Pasión.

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Había caído por completo en su juego.

Otra vez.

No había planeado nada de esto.

Pero no se lamentaba.

El pensaba retirarse y platicar con el menor en un ambiente más tranquilo.

Pero al verlo besarse con Banner fue el punto de quiebre para él.

¿Como podía actuar de esa manera con todos?.

Hacer eso sólo para molestarlo le había enojado.

Cuando le sacó de la fiesta en realidad no pensó que terminarían así.

¿Estaba molesto? Si. ¿Estaba celoso? También.

Trató de calmarse, pero el saber que volvería con él le hizo hervir la sangre como nunca antes lo había sentido.

Reclamó su boca enojado y todo lo que había estado guardando se había desbordado.

Nunca pensó que su primera felación y quizás, la mejor de su vida se lo diera no sólo un hombre.

Un Stark. 

El hijo de su amigo.

—¡Tony!.


Pero eso fue lo último que pensó.

Aquella boca le torturó como quiso.

Estaba hipnotizado por esos iris cafés cargados de deseo y quizás, con algo más peligroso.

Quiso avisarle. Pero antes de poder hacerlo, Stark le soltó y terminó de desvestirse.


—Tony espera qué—


—Silencio viejo. —Vio con sorpresa y horror su acción. Con algo de resistencia, su erección se perdió en el caliente interior del menor.

No se dio cuenta que el menor se preparó con su mano libre.


—¡Dios!. —Gritó sin aire sujetando sus caderas.


Aquella deliciosa y caliente presión en su miembro por poco lo hace correrse como un adolescente.

¿Como podía sentirse tan bien eso?


—Puedes decirme Tony. —Jadeo con una pequeña mueca de dolor. Hizo varias respiraciones para serenarse.



—No debiste... —Su voz salió voz ronca. Aquello debió ser doloroso para el castaño.


—Descuida viejo, ya me imaginaba que sería así. —Su sonrisa le dejó desconcertado. —¿Qué pensabas que hacía todos estos días? Me preparé cada noche para esto.


Sintió su rostro hervir, más con aquella risa perversa del menor.


—Te dije que no podrías vivir sin mi. —Mordió su labio para no gemir al sentir como empezaba a moverse. —Esto sólo es el inicio, viejo.


Pensó que nunca más podría embriagarse desde que tomó el suero.

¡Qué equivocado estaba!.

Ver como Tony lo montaba, era lo más erótico y hermoso que había visto en su vida.

Steve, era como su marioneta.

Jadeaba cuando quería.

Respiraba cuándo se lo permitía.

Y gemía su nombre en cada empate.


—¡Oh, Steve!. —Apoyó su mano en su pecho aumentando la velocidad. —¡Qué delicia!.


Jadeos y gemidos sin distinguir llenaron la habitación.

Los dedos de Steve empezaban a marcarse en su piel, en cada encuentro más profundo que el anterior.

Ambos, se dejaron arrastrar por los espasmos del orgasmo tan esperado que sacudió sus cuerpos.

Tony se dejó caer contra su cuerpo agotado.

Steve le recibió con los brazos abiertos.

Inseguro. De no ser capaz algún día, de dejarlo ir.

Amor Sin Medida.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora