-34-

304 35 6
                                    

_____

No supo si había dormido por cinco minutos o cinco días. Pero había soñado con Nicholas. Estaba feliz entre sus brazos, sentía sus caricias en cada centímetro de su cuerpo. Despertó con una sonrisa, pero pronto se borró al escuchar su propia respiración. Sonaba como un silbido cada vez que lo hacía. Moría de la sed y sentía que el interior de su cuerpo estaba en llamas.

_____

Una mañana Nicholas recibió una llamada de Verena. Dudó en contestar, pero luego pensó que tal vez tendría información sobre Keira.

¿Cómo estás? —Preguntó ella.

—¿Has sabido algo de Keira?

Nada nuevo.

—Esa carta que les envió... ¿De verdad venía de Las Maldivas?

No tenía remitente, pero si una estampa de allá.

Nicholas suspiró.

Si sirve de algo, creo que mi hermana es una estúpida por dejarte.

En ese momentó sonó el timbre, así que se levantó y fue abrir la puerta. Tamaña sorpresa se llevó cuando vio allí parada a su madre.

—Después hablamos. —Le dijo a Verena, y se metió el móvil en el bolsillo-. ¿Qué haces aquí, mamá?

—Tenía muchas ganas de verte... —Susurró al abrazarlo.

Nicholas rodó los ojos. —Yuko te llamó, ¿no es así?

—No te enfades con ella, mira como estás. ¿Qué tanto peso has perdido?

Nicholas tomó la pequeña maleta que traía su madre y entraron en la casa.

—No lo sé, no mucho... —Mintió.

—¿Quieres contarme lo que pasó con Keira?

—No, mamá. No hay mucho que contar.

—De acuerdo... ¿Cómo está mi nieta?

—No sé... Está arriba... Debe estar bien...

—¿Debe...estar bien?

—No lo sé, mamá... No la he visto.

—¿Cuándo fue la última vez que viste a tu hija?

Nicholas se encogió de hombros. —¿Ayer?

—¿Vas a abandonarla también?

—¿Cómo puedo ser un buen padre si Keira...?

Margaret tomó una de sus manos en la suya. —En estos momentos solo necesita que estés ahí. Nicholas... No cometas los mismos errores que yo.

_____

Neal estaba arrodillado junto a Keira. Ella estaba sudando, temblando, y su respiración sonaba laboriosa. Neal puso la mano sobre su frente: tenía fiebre.

—Maldición... —La asió para que despertara-. ¡Keira!

Ella abrió sus ojos un poco, pero volvió a cerrarlos casi de inmediato. Neal liberó sus manos, la tomó entre sus brazos y subió con ella las escaleras.


Cuando Keira volvió a ganar conocimiento sintió suavidad bajo su cuerpo en lugar del frío suelo del sótano. Su cuerpo se encontraba debajo de algunas mantas, y una de sus manos estaba esposada al metal de la cabecera de la cama. Desvió su mirada hacia su muñeca libre, estaba lacerada, en carne viva.

Disimula. -II-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora