Capítulo 9. Maldita suerte.

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Sorprendentemente fue una semana tranquila. Nada raro ni fuera de lo normal me sucedió, y llegado el viernes todo estaba bien nuevamente.

Pero aun debía lidiar con algunas cosas, y no tenían nada que ver con mi borrachera de una semana antes, que ya casi olvidaba, gracias, Dios, sino con la mudanza de Amy.

-No quiero que te vayas. -Decía mientras sacaba la ropa de su maleta, ropa que ella volvía a meter segundos después. -Me gusta vivir contigo.

-Te gusta que te prepare el desayuno. -Corrigió tomando la ropa que sacaba y volviendo a meterla. -Y que te limpie el departamento. Básicamente, te gusta que yo sea tu sirvienta.

- ¡Me gusta tenerte aquí! -Reclame con fuerza, sintiendo unos profundos deseos de llorar. Estaba un poco sensible porque me había llegado el periodo (lo cual descartaba un embarazo, yay). -No niego que despertar y tener un buen desayuno es agradable, ni que tener la casa limpia es lo mejor del mundo, pero tenerte aquí me hace feliz. Me gusta tenerte conmigo, eres una de mis mejores amigas.

Suspiro y me miró con cansancio.

-Sabías que este momento llegaría. -Indicó con dulzura y paciencia de santa. -Recuperé mi viejo departamento, está a veinte minutos caminando, estaré cerca.

-Lo sé. -Murmure abrazándome a un vestido suyo. -Pero...

-Quiero rehacer mi vida. -Tomó mis manos con delicadeza. -Es hora de que lo haga, o al menos de que empiece a hacerlo. Peter se llevó demasiado de mí, y planeo recuperarlo todo

Tomé una bocanada de aire. La idea de dejar que Amy viviese sola me preocupaba, no tendría a nadie que la contendría, a nadie que la ayudara de ser necesario.

Amy era una de las personas más fuertes que conozco, y es capaz de sobrellevar todo, ya ha pasado por dos o tres corazones rotos, y de ellos se recuperó en tres o cuatro meses, pero con Peter es distinto. Los otros chicos duraban solo meses con ella, con ese bastardo estuvo cuatro años de su vida. No iba a ser el mismo proceso de recuperación... Y no me gustaba admitirlo, pero Amy se había ablandado con los años.

Aún recuerdo a la chica que lograba convencer a los abusivos de la escuela a que hicieran lo que ella quisiera porque le tenían miedo, y las veces que Amy, con su carácter naturalmente explosivo pero que ocultaba muy bien, se abalanzaba sobre las personas y atacaba cuando se sentía ofendida.

Amy había madurado, y esa parte de ella estaba enterrada en el fondo de su ser. Esa parte que solo nosotras conocíamos, la verdadera Amy estaba perdida en algún lugar y se negaba a salir.

Posiblemente por temor a recibir rechazos como siempre pasó. A nadie nunca le gustó que fuese tan intensa, y ella sabía eso.

¿Por qué cambiar quién eres para agradarle a los demás? Nunca lo supe, y nunca le pregunte, pero ella ablandó su carácter, y a pesar de que sigue siendo una de mis más queridas amigas, sabía que sin ese carácter explosivo y fuerte de su parte no lograría sobrellevar bien su corazón roto.

De todas formas, asentí y le entregué su vestido.

-Estoy a una llamada y veinte minutos, y lo sabes. -Indique con seriedad. Asintió. -Y Zu también.

-Ni me hables de ella. -Gruñó frotando su frente. -No ha parado de insistir en que debo irme con ella.

-Está preocupada, como yo. -Respondí encogiéndome de hombros. -No puedes pedirnos que no nos preocupemos, llevamos años juntas. Somos como uña y mugre, diente y carie, trasero con...

-Detente ahí antes de que te golpee. -Gruñó interrumpiéndome. Un pequeño vestigio de su personalidad explosiva se asomó en ese comentario. -No quiero que se preocupen, quiero que logren distraerme. El dolor se pasa con distracciones.

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