35. no tiene sentido

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¿Qué le estaba preguntando? ¿Quería lo que ella creía que quería? ¿Lo que ella misma deseaba más que cualquier cosa en el mundo?

—No puedo quedarme, ya casi es la hora de acostar a Sunmi.

—Hilda la acostará. Ven conmigo. Yixing le soltó los hombros y le puso el brazo alrededor de la cintura.

—Quiero enseñarte... ¡Maldita sea!

Camile alzó el rostro sin comprender. En ese momento, él la soltó y comenzó a caminar hacia la orilla del mar.

Siguiéndolo, Camile pronto vio lo que lo había distraído.

La tortuga era enorme y las olas del mar de la creciente marea la adentraban en la playa. Cuando se acercó, casi vomitó. El olor que la tortuga despedía era indescriptible: huevos podridos, atún podrido y un bicho muerto, todo junto.

No pudo evitarlo y se alejó corriendo de allí sintiendo unas náuseas que la ahogaban. Se arrodilló en el suelo, dejó el bastón, bajó la cabeza y respiró hasta disipar el olor que el reptil le había dejado.

—¿Te encuentras bien?

Yixing estaba muy cerca de la tortuga. Camile asintió, sorprendida de que aquel terrible olor no le molestara.

Después de asegurarse de que ella estaba bien, Yixing dedicó completa atención al animal muerto. Por fin, Yixing se enderezó y corrió hasta donde ella estaba esperando.

Su rostro era sombrío.

—¿Era una de tus tortugas? —le preguntó Camile apesadumbrada. Al asentir, Camile le puso una mano en el brazo—. Lo siento.

De nuevo, Yixing asintió y ella pudo darse cuenta de que estaba haciendo un esfuerzo por controlar las lágrimas. Luego, alzando la cabeza y con las manos en las caderas, Yixing contempló el firmamento mientras un par de lágrimas afloraron a sus ojos.

—Es la Abuela —dijo Yixing—. Así era como la llamábamos. La conozco desde los diecisiete años... fue la primera tortuga que catalogué.

Yixing se interrumpió un momento y sacudió la cabeza.

—No puedes imaginarte el trabajo que me costó ponerle la etiqueta, y fue la que me enseñó la forma en que uno nunca debe acercarse a una tortuga. Venía todos los años a anidar.

—¿La ha matado un tiburón?

—Quizá un tiburón le haya comido la aleta izquierda, pero no ha sido un tiburón lo que la ha matado; un tiburón no podría con ella, a menos que le rompiera el caparazón. Y su caparazón está intacto.

—¿Y qué es lo que la ha matado?

La mirada de Yixing se tornó fiera.

—¿Quieres saberlo? Pues te lo diré. El hombre, Camile. La ha matado el hombre. Me jugaría la vida a que cayó en las redes de algún pescador. Ese es el mayor peligro para una tortuga en el vasto océano.

Yixing gesticuló salvajemente en dirección al horizonte carmesí.

—El hombre. El hombre que se niega a utilizar redes que no pongan en peligro a estas especies. Si esto sigue así, llegará el día en que esperaré en vano la llegada de las tortugas... porque no vendrán.

—¡Tiene que haber algo que evite que esos pescadores las maten! —exclamó Camile contagiada del dolor de Yixing.

Aquella era la primera vez que lo veía desesperado. De repente, se dio cuenta de que Yixing la necesitaba en esos momentos. Y también por primera vez, ella tenía algo que ofrecerle.

Siguiendo un impulso, alzó las manos y se las puso en las mejillas.

—Esta isla la heredará tu hijo. Has decidido dedicar tu vida a evitar que estas tortugas desaparezcan de la faz de la tierra. ¡No puedes darte por vencido ahora, Yixing!

Sin pensarlo, Yixing le rodeó la cintura con ambos brazos y bajó la cabeza mientras ella, que deseaba aquel beso más que nada en el mundo, esperó con el corazón en un puño.

La estrechó contra sí y, cuando por fin encontró sus labios, su lengua buscó la de Camile sin vacilación. Mientras Yixing la besaba, se entregó a él con un extraño sentimiento de dulce serenidad.

Luego, las manos de él comenzaron a acariciarle las caderas y aquello encendió el fuego de sus sentidos. La apretó más contra su cuerpo, se frotó con ella y, sin pensarlo, Camile le cogió una mano y se la llevó al pecho.

Sin embargo, mientras Camile estaba absorta en él, en responder a su deseo con su propia pasión, buscando los movimientos de su lengua, Yixing se apartó de su boca y dijo: —Esto no tiene sentido.

La soltó bruscamente, se volvió y se quedó mirando el océano al tiempo que se metía las manos en los bolsillos de los pantalones.

¿Qué no tenía sentido? Pensó Camile con incredulidad y dolor.

¿Para quién no tenía sentido? Lentamente, se volvió y comenzó a caminar en dirección a la casa. Yixing no la detuvo.

Cuando Camile entró en la cocina después de aquel paseo desolador, sólo la luz empotrada en un armario iluminaba la estancia.

—¿Dónde te has metido?

Camile se volvió rápidamente al tiempo que Yixing encendía la luz del techo.

—En ningún sitio, he venido a casa, eso es todo —respondió ella con voz enronquecida por el llanto. Yixing se acercó a ella.

—¿Cómo ha podido ocurrírsete semejante idea? Te he advertido de los peligros de este lugar... y así, con pantalones cortos y sandalias. ¡Has tenido suerte de no haberte encontrado con una serpiente por el camino!

—He tenido cuidado —le espetó ella mientras se sentaba—. He andado despacio e iba tanteando con el bastón.

Yixing tenía un aspecto peligroso.

—¿Por qué has vuelto tan tarde? No se tarda tanto en llegar. ¡Fui a coger el Jeep para traerte y mira! Esperando como un idiota.

Camile se mordió los labios, no sabía qué otra cosa podía hacer. Cuando Yixing se dio cuenta de que no estaba dispuesta a discutir con él, lanzó un gruñido.

Entonces, se acercó a ella que aún seguía sentada, se agachó y le acarició las mejillas. Camile sintió el calor de su mano en cada célula de su piel.

—¿Te encuentras bien? —preguntó él sin poder evitarlo.

—El niño está bien, no te preocupes —respondió Camile duramente—. No he causado ningún daño a tu hijo.

—No te he preguntado por mi hijo, sino por ti —dijo él irritado, obligándola a alzar el rostro cogiéndola de la barbilla. Camile no pudo contener su mirada.

—Estoy bien —murmuró—. Cansada, pero eso es normal.

—Vete a dormir —dijo Yixing en tono autoritario.

—Eso es lo que voy a hacer.

Yixing la soltó entonces, se dio media vuelta, salió de la casa por la puerta de la cocina y se subió al Jeep.

dreams - yixingWhere stories live. Discover now