Deseo.

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Agradeció a Jarvis por cerrar la puerta.

Pues ninguno tuvo el pensamiento ni la idea de hacerlo mientras se besaban en todo el camino.

El castaño soltó una risa mientras ambos, con algo de torpeza dejaban sus ropas regadas.

Besarse y desvestirse era difícil, más cuando ninguno cedía ni un segundo.

Pero ni por el oxígeno dejaría de besar esa adictiva boca.

El menor sintió con su pie la esquina de su cama.

Giró, dejándose caer encima del mayor.


—Steve Rogers en mi cama. Nuevo logro desbloqueado. —Sonrió con malicia.


—Calla, Tony. —El rubio le tomó de la nuca y le besó para borrarle su sonrisa.


El no se quejó. Sin pena alguna, recorrió el firme pecho del mayor.

Sus bocas estaban rojas y ansiosas por más.

Giraron sus rostros de un lado a otro. A su manera, ambos luchando por llegar y degustar aún más el fondo de la cavidad contraria.

Stark, con manos ágiles desabrochó el pantalón. Mordió su labio ansioso al ver como el cuerpo ajeno se tensaba con sus caricias.

Steve era una tentación por donde fuera que le viera.

El saber que era la primera persona tocarle de esa manera, le fascinaba.

Quería robarse todas y cada una de sus primeras veces y así lo haría.

Le enseñaría de todo lo bueno que se estaba perdiendo por tonto y orgulloso.

Disfrutó torturar su erección con su mano, como lo imaginaba su rubio estaba muy bien dotado.

El rubio gimió, tomándolo de la nuca y ahogando su voz por sus atenciones.

No lo culpaba. El estaba más que adicto a sus besos.

Aún no encontraba que parte de su boca era su favorita, no le importaría seguir buscando.

Esos besos, eran mejores en cada nuevo encuentro.

Sonrió con placer al soltar su boca y ver como sus caderas se movían contra su mano. Exigiendo así que no se detuviera.

No lo haría ni siquiera si se lo suplicaba mil veces.

Steve no se quedaba atrás.

Mientras él dejaba besos en su cuello y hombros. Las manos del rubio recorrían libremente su espalda y muslos.

Como lo esperaba era una sensación por completo diferente que con una mujer.

Pero no podría haber comparación alguna.

Aquellas caricias, aunque parecían carecer de experiencia alguna le estaban volviendo loco.

No pudo evitar gemir al sentir como su trasero era amasado con fuerza.


—¡Oh, Rogers!. — Le haría pagar por eso, más que nada por esa sonrisa prepotente por devolverle un poco de su juego. — Ojalá no hubieras hecho eso.


Bajó por su torso entre besos y mordidas ignorando las quejas del rubio por tomar de nuevo su boca.

Se sintió orgulloso de dejarle más de una marca en aquella firme y blanca piel.

Aquel sabor le enloquecía, ya esperaba por probarlo de pies a cabeza.

Tomo su erección con una mano y disfrutó de ver la mirada de excitación y expectación que le dedicó.


—Voy a enseñarte tan bien lo que es el placer viejo. —Lamió todo su tronco sin dejar de mirarlo a los ojos.—Que no podrás vivir sin mi.


No por nada, sabia que era el  mejor para defenderse con la labia.

Y por los gemidos y jadeos que el mayor soltó mientras lo engullía hasta el fondo supo que como todos, comenzaba a aprender quién tenía el mando.

Amor Sin Medida.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora