y si no conseguía encontrar a una mujer así, sus sueños acabarían en una subasta, junto con su hogar ancestral, al cabo de un año.

Yixing se volvió y miró a su abogado directamente a los ojos.

—¿Se te ocurre alguien?

Jake sacudió la cabeza y luego se pasó una mano por su elegante cabeza gris.

—Me temo que estés persiguiendo una ilusión —dijo con pesar—. Nunca he conocido a una mujer tan dura como para estar dispuesta a hacer eso. Vamos a ver, deja que repase el asunto: quieres una mujer que acepte ser madre subrogada; una mujer dispuesta a tener un hijo tuyo, a cambio de una suma de dinero especificada en un contrato, y que pierda todos los derechos hacia su hijo en el momento en que éste nazca.

—Justo.

—¡Dios! —Exclamó Jake lanzando un suspiro—. ¿No te resultaría más fácil casarte? ¿Qué vas a hacer tú solo en esa isla con un niño pequeño?

Yixing se volvió de espaldas al mar y se metió las manos en los bolsillos de los pantalones del traje negro.

—Casarme no sería más fácil —dijo con una sonrisa sarcástica—. Sabes muy bien el tiempo que mi madre duró en la isla. Y mi único intento de matrimonio fracasó antes de llegar al altar, cuando ella se enteró de que no iba a abandonar la isla. Las mujeres necesitan una vida social que yo no les puedo proporcionar.

En una ocasión, se permitió soñar con una mujer que amase aquella isla en estado natural y con quien pudiera formar una familia.

Ahora, sabía que ese sueño era imposible.

—¿Estás seguro de que el testamento del abuelo es legal?

—Absolutamente —contestó el abogado—. Yo mismo lo redacté, ¿lo has olvidado?

—Sí, es verdad. Jake, he pensado mucho en este asunto. La verdad es que me hace ilusión tener un hijo; al cabo de unos años, podrá compartir mi preocupación y dedicación a las tortugas y yo podré pasar mi trabajo a alguien que lo amará tanto como yo.

—Podría ser una... hija.

Yixing se encogió de hombros.

—No soy machista, no me importa que sea una chica. Una chica criada en la isla estaría acostumbrada al aislamiento, no tendría nada que ver con una mujer recién llegada, pero acostumbrada a otra vida.

—Entonces, ¿sigues insistiendo en los términos del contrato?

—Sí —respondió Yixing con decisión—. Cuando busques a la candidata, asegúrate que entienda bien las condiciones. Estoy dispuesto a pagar una suma importante de dinero por fertilización in vitro, pero la suma acabará de pagarse cuando el niño nazca. Por el contrario, si la dama en cuestión insistiese en hacerlo de forma...

—Copulando, ¿no? —interpuso Jake con una sonrisa maliciosa.

—Sí. Bueno, en ese caso pagaré por adelantado, en el momento en que se confirme el embarazo; pero la cantidad será menor que si accede a fertilización in vitro.

—No comprendo por qué ofreces más dinero si es in vitro, y por qué tiene que esperar a que nazca el niño para recibir el dinero.

Yixing se encogió de hombros.

—A mí me parece lógico. No dispongo de mucho dinero; al menos, hasta que herede. No puedo pagar el coste de una fertilización in vitro y a la mujer al mismo tiempo. Si la subrogada prefiere in vitro, tendrá que esperar a que nazca el niño para cobrar el resto del dinero, pero yo heredaré entonces y podré ofrecer una buena suma.

—Sigo sin comprender por qué no ofreces la misma cantidad en ambos casos; el resultado va a ser el mismo, independientemente de los medios.

—Porque prefiero la fertilización in vitro —contestó Yixing sintiéndose enrojecer.

Jake sonrió.

—Interesante. ¿Y si topamos con una chiflada que prefiere un... cara a cara?

—Espero que puedas evitarlo. Además, cualquier mujer que esté dispuesta a aceptar este trato va a querer todo el dinero que pueda sacar. Cuento contigo para que encuentres a alguien que esté dispuesta a esperar un poco para cobrar... un buen cheque —Yixing miró a Jake, avergonzado e irritado por lo que su amigo parecía estar divirtiéndose—. Jake, te aseguro que no me apetece hacer de semental.

Jake se echó a reír.

—Entiendo. En fin, de todos modos, sigo creyendo que es una de las peores ideas que se te han ocurrido en toda tu vida.

—Bien —Yixing se acercó al escritorio y puso las manos en él con exasperación—. En ese caso, ¿te importaría decirme cómo si no puedo cumplir con las condiciones del testamento sin casarme? Cosa que, por supuesto, no voy a considerar.

Jake se recostó en su asiento tan cómodamente como éste le permitía.

—¡Qué demonios, no hay otra forma! —Exclamó, por fin, el abogado—. Tu abuelo no ha tomado en cuenta la adopción. Tu abuelo quería asegurarse de que la isla pasara a manos de su nieto, tú, y que tú se la pasaras a tus hijos; evidentemente, estaba dispuesto a verte casado y con familia.

Yixing se apartó del escritorio y volvió a acercarse a la ventana. No tenía muchas opciones y lo sabía.

Si no tenía un heredero en el plazo de un año, la propiedad de su familia durante doscientos años en la Isla de las Tortugas, frente a las costas del sur de Georgia, sería vendida en una subasta pública. Y él tendría la culpa.

—El programa del gobierno federal sobre los hábitats en peligro ya ha dado todo el dinero que podía dar, me he cerciorado de ello. Si la isla se pone a la venta, no tengo dinero para comprarla. Y las agencias inmobiliarias subirán todas las ofertas de los grupos ecologistas.

—Tienes razón —dijo Jake en tono apesadumbrado—, la única forma de que la Isla de las Tortugas siga en estado natural es que tú tengas un heredero.

—Y no tendré un heredero a menos que tú me encuentres a alguien, y pronto.

—De acuerdo, lo haré —Jake se puso en pie y ofreció la mano a su amigo—. Siento todo esto. Créeme que lo intenté, pero el abuelo no quiso escucharme y...

Yixing le estrechó la mano con firmeza antes de encaminarse hacia la puerta.

—Lo sé, Jake —dijo Yixing sonriendo con cariño—. Era más cabezota que una mula, ¿verdad? En fin, gracias por todo. Llámame en el momento en que sepas algo.

Yixing se pasó la mano por el cuello de la camisa y se soltó el botón superior. Estaba deseando quitarse esas ropas.

Salió del despacho al área de recepción de la oficina. La recepcionista alzó la cabeza y le sonrió.

Yixing asintió y le devolvió la sonrisa; ella no estaba allí cuando él y Jake habían entrado a continuar la charla después de haber almorzado juntos.

Era una pena que no fuese a encontrar una mujer como aquella recepcionista para que fuese la madre de su hijo.

Era una belleza de rizados cabellos castaños y unos enormes ojos violeta en un rostro pequeño y en forma de corazón.

Por lo que podía ver de ella, sentada detrás de un escritorio, debía tener una figura delicada y apostaba a que tenía unas piernas maravillosas.

dreams - yixingWhere stories live. Discover now