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Yanmei se dirigió al pequeño microteatro donde había escuchado una misteriosa música que le había conducido a un chico aún más misterioso. Seguía teniendo curiosidad por saber quién era y había llamado tanto su atención que no había parado de pensar en él.

Antes de bajar por las escaleras de la entrada, se aseguró de que estuviera abierto y, al ver que así era, se aventuró dentro con la esperanza de volver a verle.

Entonces se dio cuenta de que ninguna música de piano sonaba en la estancia. Tan solo estaba la misma sala oscura llena de butacas vacías y el escenario. Y también, en uno de los pasillos entre las butacas, una señora mayor limpiando el suelo.

Yanmei se acercó y la señora, al verla, dejó de fregar para girarse hacia ella.

— El otro día pasé por aquí.

— Ah, ¿estás interesada en apuntarte a la obra, muchacha?

— No, no. Yo no puedo actuar. Bueno, mentir se me da a veces demasiado bien, pero a parte...

— A ver, canta una canción.

— No he venido por eso.

— ¿Entonces a qué has venido?— La señora le echó un vistazo de arriba a abajo, confusa.— Todavía estamos ensayando la nueva obra y no la estrenaremos hasta noviembre.

— El otro día,— Se intentó explicar Yanmei, sin parecer una acosadora o algo por el estilo— había un chico más o menos de mi edad, tocando el piano aquí.

— Ah, sí, sí. ¿Le conoces?

— ¿Yo? No, no... Esperaba que me pudiera decir quién era.

— Ya veo. Sí, el chico pianista. Me pidió poder utilizarlo cuando el teatro estuviera vacío a cambio de pagar unas reformas. Como puedes ver, el teatro ya tiene sus años. Gracias a ese buen chico, seguimos a flote. Y todo por poder tocar el piano en paz.

— ¿Sabe cómo se llama?

— Deja que piense... mi memoria ya no es lo que era. ¿Se llamaba Quan? ¿Wun? ¿Sun? Algo así era. El chico no parecía muy social y hace mucho tiempo que no le veo.

— ¿Si lo recuerda me lo podría decir? A cambio puedo venir a ayudarle a limpiar esto.— Señaló Yanmei el mocho, emocionada.

La mujer se quedó mirándola durante un rato tendido meditando acerca de la propuesta detenidamente. Pero no parecía que lo que estaba decidiendo era si darle trabajo o no, sino que intentaba averiguar cuáles eran las intenciones de la chica.

— ¿Quieres dinero, niña? Ni siquiera tengo el suficiente como para mantener esto.

— ¡Ah, es usted la dueña del teatro! No, solo quiero que me cuente cosas sobre él. Con eso me bastará.

— Lo siento, niña, de verdad, pero eso es todo lo que sé sobre él.

La mujer se disculpó y siguió limpiando el suelo. Yanmei, algo decepcionada, se lo tomó como un buen momento para marcharse pero, antes de eso, echó un último vistazo al microteatro y suspiró. Todavía podía recordar la dulce melodía que salía de las teclas que el chico tocaba. Y de su rostro, y su pelo, y sus manos, y su mirada...

La chica salió del teatro a la calle y fue caminando hasta el metro. Iba a reunirse con un viejo amigo que conoció justo después de dejar el instituto e irse a vivir con Dai Lin.

Dentro del metro el olor a suciedad y humanidad le chocó en la nariz. Odiaba el transporte público con toda su alma, pero era el único medio que tenía para transportarse. Se subió a la linea que tenía que coger para llegar al punto donde habían quedado cuando, al otro extremo del vagón, vio a su mejor amiga. Entonces se acordó de que ella había salido un poco después esa mañana porque iba a trabajar. Recordó que le había contado que un chico le pagaba por ir a citas para pagarle una pecera digital que, supuestamente, había roto.

Iba a llamarla cuando las puertas del avgón se abrieron y todos bajaron a toda prisa antes de que se cerraran de nuevo, incluida ella. Todo le parecía tan extraño que se preguntó qué estaría pasando y si realmente aquello que le había contado era verdad o estaba metida en problemas más graves.

Decidió seguirla y llegaron hasta un alto edificio con carteles de caras de chicos de propaganda.

Vio a Dai Lin entrar dentro de lo que parecía un club de prostitución elegante. Ella se quedó a escondidas detrás de una esquina y esperó unos minutos para seguirla dentro. Para su suerte, la puerta arriba de las escaleras dela entrada estaba abierta.

Mei dio varias vueltas mirando el techo alto de la estancia y se sorprendió de lo caro que parecía el club por dentro. Se preguntó por qué estaría todo a oscuras y no había nadie.

Entonces escuchó unas voces que provenían de una de las habitaciones al final de un largo pasillo y dedujo que Dai Lin estaría ahí dentro.

Yanmei, antes de cruzar la puerta, se dijo a sí misma que, estuviera en los negocios turbios en los que Dai Lin estuviera, entraría a rescatarla de aquel tipo extraño.

La chica abrió la puerta de un golpe con la pierna, pensando que estaría cerrada, pero no lo estaba e hizo un gran ruido por el portazo. Allí dentro estaba su mejor amiga, que se dio la vuelta hacia ella con la boca abierta del susto, justo como los demás que habían allí a su alrededor. Estaba rodeada de chicos que eran más o menos de la misma edad que ella y, lo que Yanmei vio, era a un puñado de tios a los que patear el culo que estaban acosando a su amiga para obtener dinero de ella.

— ¡Mei! ¿Q—qué haces aquí?

— Vengo a rescatarte, guapa. Si vas a trabajar para ellos, me ofrezco a hacerlo en tu lugar.— Alzó una ceja de brazos cruzados.— Que lidien conmigo si pueden.

— ¡No, Mei! ¿Estás loca?

Lin se acercó a ella pero, antes de que lo hiciera, Mei cruzó la estancia y pasó de largo a su lado, bajando la voz de tono para decirle:

— Sh, cállate. Te ayudaré a saldar la deuda.

— ¡No! ¡Yanmei! ¡Vuelve a casa!

— Lo haré. ¿Quién es el jefe aquí?

Se dirigió a ellos, escrutándoles con la mirada. Si ellos pensaban que iban a intimidarla con sus poses de modelos y sus magníficos rostros de revista, lo llevaban claro. Aunque su entrada fue algo dramática, consiguió lo que quería, que fue medio asustarlos.

— Repito, que quién es el jefe.

Winwin, que estaba nervioso por ver cómo acababa aquello, empujó a Kun para que sobresaliera al centro del grupo, el cual se había quedado en silencio total.

El Host || WayV「Lucas」Donde viven las historias. Descúbrelo ahora