Simon Masrani siempre fue un hombre solitario. Nacido en uno de los barrios más pobres de Bombay, tuvo la suerte de ser recogido de la calle por un magnate de los negocios inglés que le brindó todas las posibilidades de el destino le había quitado.
Sin familia y con escasos amigos recibió el legado de su protector y lo multiplicó y, cuando la fortuna se lo permitió cumplió su sueño de dar vida a uno de los parques más famosos del mundo.
Simon Masrani era un hombre de una intuición superior en todos los aspectos de su vida. Ese poder de anticipar los acontecimientos le había sido más útil en el campo de los negocios que la inteligencia o la fortuna.
Jurassic World era su más grande sueño y lo había levantado basado en esa intuición única a la ahora de tomar una desición importante. Una de ellas había sido poner al frente de la administración a Claire Dearing.
Claire había sido la estudiante más destacada en el campamento de "Mentes Brillantes" que había organizado el propio Simon. Pero esa no había sido la razón que inclinó su preferencia sino su carácter dedicado y su espíritu de sacrificio sin límites. Vió en ella a la persona que habría de darlo todo y eso le llamó la atención. Era una cualidad especial en un mujer tan joven. Sabía desde que le informó su desición y la saludo estrechando su mano que ella sería capaz de dar todo por su responsabilidad.
Conforme pasaban los años, la dedicación de Claire se volvió un castigo para Simon. Verla abocada al trabajo de una forma tan obsesiva, tan minuciosa y tan agotadora lo hacía sufrir. Presentía que de seguir así, su joven promesa se convertiría en víctima de un accidente vascular o de un pico de stress. Cada vez que se encontraban trataba de aconsejarle salir de vacaciones, caminar por la playa o tomar algún que otro día libre para ver a su familia. Y a cada propuesta Claire respondía con una sonrisa gélida, políticamente correcta destinada a desestimar sus consejos en silencio.
Simon estaba perdiendo todas las esperanzas de cambiar el destino de Claire y eso le causaba un sufrimiento genuino. Por tantos años trabajando con tal intensidad, esa pequeña chica se había vuelto una mujer resuelta que era casi como su hija.
Una mañana de octubre, recordaba perfectamente la fecha, siguió a Claire hasta el emplazamiento de los velocirraptors para conocer el proyecto de Ingen sobre el comportamiento animal.
Simon recordaba haber captado la mirada de Owen Grady desde lejos. No parecía nervioso o intimidado por su presencia, sus ojos seguían predadores a Claire y de tanto en tanto dejaba asomar una sonrisa embobada. Ese gesto que duro solo unos segundos le bastó a Simon para saber que ese joven talentoso, agresivo y, en cierto modo, caballerosamente anticuado, tenía puesta su atención en Claire Dearing.
La forma en la que estrecho su mano deslizando los dedos lentamente al desprenderse, la curvatura de sus labios y la calidez de su mirada la habían hecho sonrojarse y, ciertamente, Simon jamás la había visto tan conmovida en el tiempo que llevaba conociéndola.
Por un segundo se sintió demás entre ellos, aún siendo el jefe, aún estando allí para ser impresionado.
Un calor de esperanza se encendió en su pecho y no escuchó a Claire cuando mencionó una reunión con la junta. Les contó un par de anécdotas sobre el origen de su pasión por los dinosaurios y los invitó a almorzar. Claire se negó de inmediato, consultó una y otra vez su agenda y señaló varias reuniones.
-Claire! -levantó la voz Simon y se frotó la frente- es una orden!- le dijo y comenzó a caminar en dirección al restaurant muy por delante de ellos simulando estar fastidiado y, en el fondo para darles espacio.
En el restaurant las esperanzas de Simon se comenzaron a apagar. Claire y Owen no podían ponerse de acuerdo ni en las bebidas y se lanzaban indirectas de un lado a otro de la mesa como si fuesen jugadores de un partido de tenis dialéctico.
Simon se frotó los ojos agobiado. Apenas había podido deslizar alguna que otra anécdota o un halago a la comida en medio de la batalla de insultos disimulados e insinuaciones descaradas. Miró el reloj incómodo y llamó a la camarera para dejar pagó el almuerzo y escapar. Dejó de lado las esperanzas y se subió al helicóptero.
Simon pasaba varias semanas asistiendo a reuniones en las que no quería estar, hablando con personas que no quería ver y sonriendo amablemente cuando solo quería perderse en la soledad del hotel o en la tranquilidad del cielo.
Cuando volvió al parque volvió a encontrar a Claire tan tensa como siempre y tan cargada de datos que parecía haberlos memorizado la noche anterior. La escuchó paciente, alentó los progresos, sugirió algún que otro cambio en los próximos proyectos y con amabilidad le pidió que le siguiera contando el resto del informe en la cena. Estaba demasiado cansado y hambriento para encerrarse en la sala de juntas.
La mirada de Claire se oscureció de pronto, la notó pálida y dubitativa como si no encontrará la forma de decirle algo y, como un padre, se adelantó a su silencio preguntándole si le pasaba algo.
Le dijo que tenía planes y la llama de la esperanza se encendió en Simon que no ocultó la sonrisa y le dijo que a la mañana podrían hablar más tranquilos que de todas formas estaba exhausto.
El aroma de la selva en la noche cálida era todo lo que Simón necesitaba para recuperar la energía. Para dejar a tras las presiones y las responsabilidades y por unos cuantos minutos volver a ser ese chico pobre de Bombay al que le bastaba disfrutar de las cosas sensillas porque no tenía nada más.
Entonces los vió. Owen y Claire. Sin discutir. Sin gritar. Sin estar a punto de matarse mutuamente. Estaban caminando cerca del acuario del mosasaurio. La luz verde de los reflectores submarinos daba a la escena un aura irreal, las imágenes de ambos parecían suspendidas en el tiempo y cuando los vió mirarse a los ojos intuyó el beso como parte de un hechizo privado que los alejó del mundo real y los sumergió en el universo propio de los amantes.
Simon sonrió con la felicidad más simple. Aquella que lograba viendo el atardecer sobre el Ganjes o tomando un té en una mañana fría de invierno.
Levantó la vista al cielo para agradecer a los dioses ser testigo del momento exacto en donde la soledad de su pupila se disolvia en la premonición de un amor eterno.
Se alejó en la noche llevando consigo el recuerdo de los amantes y la sonrisa en su rostro.Dos años después...
Simon miró al bebé recién nacido y sus ojos se llenaron de lágrimas. Sus pequeñas manitos, sus ojos azules y su cabello rojizo eran la fiel imagen de sus padres y se emocionó aún más cuando el bebé suspiró de repente y se estiró en sus brazos.
Levantó la la vista y vió cómo Owen besaba la frente de Claire, agotada tras el parto pero con una expresión de felicidad incomparable. Sus ojos se enlazaban con tanto amor que no existía nada más en el mundo.
Simon volvió la vista al pequeño y susurró -Soy tu tío Simon y estoy muy feliz de que hayas llegado a esta familia...
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Distinas Páginas De Una Misma Historia
RomanceDistintas historias de Owen y Claire. Sin orden cronológico no específicamente apegadas a la trama original.