Capítulo XXXIV

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Lleguéeeeee.

Ma-ma-maratón.

El sonido de sus pasos lentos y rítmicos les resultaban escalofriantes. Aquel mostro se acercaba para hacerle daño. Sin embargo, mientras estuviese encerrado en aquel escondite mágico, el nunca daría con él.

“Ocúltate en el armario de su despacho. No te buscará ahí”.

Esas fueron las palabras de su madre ya hace mucho, cuando los golpes se habían vuelto insoportables para él.
El sonido de su andar fue aumentado conforme las agujas del reloj avanzaban.

Tapó sus oídos y cerró con mucho ímpetu sus ojos . Su madre le había dicho que no lo buscaría ahí. Él le creía.

El monstruo entró a su propia guarida y tomó asiento. Reuniendo toda su valentía abrió sus ojos y se asomó para verlo por la pequeña abertura de la puerta. Su cuerpo temblaba del miedo. Llevó sus manos a sus espaldas temiendo que volvieran a lastimarla y comenzó a respirar con dificultad.

—¡Baronesa!— volvió a cerrar sus ojos temeroso y aturdido por el gritó.
Su pequeño corazón bombeaba con más rapidez de la normal, al ritmo del corazón de un colibrí. ¿Lo había descubierto? ¿Su mamá pagaría por eso?.

Se metió nervioso sobre su propio cuerpo, se encerró en su propio mundo, pensando en sus piedras y en lo hermosas que eran. Un mundo donde aquella horrible bestia no estaba.

Su madre ingresó al despacho. Su rostro era sereno y terso, uno de los más hermosos de Inglaterra. No obstante, su dificultoso andar y sus mojones de dolor que salían de vez en vez, eran la prueba tangible de lo maltratado que estaba su cuerpo debido a los violentos golpes de su esposo.

—¿Dónde diablos estaba?.

—Le estaba preparando algo de té— le tendió la bandeja que llevaba en sus manos posando la sobre el escritorio.

El hombre tomó la taza, ajeno al temblor de las manos de su esposa y de la ansiedad que transpiraba, alzó la taza de porcelana bajo la ansiosa mirada de la Baronesa.

Se detuvo a unos centímetros de sus labios, miró con suspicacia a su esposa y está agachó la cabeza.

—¿Dónde está el mocoso inútil?— no respondió—. Lo ha escondido ¿No es así? ¡Le he dicho mil veces que no se meta en los asuntos de hombres!.

—No sé dónde pueda estar.

—Búsquelo y tráigalo, quiero darle una lección hoy.

Los ojos de Francesca se nublaron al escucharlo .

—Primero tome su té para que—

—¡NO ME DIGA QUE HACER!— la mujer respingó y saltó de su lugar debido al temor.

—Discúlpeme, yo—

—Cállese— volvió a alzar la taza de té. La Baronesa lo observó ansiosa y suspiró cuando la vio tomársela—.Busque al mocoso.

—No.

—¿Qué acabas de decir?.

—No voy a buscar a mí hijo para que le hagas daño. Ya no más.

El hombre golpeó a puño cerrado el escritorio y la fulminó con la mirada.

—¡¿Cómo te atre-¡Agh!— llevó la mano a su pecho al sentir una punzada atravesarle el corazón.

ÚRSULA (SAGA:Feme Fatale #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora