Capítulo XVIII

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Sintió una segunda punzada más aguda que la anterior. Soltó un gemido lastimero y se dobló por el insoportable dolor. 

Bari llevó una mano a su espalda para ayudarla a ir a la cama. Estaba enojado y quería explicaciones, pero la herida de su esposa le hizo notar que no era el momento idóneo para pedirlas. 

Se recostó adolorida y desnuda sobre las suaves sábanas y tomo una calada de aire. El dolor constante no la dejaba ordenar sus ideas y pensar con claridad cualquier excusa o mentira que justificara su estado así que se mantuvo callada. 

—No hables ahora— cubrió su cuerpo de la cintura para abajo con una sábana mientras escrudiñaba la herida—.Cuando te mejores, tú y yo hablaremos seriamente. 

A Úrsula no le pasó desapercibido el trato informal de su esposo. No sabía si estaba enojado o si ya lo sabía todo, pero si era así lo mejor era irse, terminar su plan en las sombras y dejar toda aquella farsa de un lado.  

También estaba furiosa, había ignorado su existencia y pasando de ella durante días. ¿Por qué venía ahora?. Si sabía que la habían herido la hubiese dejado morir fingiendo demencia. 
Trató de levantarse siendo detenida sutilmente por Bari. Lo reprochó con la mirada y mientras él tapaba sus senos sin prestarle atención. 

Víctor entró y le tendió la bandeja a su amo con unas telas y un jarrón de agua. Le herida se habia abierto con la cabalgata y la sutura a medias casi se había descocido. No era una herida mortal pero si seguía abierta e infectándose dejaría de ser leve. 

—¿Hizo lo que le pedí?. 

—Si, su excelencia. No debe tardar en llegar—. Bari asintió y tomó la tela para remojarla y limpiar la herida. No sabía que hacer para detener el ligero sangrado y evitar que Úrsula sintiera dolor. 

La admiración que su íntimo amigo el doctor Erasmus le había profesado a Úrsula ya no le resultaba tan molesta o descabellada. Úrsula no demostró dolor más que pequeños gestos de irritación. No tenía idea de lo que había hecho su esposa pero sabía que había sido un acto valiente y desinteresado. Por ahora eso le bastaba.  

El mayordomo se retiró cauteloso, a esas alturas de su vida no había nada que le sorprendiera… 

—Jamás en mi vida había conocido a una persona tan insensata e impulsiva como tú. 

…Excepto escuchar a su amo hablando informalmente. 

Debía estar muy enojado, y no era para menos, su esposa había amanecido en su habitación con una gran herida en el abdomen. Pero escucharle hablar de esa forma le resultaba interesante— y que dios le perdonara— hasta divertido. 

Bari extendió sus manos al rostro de  Úrsula y soltó su cabello, peinándolo y llevándola tras su espalda cortando la respiración de su esposa con aquel acto. Úrsula desfallecería en cualquier momento, si no lo era por el dolor sería por el tacto del vizconde. 

—Tienes Fiebre—alejó su mano—. Veo que te encanta estar convaleciente en la cama— Úrsula iba a apartar su mano pero al notar lo que haría Bari reaccionó antes y la quitó. 

—¿Desde cuándo tiene la confianza de dirigirse a mí de esa forma?. 

—Desde el momento que otro que no fuera su esposo lo hizo— respondió—. Por lo visto  no has notado la gravedad del asunto o bien es una costumbre que salgas herida.  

—Si es costumbre o no, no es de su incumbencia lo que haga. Estoy casada, pero soy dueña de mis acciones y no tengo porqué explicarle a nadie— manifestó usando sus propias palabras en contra de él. 

ÚRSULA (SAGA:Feme Fatale #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora