11. Emergencia

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Yixing estaba en el muelle, delante del cobertizo donde guardaban las lanchas, con Axel, su empleado para todo. Aunque sólo eran mediados de febrero, los dos hombres ya estaban preparándolo todo para la llegada de las tortugas a mediados de marzo.

Esa semana estaban repasando los motores de las tres lanchas, preparándolas para el uso del verano.

La semana anterior habían reparado las canoas.

Yixing también había hecho el inventario de artículos que necesitaban para la protección de los nidos contra sus depredadores naturales, al igual que una lista con los artículos que necesitarían los estudiantes.

Yixing estaba cantando mientras trabajaba; últimamente, cantaba más que de costumbre.

Y sabía por qué: desde que Jake lo llamó para anunciarle el embarazo de Camile, el mundo le parecía distinto. Sin embargo, como Jake le había advertido que no cantase victoria hasta pasados los tres primeros meses, aún no le había dado la noticia a Axel ni a Hilda, la esposa de Axel.

Y, cuando lo hiciera, esperaba que no pensasen que se había vuelto completamente loco.

Había comprado todos los libros que encontró sobre el nacimiento y el papel del padre en la vida del hijo. En su siguiente viaje, compraría más sobre el desarrollo de la inteligencia. Al fin y al cabo, ya que iba a ser padre soltero, necesitaba estar informado por dos.

Axel acababa de encender la radio otra vez, un fastidio. A Yixing no le importaba no recibir noticias del continente, aunque sí le gustaba oír música; sin embargo, Axel tenía verdadera adicción a las escuchas de radiodifusión por las que se enteraba de todos los cotillees de sus vecinos de la ciudad, en el continente.

—Vehículo Número Cuatro del Servicio de Emergencia de Glyn County. Por favor, responda.

Yixing lanzó un suspiro.

—¿Es que todavía no te has cansado, Axel? Estoy harto de cantarme a mí mismo.

—Pues hazme un favor y, de paso, a ti mismo y deja de cantar —le espetó Áxel.

—... Niña con dificultad respiratoria. Se pide transporte al hospital urgente.

—Dénos la dirección —se oyó decir al conductor de la ambulancia.

Cuando se oyó la dirección, con un sobresalto, Yixing se dio cuenta de que... ¡Era la de Camile! Al momento, su mente conjuró la imagen de la pequeña criatura de rizos dorados.

El destornillador se le escapó de la mano y cavó al agua. No se dio cuenta. Algo le urgió a que corriese al lado de Camile, pero luchó contra ese primer impulso.

«No es aconsejable que la trates mucho».

«Sin embargo, este caso es diferente. Puede necesitar tu apoyo».

«Tal y como están las cosas, es bastante difícil ya».

«Sí, estaría loco si me viese mezclado en sus problemas, per... puede necesitarme».

—Axel, prepara la motora, tengo que ir al pueblo.

Yixing cogió una bicicleta y regresó a la casa.

Allí, preparó una bolsa con las cosas necesarias para pasar una noche fuera, y se despidió de Hilda: —Tengo que ir a la ciudad, no sé cuándo voy a volver. La hija de una amiga mía está enferma.

Axel no sólo había preparado la motora sino que también había cogido el Jeep para volver a llevar a Yixing al muelle.

Agradecido, Yixing saltó en el vehículo y, demasiado tarde, recordó por qué nunca se montaba en coche con Axel cuando éste conducía.

El vehículo dio saltos y más saltos, y Yixing agarró la bolsa con una mano mientras con la otra se aferraba al asiento. Pronto llegaron al muelle.

—Te llamaré por radio —gritó Yixing mientras saltaba a la motora.

Ya en el continente, cuando Yixing dejó la motora en el muelle y abrió la puerta del garaje donde guardaba el Mercedes, se dio cuenta de que se había comportado impulsivamente.

Por lo general, Yixing era una persona metódica.

Sin embargo, nada más enterarse de que Sunmi tenía problemas respiratorios, supo que debía ir allí. Camile podía necesitarlo y no parecía haber recibido mucha ayuda nunca.

Con pánico, se preguntó qué le habría ocurrido a la pequeña. Lo más seguro era que se hubiese tragado algo, a los niños les encantaba meterse cualquier cosa en la boca.

Pronto llegó al hospital, dejó el coche en una zona donde estaba prohibido aparcar y corrió hacia la entrada de emergencia. Camile estaba de pie delante de una ventana al fondo de una sala que le habían indicado.

—¿Camile?

Aunque pronunció su nombre suavemente, Camile se volvió de un sobresalto. Tenía los ojos rojos e hinchados y los labios le temblaron.

—¡Yixing!

Avanzaron el uno hacia el otro, reuniéndose en medio de la estancia. Ella extendió la mano como si fuera a estrechar la de Yixing al tiempo que intentó hablar, pero sólo le salió un ahogado sollozo.

Yixing le cogió la mano y tiró de ella hasta abrazarla.

No necesitó más. Al momento, Camile le rodeó el cuello con los brazos y sus lágrimas le empaparon la camisa mientras él la acariciaba con ternura. A pesar del temor que sentía por lo que pudiera ocurrirle a Sunmi, notó lo bien que se sentía al tenerla en sus brazos.

—¿Qué le ha pasado a tu hija? Vamos, cálmate. Cuéntamelo todo —le habló en tono bajo y tranquilizador; sólo consciente a medias de que repetía aquellas palabras una y otra vez.

Lentamente, los sollozos de Camile fueron cesando y, por fin, lanzó un largo suspiro. Apartándose de él ligeramente, se llevó las manos a la espalda y le forzó a que le soltase la cintura.

—Vamos a sentarnos y te contaré lo que le pasa a Sunmi.

Camile lo condujo a un sofá forrado con un tejido plástico. Se sentaron y él le cogió las manos.

—He oído por la radio que pedían una ambulancia para Sunmi. ¿Qué le ha pasado?

Camile respiró profundamente antes de contestar.

—Sunmi nació con un problema congénito de corazón. Le iban a hacer una operación el mes que viene para corregirlo, pero yo sabía que últimamente no se encontraba bien. Esta mañana... no podía respirar. Mi vecina no podía hacer nada y llamó al médico. Al verla, el médico ha decidido que no podía esperar a marzo y la están operando ahora. Ha dicho que... —la voz se le quebró, pero consiguió continuar—. Ha dicho que no viviría si esperábamos.

dreams - yixingWhere stories live. Discover now