"SEGUNDO LIBRO DE LA SAGA DE LOS REYES"
Y cuando sus manos lo tocaron sintió el calor del hielo, sus ojos grises lo examinaron mirando en su interior y con una sonrisa beso su cuello haciéndolo arquear la espalda desesperado.
-¿Qué tanto lo deseas...
Aquel día en el reino se suscitaba una celebración que se llevaba a cabo cada año, está era el cumpleaños del rey. Ese año tenían previsto que sería muy diferente porque el reino entero podría conocer por fin al pequeño heredero Jeon BeomGyu.
Jungkook vestido de negro con su corona, aquella que había pertenecido a su padre y portaba con orgullo, caminaba al lado de su hermoso esposo, que lucía las joyas que remarcaban el azul de sus ojos, en brazos llevaba al bebé vestido con un abrigo blanco, este con el paso de los días estaba mucho más grande y sus facciones eran más notorias, se parecía mucho a Jungkook, acallando cualquier ridículo rumor que siguiera circulando.
Miraron a sus súbditos desde el balcón, estos al verlos vehementes aplaudieron y gritaron con emoción por la buena fortuna de sus reyes a los cuales apreciaban por ser auténticos. En los meses que pasaban Jungkook descubría una nueva manera de vivir, siendo más humano y demostrando sus emociones sin temor. Veía también como poco a poco Taehyung se volvía un hombre más seguro y fuerte, le encantaba verlo crecer.
—¡Presentando a los reyes del Norte y al heredero Jeon BeomGyu! —anunció Yugyeom levantando su espada, siendo seguido por sus hombres.
Guardia, soldados, consejo y soberanos en general admiraban desde abajo a sus reyes. Baekhyun sonrió a su hermano con orgullo cargando a su pequeña hija, a su lado Park ChanYeol festejaba levantando su propia espada. Todos celebraban mientras que ellos se miraban a los ojos perdidos en el otro.
Jungkook levantó la mano y acaricio la mejilla de su esposo, el hombre más hermoso en la faz de la tierra y se acercó para darle un tierno beso en los labios, una muestra de cariño que fue bien recibida por su reino.
—Sonríe a tu reino mi amor—dijo con una sonrisa que derretiría el corazón de cualquiera.
—Hay que sonreír juntos mi rey del hielo—mostró una sonrisa rectangular que llegó a abrillantar sus ojos.
Ambos reyes con el corazón en la mano se entregaron a un destino cargado de felicidad, porque donde el dolor hizo raíz, la flor crecida era hermosa. Mantendrían fresco ese amor puro ahora que lo habían entendido, unidos eran mucho más fuertes porque a veces el hielo puede quemar como sus manos quemaban al estay unidas, una sensación que adoraban.
Fin
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