Yixing se detuvo en la calle, delante de la puerta de la casa de Camile, el viernes que dieron el alta a Sunmi. Allí de pie, recordó la noche que Camile y él compartieron y le asaltó una erótica sensación.
Camile lo había tratado aquella semana como a un viejo amigo, evitando que se diera cuenta del fuego sexual que la quemaba al encontrarse en su presencia.
—Bueno —dijo Camile mientras Myrna, su vecina entraba con Sunmi en el edificio—, gracias por todo, Yixing.
—No hay de qué. Me alegro de haber podido ayudar —respondió Yixing mientras se estrechaban la mano formalmente—. Si necesitas algo, no dudes en llamarme.
Camile le dedicó una valiente sonrisa.
—Espero que no sea necesario. No te preocupes, estaremos bien. Jake va a saber cómo va todo, estoy segura de que te mantendrá informado.
En otras palabras, Camile no parecía querer tener más contacto con él; lo que era lógico, dadas las circunstancias. Y era lo mejor, Yixing tampoco quería que su amistad profundizase.
Lentamente, le soltó la mano y luego se marchó.
[*]
Cinco semanas más tarde, Myrna y Sunmi entraron en el apartamento de Camile y su hija de vuelta del parque. Sunmi saltaba y parloteaba con su niñera mientras su madre se asombraba del increíble proceso de recuperación de su hija después de la operación.
Respiró profundamente, se sentó en el sofá y recostó la cabeza en el respaldo para controlar otra náusea. Debido a los mareos, no había podido ir a trabajar las dos últimas semanas.
—¡Myrna, caballito! —Exclamó la pequeña—. ¡Ahora mamá caballito!
Camile se mordió los labios y sacudió la cabeza.
—Lo siento, cielo. Mamá no puede jugar a los caballitos hoy. ¿Lista para cenar?
—No quero cenar. Caballito.
—¿Todavía sigues con la gripe? —preguntó Myrna mientras Sunmi seguía insistiendo.
Camile vaciló, no sabía cómo contárselo a su vecina. Por fin, cuando Sunmi perdió el interés por que la llevaran a caballito y se marchó a su habitación, Camile decidió que era un buen momento.
—No tengo gripe —dijo con voz queda. Myrna alzó la cabeza.
—Entonces, ¿qué te pasa?
—No estoy enferma, estoy embarazada, Myrna.
—¿Qué estás embarazada? —preguntó Myrna con incredulidad.
—Sí.
—¿Te vas a casar?
Camile cerró los ojos brevemente. Esa era la peor parte.
—No, no me voy a casar.
Myrna guardó silencio unos momentos y luego preguntó bruscamente: —¿Se trata de ese hombre con quien te fuiste estas navidades?
Camile enrojeció al momento.
—Preferiría no hablar del padre del niño.
—Está bien, como quieras. Ya sé que no es asunto mío, pero sabes que a la gente de esta ciudad no le gustan este tipo de cosas y hablarán de ello. A tu jefe no le va a hacer mucha gracia, creo yo. ¿Te parece que podrías perder el trabajo?
—Mi jefe ya lo sabe y se ha mostrado muy comprensivo —respondió Camile sin querer dar más explicaciones—. Ha contratado a otra chica hasta que a mí se me pase el malestar.
En ese momento, Sunmi volvió al cuarto de estar.
—¡Mamá, caballito!
—No, Sunmi. Mamá te va a dar de cenar ahora.
—¿Quieres que dé yo a Sunmi de cenar y juegue un rato con ella para que así puedas descansar? —ofreció Myrna de corazón. Camile asintió.
—Te lo agradezco mucho, Myrna.
[*]
Jake la llamó el viernes siguiente y no se ando con rodeos.
—¿Te encuentras mejor?
—Algo mejor.
«Ahora sólo vomito una vez al día en vez de cinco», pensó Camile.
—Camile, ya llevas mucho tiempo así. Creo que deberías ir al médico. Quiero que lo llames ahora mismo para concertar una cita.
Camile buscó una disculpa.
—Ya ha cerrado hoy la consulta. Tendré que esperar hasta el lunes.
—De ninguna manera. En mi opinión, esto es una emergencia.
—Jake, por favor. En la última visita, al médico le pareció que estaba bien. Tengo que volver dentro de dos semanas y...
—Camile, tu salud me tiene muy preocupado. O bien llamas al médico o yo llamo a Yixing.
Camile se dio cuenta de que debía realizar una retirada estratégica.
—Perdona, Jake, pero Sunmi se está despertando. Tengo que dejarte, te llamaré el lunes, ¿de acuerdo? Y deja de preocuparte por mí.
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El día siguiente era sábado. Sunmi estaba jugando mientras Camile continuaba intentando sobrellevar las náuseas cuando sonó el timbre.
Se quedó perpleja cuando abrió la puerta y se encontró con Zhang Yixing.
—Hola, Camile —dijo con voz grave—. ¿Puedo pasar?