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— ¿Dai Lin?

Su compañera de piso estaba tumbada en el sofá de la sala común, la cual se encontró al salir de su habitación por la mañana. Su piso era bastante pequeño, con tres habitaciones, una pequeña cocina, el baño y la sala común. Pese a tener su propia habitación, Yanmei solía dormir en el sofá porque odiaba, por alguna razón, su cama. Además ya se había acostumbrado a hacerlo.

En la habitación contigua a la suya dormía Dai Lin, que era donde pasaba la mayor parte del tiempo, en su pequeño refugio.

En la del pasillo, la más apartada, vivía otra chica de la que solo sabían su nombre. Muy pocas eran las veces que se la habían encontrado y nunca habían intercambiado más de tres palabras seguidas. Aquella chica trabajaba por el día y se encerraba en su cuarto por la noche sin salir, así que básicamente, se podía decir que el apartamento era de ellas dos. Siempre que hiciera sus tareas de limpieza y no molestara, no les importaba que fuera muy asocial o no tuviera tiempo para estar con ellas.

Yanmei se levantó y se sentó, con la mirada adormilada y la cara algo hinchada de haber dormido aplastada contra el cojín.

— Sí, perdona, Mei, no pude escribirte ayer y cuando vine ya era muy tarde y no quería despertarte.

— ¡Eso da igual! Entonces supongo que fue bien, ¿no? Cuéntame, ¿era como en las fotos o un catfish?

— Pues... en realidad...— Dai Lin se rascó la cabeza, tratando de deliberar si debía contarle lo que en realidad ocurrió— fui un poco brusca con él y...

— Oh, dios mío, Lin, no me digas que le has asustado...

— ¡No! ¡No fue eso! Bueno, en realidad, me ha pedido una segunda cita.— Dijo la chica, viendo que llevaba puestos unos pantalones largos y una camisa de cuadros que había escogido, lo cual era lo más arreglado que tenía en el armario.— ¡Sí! ¡A eso voy!

— ¿Tan pronto?— Yanmei miró que el reloj marcaba las siete y media.— ¡Tía! ¡Eso es genial! ¡Se ha pillado por ti seguro! Aunque sigo pensando que es un poco raro que salgas con un tío al que le vendes la droga pero, quién soy yo para juzgar.

— Está todo bien. Deja de preocuparte por mí.

— Vale, vale.— Su amiga se levantó y se dirigió hacia la cocina para desayunar arrastrando los pues.— Te veo con prisa. ¡Ya me contarás qué tal!

— Sí, luego nos vemos. Aunque no sé a qué hora acabaré, en realidad.

Dai Lin recogió su pelo oscuro en un moño bajo y se miró en el espejo de la entrada. El color morado de sus puntas había desaparecido, aunque aun le quedaban unos restos en algunas de ellas. Yanmei le lanzó un objeto de uno de los cajones de la cocina y ella lo cogió al vuelo.

— ¿Qué es esto?— Miró el envoltorio de plástico cuadrado de color azul, con un círculo en su interior.

— ¡Llévate protección!

— ¿En serio, Mei? ¿En la cocina? ¿Cuántos de éstos tienes escondidos por la casa?— Dai Lin puso los ojos en blanco y lo dejó en el marco del espejo.— ¡Me voy!

— ¡Nunca se sabe cuándo los puedes usar!

Dai Lin no le dio tiempo a que siguiera hablando y cerró la puerta. Bajó por el ascensor del viejo edificio y salió a la calle para coger el metro hasta el edificio a donde iba.

Mentiría si dijera que no estaba algo nerviosa, ya que era el primer día de trabajo de su vida. Porque nunca había contado ser una vendedora de droga como un oficio, claro. Decirlo así quedaba muy serio pero parecía ser su vocación. Lo llevaba haciendo junto a Mei por dos años, ambas empezaron cuando estaban el instituto y les había ido bastante bien hasta ese momento. Al menos eso les daba el suficiente dinero para pagar las facturas y vivir de ello.

El Host || WayV「Lucas」Donde viven las historias. Descúbrelo ahora