Tregua.

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A Steve, conducir por las calles le ayudaba a despejar su mente y distraerse de los recuerdos de su pasado.


Estos días solo piensa en alguien.

Cuando regresó, eran las dos de la tarde pero la torre estaba vacía. Extrañado, caminó en ese silencio. 

No esperó encontrarse con el culpable de sus pensamientos sentado en el mueble.


—¿Has visto a Nat?. —Preguntó mientras avanzaba.


—¿Por qué, volverás a correr de nuevo?. —Le acusó el menor.


—¿Qué es lo que quieres Tony? —El rubio le confrontó de brazos cruzados.


—Tantas cosas —Dijo malicioso y se ganó una mirada de reproche del otro. —¡Oh, vamos! ¿Acaso siempre he de querer obtener algo cada vez que respiro?.


—Así eres.


—Culpable. —El castaño sonrió —Y, respondiendo a tu pregunta. No. Parece que todos salieron el día de hoy. Yo pensaba disfrutar un maratón de películas solo pero si no tienes nada que hacer, eres bienvenido.


Notó que habían botanas y bebidas en la mesa.


—Paso.


—Tienes cosas mejores que hacer, no?. —Golpeó un lado del sofá. —Hagamos un trato, por cada película que veamos será una hora que no te voy molestar. De ninguna manera que te incomode.


El rubio le miró escéptico.


—Palabra de Boy Scout. —Levantó la mano derecha. —Puedes aceptar o seguir corriendo de mi por toda la eternidad, tu elección.


—¿Y qué ganas tú con esto?.


—¿Qué pierdes tú con esto? —Destapó una cerveza y se la ofreció. —Como yo lo veo, es una manera civilizada para resolver las cosas.


Lo admitía, era tentador su oferta.

Podía irse, pero sabía que no se detendría. Quizás era hora de una mejor solución.

Aceptó. Por ahora.

Tomó asiento lo más lejos de él y le miró con desconfianza. 

Tony rió, era como ver a un cachorro de la calle pasando la primera noche en un hogar.


—No es como si te fuera a violar ni nada.—Dijo para calmarle apoyando su brazo en el respaldar del mueble. —Aunque admito que, ganas no me faltan.


El rubio escupió su bebida mientras el castaño soltaba una carcajada.


—¡Tony!. —Le reclamó enojado, con un tono rojo en su rostro.


—¡Ya!. —Alzó las manos culpable mientras se reía. — ¡Lo siento, no pude resistirme!. 


Quiso regañarlo, pero el menor fue más rápido y encendió el televisor, con ello la función empezó.

Amor Sin Medida.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora