Lady Melania se dirigía a la casa de su padre para buscar consuelo en los brazos de su madrastra, la marquesa de Aldrich. Debido al luto las ventanas estaban cerradas y su casa se sumió en un funesto silencio que la agobiaba. La criada le abrió la puerta haciéndole una reverencia y deseándole silenciosamente un buen viaje. Cruzó el umbral luciendo un encaje de seda negro y un vestido de lana del mismo color que hacía notar su abultado vientre.
Dispuesta a subirse al carruaje caminó y se detuvo al casi tropezar con algo . Al percibir un olor fétido bajó la vista intrigada con lo que se había topado.
Soltó un grito desgarrador al ver la cabeza de un gato con los globos oculares fuera de sus orbitas y la boca abierta con la lengua a un lado.
Lady Melania volvió a gritar aterrada entrando nuevamente a la casa entre traspiés. La doncella la tomó de los brazos sin comprender y al dirigir la mirada donde su ama señalaba entre gritos, jadeó espantada ante semejante crueldad y aberración y trató de controlar a su ama. Pero esta ya había caído desmayada.
—No sabes cuanto detesto bordar — comentó irritada Jasmine.
—Que pena, lo haces muy bien —expuso Agnes mientras bordaba un hermoso pañuelo con un animal que aún no podía identificarse. Jasmine bufó —. Pero que modales tan poco refinados.
—No entiendo porqué estás bordando, eres un hombre ahora, no tienes que hacerlo — espetó enojada la joven.
Jasmine estaba disgustada. Habían tenido que levantarse muy temprano para acicalarse y prepararse para recibir a las visitas de las duquesas. Unas damas de la aristocracia pretenciosas que salían de sus dominios una vez a la semana para despedazar a todo la sociedad londinense inferiores a ella. La duquesa permitía estas reuniones en su casa por fines sociales y para mantener y hacer relaciones que le permitieran desenvolverse en el poder.
Obviamente resaltaba más la hipocresía que cualquier intención amistosa. Esas mismas mujeres se reunían en la casa de otra para despedazar a la duquesa que se había casado con un hombre veinte años más joven que ella y para colmo el mejor amigo de su hijo. Sin embargo, esas mismas mujeres tenían deseos reprimidos, deseos que anhelaban tener a un hombre tan fuerte y galante como Lord Aberdeen bajo su techo y sus sabanas.
El punto era que las jóvenes serían en principal tema de conversación en aquella reunión, y debido a las exigentes visitas que se avecinaban hacia la habitación que se encontraban, debían mostrar todas sus armas de encanto y su bien dotadas virtudes culturales en el campo de una joven dama respetable y educada por sobre todas las cosas. Jasmine detestaba hacerlo, y aunque era la más sobresaliente de todas en cuanto a modales después de Agnes, el simple hecho de hacer una reverencia le causaba repugnancia. Detestaba ser una especie de espectáculo de entretenimiento.
Agnes sonrió ante las muecas de disgusto de su joven y refunfuñada amiga y siguió bordando.
—Me gusta bordar, es relajante. Aunque no lo hago tan excepcional como Úrsula — comentó.
Úrsula le sonrió mientras terminaba de hacer su implacable bordado. Eran pequeñas rosas que lucían sencillas de no ser por los pequeños detalles. El mantel parecía haber capturado a esas pequeñas flores del jardín entre sus hebras de algodón debido al gran parecido que tenían con las reales.
—Me gustaría tener tus manos — Jasmine observó el bordado maravillada.
—No tienes mis manos pero tienes un excelente olfato.
—Lo sé, hablando de mi olfato. Percibo un olor rancio de perfume de rosas — tapó su nariz con el pañuelo que bordaba —. Tanto dinero y posición y compran perfumes de mal gusto.
Agnes dejó el bordado y tomó un libro tan pronto y escuchó a su amiga.
Las invitadas de Margaret entraron a la habitación para saciar su curiosidad y ver a las jovencitas de las que tanto se hablaban. Bellas sin duda, pensaron, algunas con verdadera admiración y otras con envidia.
Otras tantas quedaron maravilladas ante la pulcra educación de Sir Bruno y su hermoso acento italiano. Agnes tuvo que calmar sus impulsos de levantar las cejas o fruncir los labios al ver las claras insinuaciones que las mujeres le hacían mientras Úrsula y Jasmine trataban de mantener la compostura y no soltarse a carcajadas.
Al ver como las mujeres abandonaban la habitación no pudieron evitarlo más. Bajo la serie mirada de Agnes, Úrsula y Jasmine comenzaron a reírse a su costa.
—Vuelvan a sus bordados miladys, si no quieren ser sancionadas — ordenó furiosa mientras hojeaba el libro a mala gana. Sus palabras no hicieron si no desarmar a las jóvenes a carcajadas silenciosas para no alarmar a las visitantes.
—Pobre Agnes, imagínate llevarte a la cama a semejantes especímenes — comentó Jasmine entre risas.
—Malditas Hipócritas, mira que venir aquí para hablar de los demás cuando parecen hambrientas por hombres que pudiesen ser sus hijos. ¿Te imaginas la cara que pondrían si se enteran que eres mujer?.
—Una cara que lamentablemente quedará sólo en sus mentes.
—Es decepcionante, pero puedo conformarme con verlas sabiendo la verdad — Úrsula limpiaba sus lágrimas debido a la risa —. Supongo que su visita no fue tan mala después de todo. De esta manera creo que pagas muy bien el hecho de no usar el vestido por el que me esforcé tanto en diseñar.
Agnes sonrió.
Úrsula aún no superaba el hecho de que Agnes no le había informado de la decisión que había tomado y la había ilusionado imaginándose el diseño de su vestida en ella. Sin embargo, los esfuerzos de Úrsula no serían en vano.
—Descuida, pronto usaré tu vestido — comentó sin ganas de darles más detalles, cuando el momento llegara lo sabrían, no era de las que informaba sus movimientos.
Úrsula la observó con interés al igual que Jasmine.
—Podría saber que uso le dará —cuestionó Úrsulacon una ceja alzada —. ¿Acaso se la darás a tu pretendiente?.
Agnes blanqueó los ojos. Desde que había aceptado enamorar a lady Emily todos sus planes pasaron a segundo plano, no le molestaba ayudar a Úrsula, pero si jugar con una chica que sólo tenía el anhelo de ser comprendida por un hombre y que la valoraran por sus pensamientos. Ella más que nadie la comprendía, así que su plan de conquistarla no resultó tan difícil. Sólo tuvo que escribirle unas cuantas cartas y darle uno que otros libros prohibidos para ganar su confianza y amistad.
—No. No es necesario darle flores a Lady maleducada, ya se encuentra ilusionada con Sir Bruno —comentó.
Úrsula sonrió victoriosa al ver que todo iba viento en popa. Su venganza era imparable y marchaba por sí sola, eso le encantaba.
—Excelente, las cosas están marchando muy bien y la repentina, pero oportuna intervención del duque de Sutherland será una de nuestras mejores cartas.
—Ni me hables de ese Lord déspota —alegó Agnes —. No
arruines lo que luce como una buena mañana.
—Por lo visto no te agrada pero ni una pulgada.
—Nómbrame a una persona a la que le agrada que no sea su madre — Jasmine iba a levantar la mano pero Agnes le interrumpió —, y Jasmine que sólo ve sus ojos azules, su cabello rubio y su ¿cómo le dices?.
—Apetecible cuerpo — terminó la susodicha con voz ronca.
—Tal vez no te agrade pero tú si le agradas a él. Debes mantenerlo de nuestro lado, más aún si quiere emparejarme con el bastardo. Necesitamos de su influencia para hacerlo.
—¿De verdad piensas casarte con él?.
Úrsula llevaba días pensándolo y lo veía como la mejor opción.
—Es la única forma de destruirlos y obtener sus patentes.
—Ivy me contó que el día que entró a robarlas de su casa no las consiguió por ningún lado — Úrsula se levantó preocupada al oír lo que Jasmine le decía.
—Necesito hablar con Ivy.
—Lo harás en su debido tiempo, por los momentos debes mantenerte alejada, no podemos levantar sospechas y es mejor que caiga una a que caigamos todas—expuso Jasmine con seriedad.
Úrsula asintió comprendiendo.
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ÚRSULA (SAGA:Feme Fatale #1)
Historical FictionEn una época donde la mujer vale menos que el hombre. Úrsula junto a sus amigas buscan darse paso entre el poder a través de la manipulación y el arte de la seducción. Luego de pasar la mitad de su vida preparándose, finalmente a Úrsula se le presen...