Capítulo XXVI

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Su hombro derecho. 

El abrigo verdoso de Duncan se teñía de rojo al igual que el chaleco negro de Agnes en la misma zona, como si ambos hubiesen estado sincronizados para disparar en el mismo sitio.

A duras penas alzaron la mirada para ver a su contrincante y asegurarse que estaba con vida. Apretaron sus mandíbulas para soportar el dolor y simular una rabia mutua que era inexistente entre ellos. Estaban enojados, si, pero no uno del otro, más bien de su entorno, de las situaciones que los aquejaban, y del como habían llegado allí. Habían notado que habían desahogado su rabia en un compañerismo que nada tenía que ver con aquello y se arrepintieron apenas tomaron las armas. 

Sin embargo, ambas partes se negaban a aceptar su error. Prefirieron limar asperezas y demostrarse lealtad perdonándose la vida. Primero heridos antes que dar su brazo a torcer. 

Los otros tres hombres veían la escena conmocionados. 

—Mi esposa me dijo que Sir Kensie jamás había fallado a un disparo—le mencionó Bari a los hombres que se hallaban aliviados por el resultado. 

—Sabemos también que Duncan tampoco ha fallado un disparo en su vida— le secundó Lord Archivald. 

—Ambos son unos infelices que casi me matan del susto— dijo Erick para luego salir corriendo con su maletín a auxiliar a Duncan que era el que más afectado se encontraba por sus golpes anteriores. 
Agnes se levantó del suelo tomando una bocanada de aire para soportar el ardor y comenzó a caminar hacia el lado contrario. 

Archivald y Bari se acercaron preocupados.  
Archivald pensó de inmediato que aquel hombre había estado en la guerra al ver qué Sir Kensie, luego de levantarse del suelo, no hizo ningún gesto de dolor, solo mostró frialdad y seriedad. 

—¿A dónde vas? Estás malherido. 

Agnes lo ignoró y siguió caminando y al darse cuenta que su amigo no dejaría de insistir contestó: 

—Voy a curarme. Descuiden, estaré bien— su voz sonaba forzada pero aún así no perdió la calma y les sonrió para tranquilizarlos.  

Caminó algo tambaleante por la pérdida de sangre hasta la salida del parque adentrándose entre los árboles e ir en busca de Adele quien le había dicho— el día en que había ido al convento y se había enterado de los actos de Jasmine— que en dos lunas, ella la estaría esperando para atenderla en la Celestina. 

Cómo ocurría siempre que Adele le decía algo, no había entendido. Pero ahora que estaba herida comprendía. Adele no podía estar muy lejos. Le había dicho que la atendería en la Celestina, pero ¿Qué era la Celestina? 

Claro. La casa de Madame Celestine, así le llamaban cuando se escapaban del convento para ir a verla. 
Cerró sus ojos lamentándose y lanzando una maldición. ¿Por qué de todos los lugares tuvo que escoger la casa de Madame Celestine?. 

Tomó aquel rumbo sin remedio y deseando no haber fallado el tiro a propósito. Nuevamente la duda de si había hecho bien al dejar con vida a Duncan se había colado en su mente. Claro, eso si Madame Celestine no lo mataba primero cuando se enterara que la había herido. 

Duncan observó como Agnes se iba y frunció el ceño . Aulló del dolor al sentir como Erick trataba de sacar la bala y volvió a dirigir la vista hacia Agnes que se alejaba cada vez más. 

—¿A dónde va ese imbécil mocoso? ¿Qué no ve que está herido?— dijo entre dientes para soportar el dolor—¡Ay! ¡¿Por qué me has golpeado en la nuca?!— miró a Erick enojado. 

—Siempre sueles hacer un drama de todo. Lo mismo resultó con Michael, solo que esté fue más considerado y falló el disparo recibiendo el tuyo. Me alegra que Bruno al menos te haya disparado en el brazo— Duncan bufó. 

ÚRSULA (SAGA:Feme Fatale #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora