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Keira correspondió sin pensarlo, posando sus manos sobre el pecho agitado de él.

Aaron movió una de sus manos sobre el pomo de la puerta, y luego de darle la vuelta, hizo intentos de empujarla. De inmediato, Keira terminó aquel beso.

—Buenas noches, Aaron.

—Keira...

—Adiós. —Le dedicó una sonrisa antes de entrar en la habitación y cerrar la puerta tras si.


Tan pronto entró en la habitación se dejó caer en la cama y le marcó a Nicholas. Debían ser alrededor de las tres de la tarde en Nueva York.

¿Hola? —Nicholas contestó.

—Hola, amor... —Logró decir, antes de darse cuenta de que estaba a punto de llorar.

Te estuve llamando y... ¿Pasa algo, Keira?

—No, solo quiero decirte que te amo muchísimo, ¿Si? —Dejó escapar un sollozo-. Te amo, eres lo mejor que me ha pasado en la vida...

¿Por qué estás llorando, qué pasa?

—No me pasa nada... —Lloró.

Nadie llora porque si.

—Te extraño... Es todo...

Keira...

—Es una estupidez, lo sé. Hace apenas doce horas que no te veo...

Nicholas suspiró. —Yo también te extraño, vida...

—Quiero que me hagas sentir deseada siempre, Nicholas... como hasta ahora.

Él rió. —¿De qué hablas? ¿Qué está pasando?

—No quiero que nuestro matrimonio llegue a tornarse monótono o aburrido...

Creo que algo no anda bien con tu cabecita, mi vida...

—¿Qué estás haciendo?

¿Qué? ¿Ahora?

—Ajá.

Estoy en el club, vine a jugar golf con Michael.

—Oh... Siento interrumpirte.

Tranquila, lo estoy esperando para comer. Ya terminamos.

—¿Podemos hablar hasta que me quede dormida?

A ver... ¿Quieres que te cuente una historia para dormir? —Le preguntó, riendo.

—¡Nicholas!

Ya, ya. Hablemos, claro que sí.

_____

Keira llegó al aeropuerto en Nueva York cerca de las diez de la noche del domingo. Nicholas la esperaba con Sergei.

Cuando lo vio, parado frente al auto, manos en los bolsillos, pelo peinado hacia atrás, ojos azules fijos en ella, apresuró el paso y se lanzó a sus brazos.

—Te extrañé tanto... —Susurró Keira contra sus labios.

Él se tensó un poco. Ella sabía que le incomodaba dar demostraciones de afecto en público.

Sergei tomó el equipaje y lo acomodó en el maletero mientras ellos entraban en el auto.

Keira subió sus piernas sobre las de él, descansando su cabeza en aquel recoveco divino entre su hombro y su cuello. Nicholas por su parte, posó su mano sobre su cadera, acariciándole el muslo cada vez que la movía.

Disimula. -II-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora