Capítulo XXI

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Bari no mintió. El viaje había sido incómodo, más aún cuando su esposo la ignoraba olímpicamente. Pensó que sería un trayecto corto pero cuando abrió los ojos notó que el sol ya había salido y que descansaba en el hombro de Bari.

Casi se cae de bruces en el asiento cuando se apartó de ella como l peste al notar que había despertado y refunfuñó molesta.

—¿Dónde estamos? No he traído  ninguno de mis baúles.

—No será necesario— dijo bajándose del carruaje.

Úrsula lo siguió y miró a su alrededor un gran campo lleno de plantas de algodón con un camino de piedra bien conservado.

¿A dónde la había llevado?.

Admiró todo el paisaje mientras Bari charlaba con el cochero y bajaba un pequeño maletín. Frunció el ceño al ver qué el carruaje se alejaba y se acercó alarmada a su esposo?.

—¿Por qué se está yendo? ¿Acaso va a matarme y dejarme tirada aquí?.

—No. Sígame.

Caminaron varios minutos por los terrenos llenos de algodón hasta llegar a un pequeño bosque con un riachuelo. No comprendía nada hasta que notó que el vizconde de vez en cuando tomaba rocas, las veía, a veces las volvía a tirar y otras veces las metía en su pequeño bolso de cuero.

—¿Está buscando rocas?— preguntó incrédula.

—Piedras.

¿Acaso no había piedras en Londres?.

Blanqueó los ojos fastidiada.

Definitivamente era un lunático.

Caminó detrás de él y luego de media hora se dio por vencida y comenzó a buscar piedras ella también. Bajó la vista al piso rendida y…¿Era eso un cuarzo?.

Lo tomó para asegurarse y en efecto, la fría piedra ¡era un cuarzo!.

—¡Mire lo que he conseguido!— gritó sin poder ocultar su emoción y se lo mostró como una niña pequeña—. Es un cuarzo negro. Es utilizado para alejar energías negativas, tiene propiedades curativas y— cerró la boca al ver la mirada curiosa de Bari.

—¿Conoce usted de piedras?

—No…bueno yo— ¿qué le diría?—. ¿Estás son las piedras que está buscando?— Bari asintió.

—Así es. Pero no me ha respondido ¿Conoce usted de piedra y cree en todas esas supersticiones?.

Se encogió de hombros y soltó el cuarzo negro, luego se arrepintió y volvió a tomarlo para dárselo a Adele. Alzó el mentón y lo vio por encima del hombro.

—¿Hay algún problema si digo que sí?.

—Por supuesto que no, Milady, solo me ha dejado algo anonadado. ¿Quiere seguir buscando conmigo?— Úrsula hizo un ademán de que le daba igual aunque por dentro saltaba de la emoción.

Fueron buscando cuarzos por toda la orilla del riachuelo. Bari las tomaba y Úrsula les decía para que servían según lo que Adele le había enseñado y lo que ella había leído por su cuenta

Maravillado. Así se encontraba cada vez que la escuchaba hablar con tanta emoción de las piedras que tomaba. Nunca se imaginó que su esposa terminaría  al final de la mañana con la falda llena de cuarzos, los zapatos empapados y sonriente. No era para aquello que la había traído pero no podía perder la oportunidad para buscar piedras un rato, era su pasatiempo desde niño. Le encantaba todo tipo de rocas. Y al tenerla a su lado compartiendo un hábito tan especial para él, le hizo sentir algo extraño y satisfactorio. Sensación que desapareció cuando Úrsula no paró de hablar y hablar hasta marearlo.

ÚRSULA (SAGA:Feme Fatale #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora