Capítulo XXIII

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¡Feliz día de los inocentes!

No es una actualización es una broma.

Okno.

¡Espero les guste!

Ya no le agrada  la verdadera Úrsula. 

Al menos no la forma exagerada en que Úrsula mostraba su verdadero ser. 

En tan sólo unos días habían tenido ya varios altercados gracias a su comportamiento. Y no era que Bari tuviese poca tolerancia. No. era que Úrsula sabía exactamente a qué clavo atinarle para colmarle la paciencia. 

Bari era amante del orden y la pulcritud. Llegar a su casa y ver a la servidumbre intentando limpiar las huellas de pintura de su esposa no era algo que le agradara, mucho menos que le sirviera comida tan salada a tal punto de ahogarlo y que  mezclara los caldos con los cereales. Eran cosas que detestaba y que al parecer ella gozaba haciéndolas. Lo peor no había sido aquello, la gota que había colmado el vaso fue cuando ingresó a su alcoba para tomar una siesta y la encontró vuelto un caos, lleno de pinturas y papeles manchados de la misma, todo desorganizado, porque según, su esposa estaba remodelando las habitaciones. Gracias a Dios le ponía candado al taller cada vez que salía o las discusiones tomarían otro nivel. Le sacaba de quicio que alterara todo lo que él ordenaba y lo único que ella respondía luego de un intenso cruce de palabras era: 

“¡Cuando guste puede dejarme si no le agrado!”. 

Aquel comentario siempre cerraba las discusiones porque él, no estaba dispuesto a dejarla. 
Sabía que lo hacía a propósito. 

Por esa razón trataba de calmar sus ánimos y no prestarle atención a lo que hacía. Había tomado medidas drásticas con ella. Úrsula podía hacer lo que quisiera siempre y cuando se mantuviera alejada de su familia. Ese era el plan. Incluso le había prohibido la entrada a su hermana que siempre tenía la costumbre de visitarla por las mañanas para tomar té y galletas. La decisión le había afectado a Lady Amelia, pero lo creyó lo más conveniente para su bienestar. No podía confiar en ella. 

Sin embargo, así como habían cosas que lo sacaban de quicio, también existían aquellas que le sacaban una sonrisa sin querer. 

Cómo la vez en que llegó de un viaje de tres días y al mirar al techo completamente exhausto el mismo estaba pintado un jardín de girasoles. 

Una grandiosa obra de arte que le subió el ánimo y que disminuyó al ver qué Úrsula lo ignoró durante la cena sin emitir palabra alguna. Los altercados desaparecieron, y hubiese preferido que siguieran, aunque sea para conversar con ella y ver esos gestos de enojo que tanto comenzaban a gustarle. Pero luego de aquello Úrsula no volvió a molestarle.  
Por la mañana él permanecía en su taller y al salir en la tarde la servidumbre le informaba que Úrsula se encontraba en su cuarto de pinturas, él volvía a su trabajo y cuando salía en la noche con la esperanza de verla, no se encontraba en la habitación. La primera noche se preocupó y la buscó por todos lados hasta que la encontró en los jardines practicando, golpeando y entrenando duro como un militar del ejército. Desde ese día iba todas las noches a verla bajo la luz de la luna— o de los faroles de gases cuando está se ocultaba— y la veía entrenar duro, jadeante y sudorosa. Cuando ella regresaba a su habitación se aseguraba el mismo de preparar su baño y cuando ella descansaba, él la arropaba y velaba su sueños hasta que sus pesadillas pasarán, luego se iba a dormir y despertaba para seguir con la que se había vuelto su nueva rutina. 

No le molestaba que su esposa golpeara y se defendiera como un hombre. Le agradaba que fuera fuerte, independiente e inteligente. Todos sus libros favoritos habían desaparecido de la biblioteca e ido a parar en la mesa de noche de su esposa. 

ÚRSULA (SAGA:Feme Fatale #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora