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Cuando Nicholas terminó de afeitarse frente al espejo del baño a la mañana siguiente, sus ojos dieron con la bolsita de plástico dentro de la papelera. Se agachó a recogerla, tomó una de las pastillas, la puso en su boca, y la pasó con un trago de agua.

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Jackie lucía muy emocionada de verlo, pero era lo suficientemente sensata como para decirle algo sobre eso.

—Jackie, trae todos los pendientes a mi oficina, por favor.

—Claro que sí. —Le ofreció una sonrisa.

Tenía mucho trabajo atrasado, y también energías renovadas así que el tiempo pasó más rápido de lo que esperaba. No hizo pausas para comer, a pesar de que Michael lo invitó. A las seis recogió sus cosas, y se encontró a Blake en el elevador.

—Jefe... —Le dijo ella como todo saludo-. Hace mucho que no te veía por aquí.

Él se metió una mano en el bolsillo, no la miró. —¿Sigues tirándote a mi abuelo?

Blake sonrió. —¿Por qué te importa?

—No es así.

Las puertas se abrieron en ese momento. Él la miró, le dedicó una media sonrisa, y continuó su camino.

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Cuando llegó a casa descubrió que Sara Melendez estaba en el salón en compañía de su madre, le pareció extraño. Pocas veces la había visto fuera de uniforme.

—Nick, qué bueno que llegaste. La sargento Meléndez vino a ver cómo estabas. Le pedí que se quedara a cenar.

—Sara a secas está bien. —La corrigió.

—Oh.. Sí, por supuesto.

—Los dejo. —Dijo Margaret antes de irse.


—¿Te sirvo algo de tomar? —Nicholas preguntó, encaminándose al minibar.

—No, gracias. ¿Cómo está Keira? Me dijo tu madre que no está aquí...

Nicholas regresó con una bebida y se sentó en uno de los sofás. —Keira y yo...ya no estamos juntos. —Admitió.

El rostro de Sara se descompuso. —Pero...

—No pienso hablar de eso. —Le advirtió.

—No, por supuesto... —Forzó una sonrisa.

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Para su sorpresa estuvo a gusto en durante la cena. Sara no tardó mucho en irse después.

—Me parece una mujer muy interesante. —Comentó Margaret con una sonrisa.

—¿Quién? —Nicholas preguntó, encaminándose a las escaleras.

—Sara Melendez.

—Me parece regular...

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En poco tiempo el mundo de Nicholas había dado un giro de 180 grados. Pasaba más tiempo que antes en la oficina, y había vuelto a antiguos vicios de los que no se sentía orgulloso, pero sin lugar a dudas lo ayudaban a sobrellevar. Aquello era lo único importante: sobrellevar. Aunque nunca admitiría su falta de control.

Esa noche planeaba trabajar hasta tarde. Sobre su escritorio en el estudio había esparcido polvo blanco, separó una porción con una tarjeta de crédito y la inhaló con un billete que había enrollado previamente.

Disimula. -II-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora