ÚRSULA (SAGA:Feme Fatale #1)

Capítulo I

Londres, 1879.

Úrsula encendió una vela para alumbrar sus aposentos. El dormitorio tenía solo tres camas para Agnes, Adele  y ella por ser las de mayor edad. Las otras dos tenían un gran dormitorio aparte, pero siempre se iban de puntillas por las noches hacia la habitación de las mayores para  conversar de nimiedades y superficialidades normales en su juventud, tratando de olvidar por un momento los problemas que les afligían, a veces las conversaciones se tornaban serias, graves y reflexivas, otras veces las conversaciones tomaba matices rojos, de bajas pasiones y argumentos candentes.

Cualquiera que escuchara a aquellas jóvenes por la noche y tuviese la virtud de una mente abierta, sin duda disfrutaría de sus temas de conversación y sus refrescantes palabras.

Úrsula disfrutaba de ellas cada noche. Había ocasiones en las que le agradecía a su padre haber cometido aquellas acciones porque de lo contrario hubiese tenido el mismo destino que muchas de las jóvenes londinenses y se hubiese privado del elixir del conocimiento.

Porque que consideraba que el conocimiento era delicioso y placentero. Disfrutaba burlarse de la ignorancia de muchos hombres al creerse amos del saber pero que no notaban que afuera había un mundo resentido, creciendo por si mismo e independizándose de la nobleza.

Estaba decidida a usar todos esos conocimientos para acabar con la familia de su padre. Desenmascararía a esas artimañas y les haría pagar caro por la vida de su madre.

Lo consideraba una tarea fácil, solo debía seducir al bastardo y volverlo loco, dividir a su familia, llevarla a la ruina y desprestigiarla a tal punto de que ni aunque pasasen mil años nadie pudiese olvidar su deshonra.

Disfrutaba cada noche al lado de sus amigas por la intensidad de sus pensamientos al estar con ellas. Las ideas fluían por si solas y la soledad desaparecía en aquellos intervalos de acompañamiento, aquella soledad en la que le había dejado su madre.

Sin embargo, aquella noche era diferente y todas estaban consientes de ello aunque no lo demostraran y actuaran como si a la siguiente noche se volviesen a encontrar. Pero mucho distaba eso de la realidad. Sería la última noche que pasarían juntas, sería la última noche en que tres de ellas vivirían en aquel lugar que les cambió la vida, la mente y el corazón.

Todas sonreían aunque las lágrimas acumulada en sus ojos delataran lo que verdaderamente sentían. No querían separarse, desde luego que no, querían permanecer juntas y ser felices. No era que no tuviesen la oportunidad de hacerlo, la tenían, pero eran conscientes que muchas mujeres no tenían ese privilegio y era su deber dárselos.

—¿Creen que podamos lograrlo?— Ivy lanzó aquella pregunta al aire y así se quedó por varios segundos, suspendida. No la formuló como un signo de inseguridad sino más bien de intriga por saber la respuesta de sus amigas.

—¡Por supuesto que si!— Jasmine fue la primera en responder—. ¡Ya verás! En un futuro estaremos tomando té mientras nuestros maridos nos cocinan y atienden a los hijos, recordando los viejos tiempos en aquel viejo dormitorio del convento—imaginó risueña mientras veía hacia un punto fijo la escena materializada en su mente.

—Tu futuro no es muy alentador que digamos, querida Jasmine. Rebajar a los hombres al lugar que nosotras estamos no sería signo de progreso, no debemos caer en sus errores— refutó Agnes con aire inescrutable.

Jasmine blanqueó los ojos.

—¿Opinas entonces que  debemos dejarlos a nuestra misma altura cuando es evidente que no lo son?— cuestiona Jasmine—. Los hombres solo sirven para calentar oídos y levantar pasiones— insinuó pícara.

Jasmine era una jovencita jovial y llena de energía. Su rostro y manera de comportarse eran la personificación de la inocencia para quien no la conociera, pero para los más cercanos era la viva personificación del alter ego. Era calculadora y manipuladora, le tenía un odio desmedido a los hombres y era la que mejor se desenvolvía en las artes amatorias.