Cueva.

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Cuando despertó. Su primer pensamiento fue que no estaba muerto.

Lo malo vino después.

Todo su cuerpo le dolía, además que no dejaba de temblar.

Estaba helado, no, era peor. Estaba empapado hasta los huesos.

Todo estaba oscuro. Pero el sonido de la tormenta perforaba sus oídos.

Maldijo por lo bajo y trató de levantarse.

Tras el quinto intento, logró sentarse apoyado contra el muro.

Necesitaba calmarse.

Dejó de respirar al sentir una fuerte respiración cerca a él.

Maldijo en su mente al no sentir su equipo con él.

Estaba desarmado.

Siseo de dolor al estirarse.

Alcanzó uno de sus bolsillos, por fortuna todavía la tenía.

Apretó el botón y la pequeña linterna no le decepcionó.

Necesitaba saber en dónde y con quién estaba.

Ser capturado por el enemigo, no estaba en sus planes.

El halo de luz iluminó varias secciones, pudo notar que era un sitio rocoso.

La luz se detuvo en una gran sombra, la cual se movía.


—¡Con un demonio!. —Se pegó contra la pared del susto.


—¿Bruce?. —Recibió un gruñido enojado. —¿Hulk?. —Volvió a respirar otra vez.


No era el mejor escenario, pero era mejor que nada.

En muchas ocasiones se habían visto, nunca antes habían interactuado.

Peor, jamás habían estado solos.

Tenía que irse con cuidado.


—Hey, Fortachón. —Le sonrió sin dejar de temblar. —¿En dónde estamos?


—Cueva. —Dijo tosco.


—Hay que buscar a los otros. —Trató de levantarse.


—¡Clint quedarse! —Le hizo regresar al suelo con su mano.


—¡Rayos, de acuerdo!. — Tenía la mano pesada. —Escucha, me voy a congelar si me quedó aquí y—


—¡Tormenta! —Le gritó molesto.


—Si, sí. Lo comprendo pero aquí también es peor —Exhaló con fuerza —Necesito calentarme o moriré.


Hulk le miró largo rato.

Suspiró frustrado.

Lo que le faltaba, su única ayuda y no le comprendía.

Hulk caminó hasta la salida.


—Quedarse.


—No creo poder irme a ningún sitio, ni queriendo. —Sus dientes chocaban sin parar.


Abrazó su cuerpo y le observó partir.

¡Dios! Si tan sólo su cabeza no le doliera tanto.

Esperaba que lo que sentía no fuera sangre rodar por su cabeza.

Tenía que contactar con los demás, eso era lo mejor.


—¿Qué es, mi jodido día negro o qué?. —Se lamentó al ver que tampoco tenía su comunicador.


Sus ojos le estaban pesando. Sabía que dormirse era la peor opción. Pero tampoco tenía mejores.

Se deslizó poco a poco por la pared, volvió a cerrar los ojos.

Sólo esperaba que su compañero le hubiera entendido.

O si no, pronto sería una paleta congelada.



Amor Sin Medida.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora