Los siguientes días Bari no bajó a desayunar. Christoph había alquilado su propia casa hacía que se sentía sola en aquel comedor.
Solo veía a su esposo cuando bajaba las escaleras para salir de casa y lo escuchaba abrir la puerta de su habitación a altas horas de la madrugada, en la tercera noche dejó de molestarse por sus salidas nocturnas y se resignó.
La discusión en el almuerzo no dejaba de producirse en su mente. Bari le tenía un gran cariño a su madre, lo supo al ver como este no objetó cuando la mujer le tomó la mano, pero también le tenía un gran rencor. ¿Por qué? ¿Por qué si el conde sabía que no era su hijo lo protegía y hasta quería darle el título? ¿Tanto amaba a la condesa?.
Las preguntas no dejaban de arremeter su cabeza y los días pasaron volando. El lunes había llegado, era la noche en que ayudaría a las chicas en su misión. Les habia dicho que no la visitaran por seguridad propia, la tenían demasiado vigilada así que toda la semana había estado ideando un plan para escaparse.
Como era la rutina desayunó, bordó y leyó un poco. Observó cuando su marido se fue y entrada la noche Regina se escabulló a su habitación tal como ella le había pedido.
—¿Estás lista? — le susurró.
—Si.
—Bien, ponte esto y baja por la ventana. Correrás hacia el sur para despistar a los hombres mientras yo corro hacia el norte— Regina asintió y sin pensarlo dos veces comenzó a bajar por la ventana.
Úrsula observo desde arriba como Regina corría y medio minuto después uno tres hombres le seguían. Luego bajó ella, se aseguró de que no hubiese moros en la costa y tomó la yegua de Bari. Acomodó su capa para que su rostro no se viera y cabalgó hasta la dirección que le habían dado.
Era un camino empedrado solitario y oscuro, iluminado únicamente por la luna.
—Psss…psss— miró hacia un lado, hacia un espeso bosque y frunció el ceño—. Úrsulita, ven aquí.
—¿Jasmine?.
—No, el hada del bosque. ¡Por supuesto que soy yo!. ¡Ven aquí! —le susurró en grito.
Úrsula se acercó con el caballo adentrándose entre los árboles y descubriendo a tres jinetes con capas y las bocas tapadas con un pañuelo.
Una de las jinetes se quitó el pañuelo y le sonrió.
—¡Ivy! Cuanto tiempo.
—¿Me extrañaste?
—No más que tu a mí.
—Ya quisieras.
—Si si, dejemos el encuentro romántico para después y concentrémonos.
—Agnes dañando momentos desde tiempos inmemoriales- dijo Ivy moviendo las riendas de su caballo—. Los carruajes no tardan en llegar, son cuatro y hay veinte hombres.
—Cinco para cada una— comentó Úrsula sonriente.
Ivy se encogió de hombros.
—Me parece una pelea algo injusta para ellos pero así es la vida—escucharon los traqueteos y taparon sus bocas. Úrsula llevó la mano a su espada atenta.
—Jasmine ya sabes que hacer— la susodicha asintió.
Se quitó la capa y bajó del caballo tomando una cesta que guindaba a un costado. Esperó a que el carruaje estuviese en la distancia correcta y cayo en el camino haciendo que el primer carruaje se detuviera. Al detenerse el primero el resto lo hizo.
—¡Oh dios mío! ¡Soy tan torpe! — gritó.
—¿Qué está ocurriendo? ¡¿Por qué te detienes?! — le preguntó uno de los hombres que andaba a caballo al conductor del carruaje y este le señaló a la mujer—. Pero qué tenemos aquí. ¡Muchachos! ¡Vengan a ver semejante belleza.
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ÚRSULA (SAGA:Feme Fatale #1)
Historical FictionEn una época donde la mujer vale menos que el hombre. Úrsula junto a sus amigas buscan darse paso entre el poder a través de la manipulación y el arte de la seducción. Luego de pasar la mitad de su vida preparándose, finalmente a Úrsula se le presen...