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Despertó sobresaltada tras aquel sueño una vez más. Le tomó unos segundos recordar donde estaba, y porqué. Aún se sentía como una extraña en su propia casa. Aún, después de tantos meses, le hacía falta lo acogedor del penthouse que compartía con Nicholas en SoHo. La nueva casa en Staten Island le gustaba, era encantadora, pero sus paredes no contenían tantas memorias. 

Giró su cara hacia el espacio vacío en la cama, junto a ella. Decidió levantarse antes de acongojarse. Corrió las cortinas de la puerta de cristal que daba al balcón, y salió. El sol cálido de los inicios de la primavera la recibió con un abrazo, y ella no pudo evitar sonreír. Se tomó unos segundos para apreciar la vista, aquel lago que tanto le gustaba, el verdor de los árboles, los pajarillos que ya volvían con el calor. Sin embargo, el recuerdo de Neal y todo lo que había perdido por él lograba siempre opacar los pocos momentos de gozo a los que podría aferrarse.

Se puso un albornoz sobre el camisón y salió de la habitación. Bajó las escaleras lentamente, como si no quisiera llegar a donde iba. Una vez en la planta baja, se dirigió a la cocina. Era el día libre de Yuko, y tendría que preparar de desayunar, pero no estaba de ánimos para aquella tarea. 

Se encontraba de espaldas, buscando algo en el interior del refrigerador cuando ella entró en la cocina. Notó que la barra estaba ocupada por vegetales, una tabla de cortar, y condimentos diversos. Lucía pantalones de pijama, y una camiseta de algodón. Al igual que ella estaba descalzo.

—Creí que no estabas… —Dijo en voz alta, aunque era solo un pensamiento. 

Nicholas se dio la vuelta, tenía tres huevos en la mano. Cerró la puerta del refrigerador y le sonrió. —Te levantaste tarde, vida. Buenos días. 

Se inclinó hacia ella para besarla en los labios, pero Keira movió la cara, y los labios de Nicholas terminaron descansando sobre su mejilla. Él dejó los huevos sobre la barra y luego de un suspiró nuevamente se giró hacia ella. 

—¿Tuviste esa pesadilla otra vez?

—Sí…

—¿Cuando es tu próxima cita con la terapeuta?

—Mañana. A la misma hora.

—Voy a estar ahí. —Le acarició los labios con el pulgar, mirándola con dulzura-. Tengo...tantas ganas de besarte.

—Lo sé… perdóname. Es solo que…

—Yo sé. No tienes que explicarme nada. Desearía no tener que pagar por lo que te hizo ese infeliz, pero voy a esperar. 

—Yo estoy harta ya. ¿Y si te cansas tú…?

—¿Tienes idea de lo feliz que me haces?

Keira suspiró. —Apuesto a que no tan feliz desde hace seis meses. 

Hace seis meses, al darse cuenta de que la sombra de Neal oscurecía todos los aspectos de su vida, decidió buscar ayuda profesional. Ella no había podido volver a compartir su cuerpo con su esposo porque cada vez que lo intentaba sentía solo los besos de Neal en su cuello, y su aliento a whisky.

Pesadillas de aquel día la atormentaban de vez en cuando, y cuando pasaba, le costaba mucho estar cerca de Nicholas y recibir el cariño que él le ofrecía. 

Había puesto la denuncia contra Neal, pero no habían podido aún atraparlo, y ahora era considerado prófugo de la justicia. Se habían mudado del penthouse en SoHo a una casa en Staten Island por recomendaciones de las autoridades. Ella habría preferido irse más lejos, pero ambos trabajaban en la ciudad, y se les habría hecho casi imposible. 

La policía había insistido también en que llevaran ambos guardaespaldas, especialmente si no cambiaban de lugar de trabajo. Keira se había negado rotundamente, pero Nicholas prácticamente la había forzado. Usaban un auto distinto todos los días, alternandolos para evitar ser localizados con facilidad. Habían convertido el sótano de la casa nueva en un garage subterráneo, y tomaban rutas alternativas creadas por su equipo de seguridad para ir y venir de cualquier lugar. Hasta ahora no habían vuelto a saber de Neal. 

Disimula. -II-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora