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Estaba trabajando en su estudio esa noche. Era tarde, pero tenía un proyecto que revisar. Era una noche de tormenta, y sobre su escritorio tenía un vaso de whisky a medio tomar, con el fin de calentarse.
El sonido de la puerta abrirse lo interrumpió. Keira estaba parada junto a la puerta, el pelo oscuro rizado sobre los hombros. Una camiseta suya era lo único que cubría su desnudez, podía ver cómo se marcaban sus pezones por debajo de la tela.
—¿Estás bien, vida? —Le había preguntado.
—¿Cuando vienes a dormir? —Preguntó ella, acercándose.
Nicholas suspiró. —Tengo mucho trabajo, Keira.
Ella rodeó el escritorio y se acomodó sobre su regazo, y su cabeza encontró su lugar favorito, el recoveco divino entre su cuello y su hombro.
—¿Me estás oliendo? —Nicholas preguntó divertido, posando su mano sobre el muslo de ella.
—Sí... —Giró su cabeza de modo que pudo besarlo con facilidad-. El tuyo es mi olor favorito, y te confieso que...
—Oh, oh... Cuando comienzas a moverte así, solo significa una cosa.
Keira rio. —Estás en lo cierto... —Metió una mano por debajo de la camiseta de Nicholas, acariciándole el abdomen-. Vamos a la cama, por favor... Y luego vuelves al trabajo.
—Sabes muy bien que no voy a volver al trabajo si voy a la cama contigo.
—Pero quiero que me hagas el amor.. un ratito nada más.
—¿Un ratito? Contigo no hay ratitos, Keira.
Ella se incorporó, mirándolo fijamente a los ojos. —Entonces... ¿Prefieres que lo haga yo?
—¿Que hagas qué?
—Que atienda mis propias necesidades... —Dijo, con una sonrisa pícara.
Sin decir nada, Nicholas la siguió con la mirada. Se levantó, hizo un espacio en el escritorio donde se sentó, subió los pies sobre las piernas de Nicholas, le guiñó un ojo, y luego se dejó caer de espaldas sobre el escritorio. Nicholas observó con la garganta seca como una de sus manos se perdía en su entrepierna.
—Estás loca... —Murmuró, humedeciéndose los labios con la lengua.
—Mi marido está sumamente ocupado... —Dijo Keira, con la respiración entrecortada-. Tenía que ponerme creativa.
Nicholas recordaba, como si estuviera viviéndolo de nuevo, el deseo ardiente que lo había invadido en ese momento.
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—Nicholas... —Sara susurraba contra su sien-. ¿Me estás escuchando?
Él se aclaró la garganta antes de hablar, y la tomó delicadamente por la cintura. —Por favor, levántate.
Ella obedeció. —Lo siento... No pensé que te fuera a molestar.
—No es eso, Sara. Tengo mucho trabajo, y voy a recibir a mi abogado en unos minutos.
—Entonces... ¿Eso quiere decir que no iremos a la gala mañana en la noche?
Maldición, lo había olvidado. Estaba de más decir que no quería ir. Pero si no lo hacía, estaba seguro de que Emiel se molestaría. Y aquello era algo con lo que no quería lidiar en aquellos momentos.
—Podemos ir si quieres. Si no, yo lo entiendo, puedo ir solo.
—Claro que te voy a acompañar.
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Disimula. -II-
RomanceEn el libro I de Disimula., Nicholas y Keira decidieron darle una oportunidad a su matrimonio. Sin embargo, no todo fue color de rosa. Keira, indecisa entre dos amores, terminó marcada de por vida. Acompaña a Nicholas van der Voort y Keira Auguste s...