7. Hotel

163 15 0
                                    

Una vez en el vestíbulo, le dijo: —Ya tengo la habitación. ¿Le apetece subir antes por si quiere retocarse antes de la cena?

—Sí, buena idea.

De nuevo, Yixing se preguntó cómo iba a conseguir sacarla de su reserva. Quizá con unas copas y la cena...

La suite estaba en el piso séptimo. Yixing abrió la puerta y cedió el paso a Camile.

—Es una habitación preciosa —dijo ella entrando en la habitación. Al momento, se volvió y regresó al cuarto de estar.

Con intención de hacerla sentirse más cómoda, Yixing buscó un tema de conversación.

—Hace mucho que no paso una noche en un hotel. Me alegro de estar en un sitio para el que no necesito traerme mis toallas.

Tras aquellas palabras, su mente conjuró una extraña e inesperada imagen.

Se dio cuenta de que le apetecía darse una ducha o un baño con aquella mujer, enjabonarle la espalda... todas las curvas de aquel cremoso cuerpo. Entonces se dio cuenta de que ella no había respondido a su intento por entablar una conversación y volvió a ponerse nervioso.

¿Cómo podrían... hacer el trabajo si ella permanecía tan rígida?

Yixing se dirigió a la radio y la encendió, encontró una emisora que puso unos acordes de rock suave. Después, miró a su alrededor hasta que vio el bar.

—¿Le apetece una copa?

—No, gracias. Pero adelante, beba usted.

Yixing no solía beber, pero esa noche necesitaba tener algo en las manos.

—¡Oh, qué vista! —Exclamó Camile acercándose a los ventanales que ocupaban casi una pared—. Siempre he querido vivir a la orilla del mar.

Yixing se preparó un martini seco y, con él en la mano, se reunió con ella. Aunque era ya de noche, había luna llena y podían ver las olas bañando la playa.

—Me encanta el mar. Creo que no podría vivir apartado de él —dijo Yixing.

Camile volvió el rostro y lo miró con media sonrisa.

—Se le mete a uno en la sangre, ¿verdad? Yo tampoco viviré nunca más muy lejos del mar —confesó ella.

Yixing se alegró de aquel tema de conversación.

—¿De dónde es usted?

—Nací y me crié en Ohio, aunque estudié en Athens. Cuando me casé, vivimos allí durante un tiempo; sin embargo, después del divorcio, vine aquí para trabajar en el despacho de Jake.

El divorcio. A Yixing le habría gustado preguntarle sobre ese episodio de su vida, pero se contuvo.

—¿Qué ha estudiado?

—Educación preescolar. Quería ser maestra en un jardín de infancia.

—Pero...

—Pero me casé y dejé los estudios antes de acabarlos.

Yixing sintió que todavía le molestaba admitirlo.

—Todavía puede sacarse el título. Yo estudié biología y luego hice una tesis doctoral sobre las tortugas.

—¿Las tortugas?

—Perdone, siempre se me olvida que al resto de la gente las tortugas no les interesan tanto como a mí. Sí, me dedico al estudio de las tortugas marinas.

—Hay diferentes clases, ¿verdad?

—Sí, muy bien —Camile lo había sorprendido, la mayoría de la gente sabía menos que nada sobre las tortugas marinas—. Tiene razón. Hay tortugas mordedoras, que son las que yo estudio. Pero también están la tortuga carey, la tortuga verde o franca, la laúd o tortuga gigante...

—Debe gustarle mucho su trabajo.

—Me encanta, pero es muy frustrante. Las tortugas están en peligro de extinción.

—Sí. Bueno, en realidad es más apropiado decir que las están exterminando.

Yixing no quería exaltarse con el tema, ya estaba demasiado exaltado con la proximidad de Camile. Se llevó la copa a los labios y bebió un buen trago. El cabello de Camile se rizaba a la altura de los hombros. Estiró la mano y le acarició un rizo.

—Tiene usted un pelo precioso.

Camile dio un paso atrás.

—Es demasiado rizado. En el momento en que le cae una gota de agua luego no hay quien lo peine.

—Es muy bonito —insistió Yixing con firmeza.

Dejó la copa en el momento en que le vino la inspiración.

—Vamos a bailar.

Ella pareció quedarse perpleja.

—¿Bailar?

—Sí, bailar.

Yixing le rodeó la cintura con un brazo y le cogió una mano. En sus brazos, la sintió frágil y delicada.

—No se me da muy bien, pero creo que conseguiré no pisarla.

Ella sonrió. A Yixing le gustaron los hoyuelos que se le formaron en ambas mejillas.

—A mí tampoco se me da muy bien, pero me gusta.

Se movieron lentamente en el cuarto de estar de la suite.

Bailaban bien juntos, pensó Yixing con satisfacción. Mientras bailaban, Yixing la llevó al dormitorio, hasta alcanzar casi la cama. La cama era la razón de que estuvieran allí esa noche.

Por primera vez, a Yixing le asaltó la duda de poder cumplir. Todo parecía tan frío... ¡Era muy frío! Tenía un nudo en el estómago y, a pesar del cálido cuerpo de Camile junto al suyo y de lo que aquella mujer le atraía, no sentía ningún deseo en esos momentos.

¿Y si no conseguía...?

—No es necesario que me bese —dijo Camile de repente, negándose a mirarlo a los ojos, al tiempo que se apartaba ligeramente de él y se quitaba los zapatos.

—¿Eh?

Yixing le puso las manos en los hombros y se sorprendió al ver lo bajita que Camile era descalza.

Sus nervios comenzaron a calmarse ya que se dio cuenta de que tenía que calmarla a ella.

dreams - yixingWhere stories live. Discover now