Tiempo perdido.

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Steve pensó que aquella terrible sed que lo atormentaba sería satisfecha cuando volviera a estar con Tony.

Era lo opuesto.

Por cada beso, cada caricia que dejaba en su piel canela.

Ante cada suspiro, gemido y jadeo que su garganta emitía, su desesperación aumentaba.

El aroma del jabón corporal mezclado con su sudor era incluso más intoxicante que nunca.

Aquel cuerpo debajo del suyo era demasiada tentación para su cordura.

Las manos toscas y ansiosas del moreno bajaron hasta su cinturón, perdiéndose dentro de su pantalón.

Sonrió, casi como si el castaño hasta ahora se diera cuenta de que estaba en desventaja y quisiera estar en igual condiciones.


—Tony... —Sintió su garganta seca.


—Estas tan duro Cap, dime mientras no estaba te tocaste pensando en mí?. —Su cuerpo tembló al sentir como frotaba con toda maldad su erección.


—Yo...


—Yo sí. —El menor admitió con total descaro mordiendo su labio con deseo. —Tres veces, y admito que de sólo recordar nuestro encuentro en el elevador fue suficiente para correrme.


Como si no fuera suficiente calor en su cuerpo emitía, tuvo que provocarlo más con esa sonrisa.

No dudó en tomar de nuevo aquella boca tan sucia y sofocarla con la suya.

Fue consciente de que jamás había estado tan hambriento como ese día.

De la escalofriante y deliciosa fricción de su barba contra su rostro mientras ambas bocas luchaban por hacer sucumbir al otro.

Tony apoyó su mano en su hombro, haciendo un esfuerzo para tratar de liberar parte de su peso sobre él.

Estiró su brazo y con ayuda de su espalda alcanzó para abrir la gaveta a su lado.


—Quizás necesites esto, solo digo para que te sea más rápido. —Stark mordisqueo su labio vertiendo en su mano un poco de lubricante en su mano.


Aquello era una invitación que no desaprovechó.

Presionó sus rodillas contra las del menor, Stark acató sin dudar su silenciosa petición dándole el acceso necesario entre sus piernas.

Con cuidado metió uno de sus dedos. Sintió la resistencia de su interior, la presión al recibirlo y su pene se endureció aún más ansioso de ser el siguiente.

Le calmó con un beso más suave antes de continuar.

Con más confianza, se apartó de sus labios y comenzó a besar la adictiva piel de sus hombros y cuello.

Introdujo un segundo dedo, arrancándole un gemido justo cuando su boca atrapó uno de su pezones.

Más seguro por la receptiva voz del menor continuó atendiendo a su cuerpo.

Otorgándole un poco del placer que muy pronto él le regresaría multiplicado por diez al introducirse en él.


—Deja de jugar Rogers. —Le ordenó con la voz tensa. —Date prisa.


—Aun no. —Murmuró contra su hombro sin dejar de prepararlo.

Amor Sin Medida.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora