15. Xing

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Yixing cada vez estaba más preocupado por Camile. Aquella mañana se le había puesto la cara verde cuando él le mencionó el desayuno, y se había negado en redondo a dejar a Sunmi para ir a almorzar.

Tampoco había querido que Yixing le llevase comida, conformándose con unas galletas saladas.

¿Era posible que las náuseas y vómitos hiciesen abortar a una mujer?

No sabía nada sobre el embarazo de una mujer, pero estaba asustado. A primeras horas de la tarde, cuando Camile volvió por tercera vez del cuarto de baño, Yixing decidió que ya era suficiente.

—¿Te sientes así de mal todos los días?

Camile pareció sorprendida.

—Oh, no. Bueno, lo que quiero decir es que con Sunmi no me pasó. Este embarazo me está produciendo más náuseas, pero se me pasarán dentro de unas semanas. Suelen desaparecer después del tercer mes.

—Entonces, ¿dentro de cuántas semanas?

—Tres o cuatro.

—Estoy preocupado, Camile. No tienes buen aspecto. ¿Crees que podrías perder al niño?

Los ojos violetas de Camile ensombrecieron.

—Al niño no va a pasarle nada, Yixing. No te preocupes, no voy a poner en peligro la vida de tu hijo.

A Yixing se le estaba acabando la paciencia.

—¡No estoy hablando del niño, eso no me preocupa! Bueno, claro que sí que me preocupa, pero... estaba pensando en ti.

—Gracias por preocuparte por mí, Yixing, pero en serio te digo que no creo que haya ningún problema.

Fue el punto final a la discusión. Camile no estaba dispuesta a seguir hablando del tema, pensó Yixing con frustración. En ese momento, Sunmi gimió y Camile se inclinó sobre su hija.

Yixing también se acercó a la cama apresuradamente. La pequeña se había despertado con frecuencia aquel día y cada vez parecía más despejada.

—Hola, cielo mío. ¿Cómo está mi niña? —preguntó Camile acariciando la cabeza de su hija.

—Quero agua, mamá.

Camile le dio de beber con una pajita.

—Hola, Sunmi. ¿Te acuerdas de mí?

La niña agrandó los ojos y se lo quedó mirando, pero no dijo nada. Yixing le ofreció un dedo y la pequeña se lo cogió sin vacilación y con sorprendente fuerza.

—¿No te acuerdas del amigo de mamá, Sunmi? —le animó Camile.

Yixing captó el repentino brillo en los ojos de la niña un instante antes de exclamar: —¡Xing!

Yixing sonrió.

—Muy bien, eso es.

Camile sacudió la cabeza.

—No puedo creer que se acuerde de tu nombre. No te ha visto desde hace meses.

—Pero la impresioné. Camile, por favor, acércate al armario.

Yixing, sujetando la mano de la niña, hizo un gesto con la cabeza urgiendo a Camile a que se acercase al armario.

—Mira, Sunmi, tu mamá tiene unas cosas para ti porque ayer fuiste una niña muy buena. ¿Quieres un regalo?

Una sonrisa iluminó los ojos de la niña.

—¿Regalo para Sunmi?

—Sí, regalo para Sunmi —repitió Yixing—. Ahora mismo vas a verlo.

Camile, con expresión sorprendida, abrió el armario y sacó tres bolsas. Yixing sonrió mientras los ojos de Camile se llenaban de lágrimas.

—Eres increíble. Dáselo tú.

—No —respondió él enérgicamente—. El primero tiene que dárselo su madre.

Yixing se acercó a ella y sacó una foca de peluche de una de las bolsas.

—Me ha parecido que le gustaría.

Los ojos de Camile volvieron a llenarse de lágrimas mientras se esforzaba por sonreír.

—Es preciosa —respondió cogiendo la foca antes de acercarse a la cama de su hija. De otra bolsa, Yixing sacó un libro que trataba de un pequeño mono al que operaban.

Esperaba que a Sunmi le gustase. La niña comenzó a lanzar exclamaciones de placer mientras su madre, arrodillada junto a la cama, le daba la foca.

—Es una foquita, Sunmi. ¿Puedes decir foca, cariño?

La niña había abrazado la foca con el brazo que no estaba conectado a ningún monitor.

—¿Foca? Xing, foca.

—¡Qué foca más bonita tienes, Sunmi! ¿Qué nombre le vas a poner?

Sunmi la miró fija y prolongadamente y luego, de repente, exclamó: —¡Xing!

—Sunmi, yo creo que... —comenzó a decir él.

—Xing me parece un nombre precioso para una foca, Sunmi —interrumpió Camile—. ¿Quieres dormirte ahora un ratito con Xing?

Los párpados de la pequeña se estaban cerrando, pero negó con la cabeza.

—Voy a cantarte una canción para que te duermas —dijo Camile. Sunmi volvió a sacudir la cabeza.

—Xing canta, tú no. Xing, canta.

Yixing se echó a reír.

—Me da la impresión de que no podré negarme.

Camile sonrió.

—Le gustan las canciones de cuna.

—Conque las canciones de cuna, ¿eh?

Yixing sonrió contemplando a la niña abrazada a la foca, que era casi tan grande como ella.

—Sunmi, cielo, cierra los ojos mientras yo canto.

Sonriendo triunfalmente, la niña, adormilada, asintió. Camile se sentó en una silla, muy quieta. Aquel hombre era increíble. Le resultaba difícil de creer que no estuviese acostumbrado a los niños, era evidente que los comprendía instintivamente. No cabía duda de que Yixing sería un buen padre.

dreams - yixingWhere stories live. Discover now