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Keira apretó los ojos y se imaginó a Neal besándola en lugar de Nicholas, y sintió su estómago revolverse.

—Por favor… —Él volvió a hablar.

Ella se acomodó, de modo que sus labios estuvieron a escasos centímetros de los de Nicholas, podía sentir su respiración contra ellos. No pudo evitar que sus dedos los acariciaran, sintiendo contra su pelvis la creciente erección.

Nicholas descansó su frente contra la de ella, aspirando su olor con los ojos cerrados. —No entiendo como un simple roce tuyo puede ponerme así…

—Porque me quieres… —Susurró ella.

—Keira…

—Nunca me lo has dicho, pero lo sé… Sé que me quieres…

—Por supuesto que te quiero… —Admitió.

Al escuchar aquello, Keira se amarró a su cuello y unió sus labios. Nicholas reaccionó de inmediato, atrayéndola hacia sí por la cintura. Deslizó su lengua entre sus labios, los mordió, le acarició con la lengua la mandíbula, y bajó a su cuello.

Con una de sus manos acarició su muslo, escabulléndose debajo de la fina seda del camisón de dormir. Dio con el encaje de su ropa interior, y cuando se dispuso a tirar de él, Keira lo empujó.

—¡Déjame! —Le gritó, haciéndose a un lado de la cama.

—Keira… —Nicholas alcanzó a decir, confundido.

—Yo no puedo… —Ella murmuró.

Luego de un sonoro suspiro de frustración, Nicholas se levantó y se metió al baño, tirando la puerta tras sí.

Keira se abrazó a sí misma. La presión de sus brazos tenía que ayudarle a calmarse. Su cuerpo temblaba, y las lágrimas comenzaban a correr.

Se sentía como un pedazo de basura por no poder hacer el amor con Nicholas, sentía inmensos deseos, pero simplemente no podía, y se odiaba por ello. Su caso ni siquiera había sido tan horrendo como aquellos sobre los que leía en el período, aquéllos que se volvían noticia. Ni siquiera se sentía con el derecho de llamarse víctima. Era un fiasco.

En el baño, Nicholas estaba apoyado sobre el lavabo con ambas manos. Tenía los dedos rojos, y los nudillos blanquecinos. Bajó la mirada al bulto entre sus piernas.

Kak… —Murmuró en su idioma natal, e hizo el intento de sacarlo de sus pantalones pero se contuvo.

En cambio, tomó una sudadera que se encontraba tras la puerta, y se la puso. Cuando salió del baño encontró a Keira hecha un ovillo contra el respaldo de la cama.

—¿Vas a salir? —Ella le preguntó.

Como toda respuesta, él entró en el clóset y regresó unos segundos después con zapatos de correr puestos.

—Nicholas….

—Necesito unos minutos...por favor.

Ahí estaba. Su relación comenzaba a fallar por su culpa. Primero comenzaba la necesidad de tiempo a solas, luego llegadas tarde del trabajo con la excusa de reuniones, después regresaría a casa oliendo a perfume de otra mujer, y todo se iba a la mierda.

Nicholas bajó las escaleras rápidamente. Las luces del salón encendieron al movimiento. Abrió la puerta trasera, y de inmediato escuchó una voz por el intercomunicador en la pared.

Señor van der Voort, ¿A dónde va? —Preguntó la fuerte voz masculina. Era Jackson, quien se había convertido en su jefe de seguridad.

Disimula. -II-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora