16. Próximos cuidados

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Los juguetes que le había comprado a Sunmi eran muy apropiados para ella y había visto otros en las bolsas que debían ser para el niño que iba a nacer. Los ojos de Sunmi estaban clavados en el rostro de Yixing, aunque estaba perdiendo la batalla contra el sueño.

Cuando por fin Yixing acabó la canción, la pequeña estaba profundamente dormida y abrazada a su foca. Yixing se apartó de la cama y Camile le hizo un gesto para que se sentara a su lado.

—Cantas muy bien —le dijo ella con toda sinceridad.

—Gracias —respondió Yixing sin poder evitar ruborizarse.

—¿Has tomado clases de canto alguna vez?

—¿Clases de canto? No, nunca. No olvides que me crié en una isla desierta. Hasta que entré en el instituto mi maestro fue mi abuelo.

La confesión sorprendió enormemente a Camile.

—¿Quieres decir que nadie más vive en la isla?

Cuando Yixing negó con la cabeza, ella se apresuró a añadir: —Yo creía que había un pueblo pequeño; vamos, una aldea. No tenía idea de que estuviera completamente desierta.

—No creas que fue tan terrible. Me encantaba la isla; además, desde pequeño me interesó mucho la vida animal y eso me mantenía ocupado todo el tiempo. No me di cuenta de lo aislado que estaba hasta que no cumplí los catorce años y empecé a pensar en las chicas. Fue entonces cuando mi vida cambió un poco.

—¿Qué ocurrió?

—Me enviaron a un colegio interno, no muy lejos de la isla para que pudiera ir a casa los fines de semana.

Camile lo miró con mezcla de horror y fascinación.

—No puedo imaginar lo que debe ser estar tan aislado. ¿Y si te pones enfermo?

—Estamos en contacto por radio con el continente. Hay un helicóptero para emergencias.

—¿No hay otra forma de llegar allí? —preguntó Camile cada vez más impresionada.

—Sí, también se llega por barco —respondió él tensamente—. Vamos a buscar el correo y a hacer compra al continente una vez por semana. A los que vivimos en la Isla de las Tortugas no nos interesa mucho la vida social; por lo tanto, no nos resulta difícil el aislamiento.

—¿Te gusta vivir aislado?

—Me encanta.

—¿Cómo te sentiste cuando te marchaste interno al colegio?

No le resultó difícil imaginar a un chico saliendo de su casa por primera vez y se enterneció.

—No fue tan malo como temía. Hice amigos muy pronto y me ayudaron a no sentirme solo.

—¿Y luego fuiste a la universidad?

—Sí. Lo pasé muy bien, pero tenía ganas de volver a la isla.

—Yixing... ya sé que no es asunto mío, pero... ¿tienes pensado que... tu hijo se críe en la isla?

Yixing alzó una ceja, pero no se ofendió con la pregunta.

—Eso espero. No sé exactamente cómo voy a manejar el asunto, pero no creo que abandone la isla. Quiero que mi hijo crezca y ame nuestro hogar.

—¿No será peligroso para un niño?

—¿Por qué iba a serlo? Por supuesto que pueden ocurrirle accidentes, pero eso pasa en cualquier sitio. Además, en la isla no hay peligro de que lo atropelle un coche, que lo rapten, etcétera. Todo es relativo, Camile. Tú estás acostumbrada a los riesgos de la vida en una ciudad; pero, en mi opinión, la vida en la isla es menos peligrosa.

—No puedo imaginarme vivir así. No me extraña que tengas más apego a esas tortugas que a la gente.

—Esas tortugas dan muchos menos problemas que la mayoría de las personas que conozco —respondió Yixing en tono algo irritado.

Al oír el tono de disgusto en la voz de Yixing, Camile se arrepintió inmediatamente de su comentario.

Cierto era que no comprendía el estilo de vida de él, pero... ¿quién era ella para juzgarlo?

Yixing se había portado extraordinariamente bien con ella, mucho mejor de lo que nunca habría imaginado. Evidentemente, su vida debía ser muy rica.

Lanzando un suspiro, Camile le ofreció disculpas.

—Perdona, Yixing, que no comprenda tu estilo de vida, no me da derecho a criticarlo.

—Me alegro de que lo reconozcas.

Yixing seguía disgustado.

—Te has portado maravillosamente bien conmigo y te lo agradezco.

Camile sonrió y, atreviéndose a bromear, añadió: —Sobre todo, teniendo en cuenta que no soy una tortuga.

Yixing permaneció en silencio un minuto antes de responder: —Es verdad que no tengo mucho trato con la gente; en ese aspecto, mi vida tiene alguna carencia.

—No has podido resistir comprarle la foca a Sunmi, ¿verdad? —dijo Camile, con intención de seguir bromeando para quitarle importancia a la conversación.

Yixing bajó la mirada y se quedó pensativo unos instantes hasta que, por fin, aceptó el cambio de tema en la conversación.

—He decidido empezar a prepararlo todo para el nacimiento del niño.

—Me parece muy bien —respondió Camile sonriendo—. Vas a tener bastante trabajo con eso.

—¿Qué es lo que tengo que hacer?

—En primer lugar, tienes que comprar una cuna para los dos primeros años y también una mesa para cambiarle los pañales... y muchos pañales, muchísimos. Los recién nacidos necesitan que se les cambie de pañales unas dieciséis veces al día.

—¡Qué! —Exclamó Yixing con incredulidad—. ¿Cuánto tiempo dura eso?

—Lo suficiente como para que aprendas a hacerlo con suma eficacia y te hartes de ello. Para cuando cumpla seis meses, sólo tendrás que cambiarle unas seis u ocho veces al día.

—Creo que también tendré que aprender a cambiarle los pañales o... Bueno, también puedo enseñarle a Hilda cómo hacerlo.

—¿Quién es Hilda? —Camile no pudo evitar hacer aquella pregunta.

dreams - yixingWhere stories live. Discover now