Capítulo 20 El pueblo

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Me despierta un WhatsApp de Alejando diciendo que ya viene en camino a buscarme, Dios, me quede dormida. Salgo corriendo de la cama, saco de la nevera la mitad de mi pasticho de anoche y lo coloco a calentar en el microondas, me doy una ducha rápida, salgo recojo mi plato y lo llevo a mi habitación para comer mientras me visto. Me coloco un suéter de hombros y cuello descubierto, negro y tejido, pantalón también negro y zapatos deportivos. Busco mi bolso e introduzco dentro de él: mi gorro y guantes. Me veo en el espejo y comienzo a maquillarme: Polvo, rubor, rímel, sombra marrón y mi pintura de labios roja. Me recojo el cabello en una cola alta pero recuerdo que a él le gusta mi cabello suelto, así que lo dejo así. Coloco el plato sobre el mesón para lavarlo después; bajo las escaleras con mi bolso encima de mi hombro derecho. Bajo las escaleras y cuando levanto el rostro, me consigo al frente de mí ah Aracelis entrando a su casa.

-Buenos días- le digo.

-Ohhh buenos días, señora ¿cómo le fue anoche? ¿A qué hora llegaste? Si es que llegaste- me pregunta mientras me acerco a ella. Rio a carcajadas por su comentario tan tonto.

-Psss sí, vine a dormir anoche, doña Aracelis. Y dormí sola por cierto. Lo menciono antes de que digas otra tontería- le digo.

-Hummm ok- dice levantando sus manos - entra para que te tomes tu café- entramos a su casa. Le comienzo a contar lo que hicimos ayer Alejandro y yo, pero a mitad del cuento se escucha una corneta de carro, es el, pienso y corro la venta, veo la camioneta afuera.

-Llego- digo mientras corro a recoger mi bolso, me tomo de una vez el poco café que hay en mi taza y corro a la puerta- me voy, luego te sigo contando, adiós- abro la puerta de la casa de Aracelis para salir y me encuentro a Carmen a punto de entrar; me despido de ella y solo alcanzo a oír su contesta en la lejanía. Cierro la puerta del frente y lo veo parado a un lado de la camioneta, se ve tan imponente y... galán así... wow. Y pensar que este hombre quiere salir conmigo, pudiendo salir con cualquier otra, alguien que no tenga mis problemas. Bajo hasta donde está el.

-Hola- digo de pie al frente de él.

-Hola, preciosas- me dice mientras se acerca a mi coloca los brazo arriba de mis hombros para abrazarme y besarme, yo coloco mis mano alrededor de él y le devuelvo el gesto, creo que comienzo a acostumbrarme a esto, me gusta. Abre la puerta del carro para mí y antes de subirme veo a la ventana Aracelis y las encuentro asomadas por esta, me despido con la mano de ellas y ellas hacen lo mismo, tienen la boca abierta. Alejandro gira a ver de quien me despido, vuelve a verme.

-¿Tu amiga?- me pregunta.

-Sí, Carmen, la loca de ayer, es la de cabello negro; y Aracelis, la de cabellos canoso- le digo señalándolas, y me subo a la camioneta, lo veo desfilar alrededor de la camioneta para subirse en ella, a mitad del camino se detiene saluda a mis vecinas y sigue su camino ¿podría existir en este mundo hombre más perfecto que este?

Comenzamos nuestro largo recorrido escuchamos música mientras que vamos hablando.

Llegamos al pueblo que nos dirigíamos y se puede ver la neblina pasar por nuestro lado, al igual que a las personas con chaquetas, bufandas y gorros; venta de comidas y postres típicos de la zona. Es un perfecto paisaje.

Alejandro deja la camioneta en un estacionamiento para realizar nuestro paseo a pie, recorremos el lugar, desayunamos empanadas y batidos de frutas, no soy amante a esos jugos pero hoy me siento de ánimo para tomarme uno. Seguimos nuestro recorrido y llegamos a un parque donde se puede montar a caballo; Alejandro monta mucho mejor que yo, me cuenta que cada vez que puede se escapa a la finca de un amigo para montar, tiene mucha suerte por ese privilegio. Nos tomamos fotos con los caballos y por el recorrido que realizan.

Sala de EsperaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora