-36-

357 40 52
                                    

Blake sonrió, mientras también se acomodaba la ropa. —¿Te sientes mejor?

—Vuelve al trabajo. —Murmuró, encaminandose a la puerta.

—¡Aguarda un segundo! —Lo tomó por un brazo, apresuradamente-. No puedes irte así nada más como si esto no significara nada.

—No significó nada Blake. Espero que puedas entenderlo.

_____

En cuanto estuvo en su oficina, le llamó a Jackson. Había decidido evitar los problemas, y no esperar a que se presentaran.

¿En que me necesita, señor? —Le preguntó del otro lado de la línea.

—Necesito que vayas a una farmacia.

¿Se siente mal?

—No. Consigue un anticonceptivo de emergencia.

¿Señor...?

—¿No te quedó claro?

Jackson hizo una pausa antes de contestar. —Por supuesto que sí.


Tan pronto tuvo la píldora en sus manos, Nicholas llamó a Blake a su oficina. No podia correr el riesgo de terminar con otro hijo que no deseara.

Blake entró en la oficina sonriente, creyendo que se encontraría con un recibimiento más efusivo.

—La verdad es que pensé que te tardarías más en volver a llamarme.

—Abre la boca. —Le dijo, levántandose de su sillón.

—¿Perdón?

Nicholas extendió su mano, en la que descansaba una pequeña píldora blanca. Con la otra había tomado un vaso con agua. —Es un anticonceptivo, no quiero sorpresas.

La sonrisa que antes se había borrado volvió a los labios de Blake. —No tienes que preocuparte por eso... Tomó la píldora todos los días.

Nicholas enarcó las cejas. —No me importa. Abre la boca.

Con los ojos fijos en los de él, Blake tomó la pequeña pastilla entre dos de sus dedos, se la llevó a la boca, y la pasó con un trago de agua. Luego volvió a abrir la boca para mostrarle a Nicholas que se había tomado la pastilla.

—¿Contento?

—Ya te puedes ir.

—Quiero que me des un beso antes. —Dijo ella, acortando la distancia que los separaba.

No esperó a que la besara él, ella lo inició. Moría de ganas por sentir sus labios en los suyos una vez más. Y ahora por fin tenía luz verde.

_____

A medida que pasaban las semanas, el sexo con Blake se volvía más frecuente. Su primera intención había sido que no sucediera de nuevo, pero luego no había querido evitarlo. Después de todo era un hombre sin compromisos, y necesitaba descargarse. Sin embargo, su mente nunca estaba allí cuando se acostaba con Blake, nunca podía lograr concentrarse por completo en su cuerpo y en lo que sentía.

Era una mujer sensual, de aquello no le quedaban dudas. Pero no poseía la belleza tan pura que era tan propia de Keira. Cuando hacían el amor, ella no solo le entregaba su cuerpo, sino que también le permitía adueñarse de su alma. Keira le daba el mundo en un beso, en una caricia, y aquello lo acompañaría siempre.

Él se comportaba como un hombre soltero, pero no le daría el divorcio. Retrasaría cualquier proceso hasta las últimas consecuencias. Ella iba a ser su mujer hasta la muerte, no le permitiría nunca casarse con alguien más, aunque tuviera que gastarse hasta el último dólar en abogados competentes.

Disimula. -II-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora