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Aaron la acompañó al tercer piso del hotel, deteniéndose frente a una de las puertas. En la pared junto a la puerta se encontraba una placa dorada que leía "Stour".

—Aquí estamos. —Dijo Aaron.

—Gracias por acompañarme.

—¿Qué planes tienes para el resto de la tarde?

—Debo ir hasta Tiddington.

—¿Necesitas que te lleve? Está a menos de quince minutos en auto.

—No, Aaron, gracias... prefiero ir sola.

—¿Cuándo... cuándo puedo volver a verte?

Keira sintió sus mejillas arder. —No lo sé...

—¿Cenamos juntos?

—No sé aún a qué hora voy a regresar.

—Voy a marcar a tu habitación en la noche si no te importa.

Ella sonrió, sin proponérselo. —Está bien.

Antes de que Keira pudiera abrir la puerta, Aaron le tomó la mano y se la llevó a los labios. —Te veo entonces, preciosa.


Keira cerró la puerta tras sí, la sonrisa aún plasmada en su rostro. ¿Qué estaba haciendo?

Era completa deslealtad de su parte permitir que Aaron pretendiera algo con ella, en especial porque Nicholas era la única razón detrás de aquel viaje al Reino Unido. Sin embargo, sentía las mariposas en su estómago al saberse atractiva para alguien más que su esposo. Había estado con Neal por años, sin interesarse por alguien más. Ya había olvidado lo interesante de un nuevo amor.

Tomó una ducha rápida, y se cambió de ropa. Ya luego tendría tiempo para dormir. Parada frente al espejo examinó su cara. Cubrió con maquillaje ligero las inevitables ojeras, y se puso lápiz labial.

Preparó una taza de café cargado para mantenerse despierta, se aseguró de que tenía la dirección correcta en su móvil, y fue hacia la recepción a solicitar un taxi.


Mientras esperaba, recibió una llamada de Nicholas. No contestó porque entonces tendría que seguir mintiendo, y prefería evitarlo si era posible.

El taxi la dejó enfrente de un chalet en Tiddington. Comenzó a sentirse nerviosa al bajarse del auto. Había estado bien durante el camino, pero ahora todo parecía demasiado real.


Se detuvo frente a la puerta, dispuesta a tocar el timbre. Antes, se acomodó el pelo, y tomó una bocanada de aire. Luego tocó.

Segundos después, escuchó pasos acercarse, y luego la puerta se abrió. Una joven menuda apareció del otro lado. Pelo rubio, cejas gruesas, y brillantes ojos café. En la nariz pecosa traía un aro plateado.

—¿Puedo ayudarte? —Le preguntó. Solo hasta entonces Keira se daba cuenta de que había estado esperando a que ella hablara.

—Si, lo siento... —Trató de sonreír pero no sabía si lo había logrado-. Busco a Margaret Spencer.

—Um... un segundo. —Cerró la puerta, y Keira escuchó sus pasos alejarse.

Un momento después, la puerta volvió a abrirse. Esta vez, una señora apareció frente a Keira. Tenía el pelo largo rubio con reflejos plateados, ojos café y pequeños, rodeados por marcas de la edad, y una sonrisa amable en su rostro.

—Hola. —Le dijo-. ¿Puedo ayudarte?

—Sí, yo... Mi nombre es Keira van der Voort...

La sonrisa en el rostro de Margaret se borró de inmediato, dando paso a una expresión de melancolía. —¿van der Voort?

Disimula. -II-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora