32. explicaciones

115 10 0
                                    


—Bien —respondió Yixing.

Los dos hombres se acercaron a la mesa. Jake puso encima unos papeles que necesitaban la firma de Yixing.

—Tengo ganas de acabar con todo este asunto. Sigo sin comprender por qué el abuelo puso esta ridícula condición para que heredase. Me harté de decirle que no estaba dispuesto a casarme sólo por darle nietos. Después de lo que ocurrió con mi ex, creí que me había comprendido.

Camile dejó de oírlos, absorta en el terrible significado de las últimas palabras de Yixing. Apenas se dio cuenta cuando Jake la besó en la mejilla y se despidió de ella para entrar en el Jeep en el que Axel, sentado al volante, iba a llevarlo al muelle.

Cuando el coche desapareció entre los árboles, Yixing se estiró y rió espontáneamente. Camile no rió con él.

—¿Te importaría decirme por qué Jake está preocupado con que el niño sea tu legítimo heredero?

Yixing extendió una mano con la intención de ofrecerle asiento, pero ella se apartó de él.

—¿Acaso este niño que llevo en mi vientre es el medio para conseguir una propiedad o dinero? —preguntó Camile con voz casi estridente. Yixing abrió la boca, la volvió a cerrar y luego lanzó un suspiro. Vio furia en los ojos de Camile... y también dolor.

—Cuando Jake me habló por primera vez de este asunto, creí que querías un hijo porque deseabas ser padre. A menos que haya malinterpretado vuestra conversación, no quieres un hijo sino un heredero. ¿Me equivoco?

—En parte —concedió Yixing—. Pero el asunto no es tan sencillo...

—Pues explícamelo para que pueda comprenderlo, Yixing —chilló ella.

—Vamos a sentarnos.

Yixing apartó una de las sillas de hierro forjado y, después de que ella se sentara, él hizo lo mismo. Camile cogió un vaso de limonada y bebió un sorbo. Su silencio exigía una explicación.

—Mi abuelo me crió —comenzó Yixing—. Se mostró encantado cuando comencé el programa de protección de las tortugas después de acabar mis estudios universitarios. Le gustó tanto que su mayor deseo era que yo tuviera hijos para que así siguieran mis pasos. Desgraciadamente, no le di ningún nieto. Mi abuelo no hacía más que insistir para que me casara y tuviera hijos, pero yo nunca me di cuenta de lo mucho que eso significaba para él.

Yixing se interrumpió y también bebió un sorbo de limonada antes de continuar.

—Mi abuelo murió el pasado octubre y Jake manejaba nuestra propiedad. Cuando me leyó el testamento, me dejó perplejo. Siempre se me dijo que heredaría la isla algún día, soy el único heredero. Y mi abuelo me lo dejó todo, pero con una condición: tenía que tener un hijo antes de cumplirse un año a partir de la fecha en la que se me leyera el testamento con el fin de heredar. De lo contrario, nuestras propiedades serían liquidadas.

La expresión de Camile era ilegible.

—Pero, de venderse, te quedarías con el dinero, ¿no?

—Sí, pero no se trata de dinero —contestó Yixing alzando la voz sin querer—. Mira a tu alrededor, Camile, ¿crees que vivo con opulencia?

—No, no vives con opulencia, pero es evidente que tampoco tienes que preocuparte de lo que cuestan las cosas.

Yixing se estaba enfadando. Camile parecía dispuesta a condenarlo sin escucharlo.

—Mi abuelo sabía juzgar a las personas. Sabía que mi trabajo con las tortugas es lo que más me importa en el mundo. Sin embargo, sabemos que, si la isla se vende, al poco tiempo empezarán a construir y la dedicarán al turismo. Y si eso ocurre, las tortugas tendrán que buscarse otro sitio para anidar, y no queda casi ninguno; y para colmo de males, las tortugas suelen volver a anidar al mismo sitio. Y si las playas donde anidan sufren cambios... ¡Quién sabe cuántas tortugas morirán! ¿Es que no lo entiendes? ¡No puedo permitir que se venda la isla! Sería un golpe mortal para las especies en peligro de extinción.

—¿Por qué no has pedido ayuda al gobierno?

—¿Crees que no lo he intentado? Pero no han podido, lo único que han hecho es desearme suerte. Me he puesto también en contacto con grupos ecologistas, pero no pueden competir con los especuladores. Te aseguro que no me importa el dinero; si así fuese, habría vendido la isla y me dedicaría a la buena vida. Pero lo único que quiero es salvar a las tortugas y ésta parece ser la única forma, teniendo un hijo.

Cuando concluyó, Camile bebió otro sorbo de limonada, pero no dijo nada.

—Bueno, di algo.

—¿Qué quieres que diga? —preguntó ella sin ceder.

—¿Comprendes por qué tenía que hacerlo?

Camile asintió lentamente.

—Sí, Yixing, lo comprendo, me parece perfecto que quieras salvar a las tortugas. Sin embargo, tengo serias dudas sobre los motivos por los que deseas este hijo. Tengo que recapacitar y decidir si quiero anular el contrato o no.

Yixing tomó aire y sintió que el estómago se le encogía.

—¿Anular el contrato?

Camile volvió a asentir.

—No estoy segura de que quieras este hijo por sí mismo. ¿Habrías considerado esta posibilidad de no haber necesitado un heredero?

—No —respondió Yixing sin vacilación—. Para mí, los hijos significan amor y matrimonio; sin embargo, ya me he resignado a que nunca tendré ni lo uno ni lo otro. ¿Puedes realmente imaginar a una mujer viviendo aquí? Voy a ser honesto contigo, nunca habría tenido un hijo de no haber sido presionado, pero también te digo que me hace mucha ilusión. Quiero ser padre.

Camile volvió la cabeza y fijó la mirada en el distante océano, mientras Yixing contemplaba su bonito perfil. Después, se vio presa del pánico y se puso en pie.

—Quiero este hijo, Camile, y no por las condiciones del testamento.

Camile no dio señales de haberlo oído y, consciente de que ella no estaba dispuesta a escucharlo en esos momentos, Yixing comenzó a alejarse.

—¡Yixing!

El detuvo sus pasos, pero no se volvió.

—¿Qué?

—¿Quién es la mujer que mencionaste antes?

—Alguien a quien creía que amaba... hace mucho tiempo.

—¿Por qué no te casaste con ella?

—Porque tenía el mismo interés que mi madre en vivir aquí —respondió Yixing con voz inexpresiva—. Al contrario que mi padre, yo tuve el suficiente sentido común como para darme cuenta de ello antes de llevarla al altar. 

dreams - yixingWhere stories live. Discover now