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Dai Lin bajaba por la calle dando pequeños saltitos de alegría con el ritmo de la música que desprendían los nuevos cascos morados que le había comprado su madre, los cuales le ocupaban media cabeza. Su liso pelo negro corto se movía de un lado para otro a la vez que el estribillo de la canción sonaba.

Se dirigía hacia casa después de un largo día de colegio y estaba feliz porque por fin su último diente de leche le había caído. Esa noche lo dejaría debajo de la almohada y pediría el deseo para el que había estado esperando tanto tiempo: quería un violín para tocar como su hermana mayor, que no dejaba de sorprenderla más y más a cada vez que acompañaba a sus padres a verla a los recitales. Le encantaba ponerse sus mejores vestidos e ir a aquellas importantes galas llenas de personas con trajes imponentes y jurados de mirada estricta. Además siempre le impresionaba lo grande que era el auditorio de música y la perfección que alcanzaban las notas que tocaban los aspirantes a músicos sobre el escenario.

Al girar la esquina, sin darse cuenta, topó con una enorme señal que cortaba la calle para ir a su casa por obras, así tuvo que recorrer un camino mucho más largo, dando la vuelta por otro lugar para poder llegar.

A Dai Lin no le preocupaba andar por los callejones porque era por la mañana y habían muchas personas yendo de aquí para allá. Además siempre había sido una niña valiente pero obediente y había escuchado a su madre con eso de que no debía acercase a los desconocidos y fuera siempre derecha a casa. Incluso si eso supusiera cruzar por una zona desconocida, lo haría para llegar a casa.

Sin embargo, en un tramo, tuvo que cruzar un callejón que le dio un poco de mala espina. Pero, como la niña inocente de doce años que era, se adentró en la boca del lobo como si nada, canturreando la canción que escuchaba con actitud positiva.

Siguió dando pequeños saltitos, curiosa por ver cómo la calle cambiaba de un callejón mugriento y oscuro a una ancha calle llena de edificios altos con carteles por todas partes.

Eso sí, por esa calle estaba todo desierto y no se oía más que los coches pasar de vez en cuando a lo lejos.

Entonces algo le llamó la atención y dejó de saltar para ver cómo, bajo uno de los grandes edificios con llamativas caras de hombres en los carteles, un hombre cogía a un niño por el brazo con un rostro amenazante.

Dai Lin se quitó los cascos y se los dejó en el cuello, reposando sobre su clavícula mientras la música todavía sonaba. Una expresión de preocupación y miedo le cruzó el rostro. Quiso pasar lo más deprisa posible, ya que no veía viable volver atrás porque solo estaba a unos metros del hombre y el niño. Supuso que solo era un padre riñendo severamente a su hijo por alguna travesura que no debió hacer.

Éste se dio cuenta de que la niña le miraba al pasar y soltó al niño con brusquedad, que cayó al suelo del impulso.

— Tú y yo ya hablaremos. ¡Ahora, largo! Y consigue lo que te he pedido o esta vez te echaré a la calle.

Cuando el hombre se fue para volver a entrar en el edificio como si nada hubiese ocurrido, pudo ver cómo el niño, de unos catorce años, se frotaba el brazo magullado y rojizo por el agarre con una mueca. Al pasar cerca de su lado, el niño alzó la cabeza, cuyos enormes ojos oscuros la miraban desde el suelo con el ceño fruncido.

— ¿Qué estás mirando?

Ella se acercó un poco dubitativa y acabó tendiéndole una mano.

— ¿Estás bien?

— Sí, no necesito tu ayuda.— Se mostró avergonzado y molesto, mirando hacia otro lado con la frente arrugada.

— Sí la necesitas, coge mi mano.— Le insistió ella con la extremidad extendida sin rendirse.

El chico la miró por unos segundos, pero se levantó él solo, expolsándose la suciedad del suelo de sus viejos pantalones de chandal, de dos tallas más que la suya y con agujeros. Dai Lin se dio cuenta cuando se colocó frente a ella de que el chico era muy escuálido y le sacaba casi una cabeza de altura, lo cual la enfadó porque pensaba que ella era bastante alta para una chica, así que se lo tomó como una competición.

— ¿A qué escuela vas?

La niña aprovechó para sacar el tema y presumir de sus excelentes notas pero el chico la miró extrañado y se cruzó de brazos.

— No voy a la escuela, no la necesito porque para lo que quiero ser no se necesita estudiar. Quiero una casa grande, con un coche caro y un montón de figuritas de superhéroes para mí solo.

— ¿Acaso no sabes que para eso necesitas dinero? Y un trabajo.

— Conseguiré un trabajo. Ya lo verás. Algún día seré alguien grande.

Dai Lin chasqueó la lengua sin creerle, viendo su ropa sucia y su corto pelo alborotado, no tenía mucha pinta para ella de poder conseguir lo que se proponía. Aun así no se lo dijo porque sus padres y su cara escuela la había educado para ser una señorita. El chico se la quedó mirando con determinación y le dijo:

— Algún día volveremos a vernos. Cuando lo hagamos, te dejaré mirar mi colección de figuritas desde el cristal de mi coche caro.

— ¿Es una broma? Vale pues yo te dejaré asistir a mi concierto de violín para que veas lo que es conseguir las cosas de verdad.

— ¿Violín? Qué aburrido.— El niño soltó un soplido, de brazos cruzados.— No iría ni aunque me pagases.

La niña se molestó tanto de ser importunada por el chiquillo de ojos grandes que se dio la vuelta dándole la espalda de brazos cruzados.

— Que sepas que el violín es uno de los instrumentos más bonitos del mundo. No puedes apreciar el sonido porque no estás a la altura.

El niño le sacó la lengua y ella se giró al verle de reojo con una cara muy indignada. Jamás habían visto a un niño tan insoportable, ni siquiera los compañeros de su clase se comportaban así.

— Eres un... ¡insolente!

— Y tú una niñata pija.

— Apuesto a que no sabes ni lo que significa.

— Que eres tonta.

— Pues a ti no te aguanta ni tu padre.

— ¿Qué padre? No tengo padres.

— Pues ese señor.

— Ah, ese señor morirá pronto. Y yo me quedaré con todo su dinero. Ya lo verás.

El chico de pelo oscuro se fue corriendo, levantando un viento que revolvió la melena de la niña al pasar a su lado.

Ella le miró extrañada desde su espalda, viendo cómo se alejaba cada vez más, y se volvió a poner los cascos de nuevo, saliendo cuanto antes de aquel barrio tan extraño, esperando no volver a ver a ese niño de nuevo.

El Host || WayV「Lucas」Donde viven las historias. Descúbrelo ahora