Capítulo 37. Estar enamorada

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Desperté sintiéndome como nunca me había sentido.

No sabía si era felicidad u otra cosa, pero en mi vida había sentido lo que en ese instante. Estaba completa, y segura, y en un lugar cálido y agradable.

Entre los brazos de Will.

Boté un suspiro cuando lo observé. Despierto era hermoso, pero dormido era perfecto, o eso creía en mi mente de loca enamorada. Como un niño que irradiaba tranquilidad y pureza, pero sensualidad y fogosidad al mismo tiempo.

Despierto era muchas cosas pero puro no era una de esas, y la noche anterior me lo había dejado claro. Muy claro... Y más de una ves, definitivamente más de una vez lo había hecho.

Uff, de repente hacía calor de nuevo.

Oculté mi rostro en la almohada recordando los sucesos de la noche anterior. Besos, caricias, palabras cargadas de sentimientos... Cada roce quemaba como mil espadas ardientes pero era imposible parar.

Nunca quise parar, él tampoco, y no lo hicimos. Nos dejamos arrastrar por aquel demencial deseo que sentíamos por el otro.

Acaricié con suavidad el cabello de Will, sus mejillas y sus parpados. Sentía mis dedos crepitar de energía al tenerlo tan cerca.

-Te amo. -Murmuré sin dejar de acariciar su rostro.

Sonrió medio adormilado y me atrajo hasta tocar su pecho. Su corazón latía con velocidad, y así supe que no estaba dormido.

-Necesitaba asegurarme de que no hubieses escapado de nuevo. -Anunció entreabriendo un ojo y sonriendo con amplitud al verme, pero de una forma en que sus ojos se achinaban y su mirada se iluminaba.

Solo lo había visto sonreír de esa forma conmigo.

Me sentí especial por eso.

-No me iba a escapar de nuevo. -Anuncie dejando un beso en su mandíbula. El ligero rastro de barba pichó en mis labios. -No cuando podía despertar junto a ti.

Sonrió de nuevo y empezó a dejar besos por todo mi rostro, cuello y hombros. Justo cuando iba a empezar a bajar por el resto de mi anatomía, hablé.

- ¿Por qué siempre besas mis hombros?

Estaba curiosa al respecto por mis pecas, nunca me había sentido cómoda con ellas y sabía que a muchos no les agradaban.

Volvió a mi rostro y besó mi nariz.

-Creerás que es estúpido.

Rodé los ojos.

-Me gusta pasar mis dedos por tus abdominales porque me recuerda a una barra de chocolate, eso es estúpido.

Sonrió y tomó mi mano para deslizarla por sus abdominales. Mmmm, chocolate.

-Me gustan tus pecas. -Respondió besando mis hombros. -Demasiado. Creo que tengo un fetiche con ellas.

Sentí que se me detenía la respiración ante tal declaración.

A pocas personas les gustaban las pecas, no eran muy aceptadas y se creía que era un desperfecto en la piel, yo misma no me había sentido muy cómoda con ellas durante mi vida pero las aceptaba. Y ahí estaba él... Diciéndome que le gustaban, que le encantaban. Y que por eso las besaba.

En la escuela tuve muchos problemas por las pecas de mis hombros y siempre las cubrí, luego supe aceptarlas, y más tarde llegar a quererlas, pero siempre supe que muchos pensarían que era un desperfecto.

Él me amaba con ellas incluidas.

-Eso no es raro. -Musite enterrando mi cabeza en su pecho. Aspiré su aroma. -Eso es tierno.

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