22. Islas de las tortugas

156 12 0
                                    

Axel estaba esperándolos en el muelle tal y como Yixing sabía que sería. Su esposa debía estar en la casa terminando de hacer los preparativos frenéticamente. Los dos se habían sorprendido cuando les dijo que preparasen dos habitaciones: una para una mujer y la otra para una niña.

Tendría que sentarse con ellos y explicarles la situación y el motivo de aquella visita.

Por su parte, Jake no había podido ocultar su sorpresa cuando Yixing lo llamó para darle la noticia.

Yixing apagó el motor de la lancha, arrojó los cabos a Axel y luego, volviéndose, se acercó al asiento que ocupaba Sunmi.

—¿Lista para conocer mi casa, pequeña?

Yixing extendió los brazos y la niña se arrojó a ellos, su cabello brillaba bajo el sol de la tarde.

—Mamá vene tamién.

—Sí, claro que mamá también viene.

Yixing saltó al muelle con Sunmi en sus brazos.

—Axel, ésta es Sunmi. Su madre es la otra invitada.

Le dio a Sunmi al hombre y se sintió aliviado cuando vio que la pequeña no protestaba.

—Y ahora, Sunmi, deja que vaya por tu madre.

Volvió a saltar a la lancha y entró en el pequeño camarote donde Camile había prometido descansar hasta la llegada a la isla.

—Bien, Bella Durmiente, tu turno.

Camile se sentó.

—No estaba durmiendo. Quería levantarme, pero como no me ha quedado más remedio que prometerte que me quedaría quieta...

Camile lanzó un suspiro.

—Eso es exactamente lo que me prometiste —respondió Yixing, luego se agachó y la cogió en sus brazos—. Vamos, voy a presentarte a Axel y después a casa.

—¡Yixing! Puedo andar. Bájame.

Él lanzó una carcajada.

—Ni hablar. El médico no quiere que pongas un pie en el suelo, así que no te queda más remedio que dejarme que te lleve en brazos.

En realidad, era maravilloso tenerla en sus brazos, ligera y frágil como una porcelana, sorprendido de los pocos cambios que aquel delicado cuerpo había sufrido con el embarazo.

Al agachar la cabeza para traspasar la pequeña puerta del camarote, olió el perfume de sus cabellos y, de repente, recordó de nuevo la noche que compartieron.

Era una fragancia única, una fragancia de mujer que lo envolvió. Camile lo miró con expresión interrogante y él se detuvo, absorbiendo el brillo de sus cabellos, el violeta de aquellos ojos y la suavidad de esos labios entreabiertos cuyo brillo era una invitación.

¿Le permitiría que la besase?

La idea de entrelazar sus lenguas le causó un estallido de sensaciones eróticas. Camile se quedó muy quieta y Yixing se dio cuenta de que era tan consciente de su cuerpo como él del de ella.

Los ojos de Camile se oscurecieron y su rosada lengua asomó a los labios, humedeciéndolos. La mirada de ella se clavó en la de Yixing cuando, sin poder controlarse, éste bajó la cabeza y la besó.

—¡Mamá! —Exclamó la voz de la pequeña—. ¡Mamá, ven!

Se rompió aquel hechizo sexual y ambos fueron presa de una insoportable frustración.

—Bienvenida a la Isla de las Tortugas —le susurró Yixing antes de reanudar sus pasos.

Yixing la llevó en brazos hasta el Jeep, donde esperaban la pequeña y Axel. Yixing hizo las presentaciones y luego todos se metieron en el coche para recorrer el accidentado camino del muelle a la casa.

dreams - yixingWhere stories live. Discover now